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El ‘Kebir’ de la crisis

No todo es lo que parece. A ver, in ilo tempore, los comerciantes musulmanes cerraban tres días en cada Fiesta del Borrego pero los tiempos han cambiado porque hay menos tela metálica, hay menos pasta, y tres días sin vender son un problema, o tres problemas, uno por día.

Mustafa, propietario de un comercio de ultramarinos tiene claro los conceptos: “Cuando no abro, no como, ¿tú qué harías?”. Pues sí, no le falta razón a mi amigo.
Mustafa es uno de los cientos de musulmanes que no tienen más remedio que acortar el Ait El Kebir de tres a un día de celebración o dos como mucho. “Tenemos carne para una semana, si quieres, pero recursos económicos, bastantes menos; hay que abrir a la fuerza para hacer caja, que ya, de por sí es complejo”. Y es que, tras una semana viene otra y, tras un mes viene el siguiente, vaya”.
Sí, porque los musulmanes melillenses no sólo piensan en el día a día sino en lo que viene después. Los melillenses de todas las etnias y culturas celebran todo lo que se pueda. Y ahora vienen las Navidades. ¿A qué padre o madre se le va a ocurrir privar de regalos y buena mesa a sus niños cuando los vecinos celebran por todo lo alto el nacimiento de Jesús de Nazaret?. Ea, sería como no tener escrúpulos.
No es cuestión de hacer política en estas modestas semblanzas, pero lo que dice el señor Imbroda es cierto: “Melilla es un ejemplo de convivencia para todo el mundo”. Sí, señor presidente, es un ejemplo exportable; deberían tomar nota en otras regiones, aunque desafortunadamente no ocurre así porque vamos que se pegan tiros en todas las regiones de estos cuatro rincones del mundo.
Pero vamos a lo que vamos: la crisis se nota en Navidad, en el Borrego, en el Ramadán y hasta en España. Ya no es como antes, ahora hay que abrir antes, bajar los precios y acariciar el semblante de los potenciales clientes a ver si se les ocurre comprar alguna lata de atún o kilo de papas nuevas de esas que fríen a lo grande procedentes de Marruecos, como tiene que ser, leche.
La economía supranacional está marcando unas coordenadas absolutamente injustas porque los países vienen a decir ‘¿Y ahora qué coño hacemos?’. La economía afecta a las costumbres y tradiciones populares, afecta a la vida de cualquier ser humano.
Este mundo es un asco, pero menos asco gracias al buen ser humano, aquel comerciante que te abre su establecimiento por necesidad pero, sobre todo, por amistad, ese señor que sabe poco de macroeconomía pero mucho de cercanía, de vecindad, de –como dicen los modernos– ‘buen rollo’. O sea, aquellos seres humanos que te abren el corazón. ¡Uf!
Sí, va a tener razón Imbroda, vivir en Melilla es un lujo, nuestro proyecto social es tan exportable como envidiable, pero no es culpa del Partido Popular ni de ningún partido. Eso es propio de los ciudadanos de un pueblo que ha sabido respetarse y quererse desde hace siglos, los melillenses, a pesar de la crisis económica.

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