Los grandes avances en telecomunicaciones y tecnología que tan pocos años ha costado crear muestran la velocidad con la que Internet se ha establecido en nuestras vidas. ¿Hasta dónde llegará todo este avance incontrolable?
Internet es ahora una enorme red mundial capaz de conectar dispositivos desde cualquier parte del mundo, pero no siempre fue como lo conocemos hoy. Al echar la vista atrás en el tiempo, aterrizamos en la California de 1969, donde varios ordenadores establecieron una conexión denominada Arpanet. Tan solo 20 años después, la creación del HTML y del primer servidor web permitieron un rápido auge que daría lugar al Internet de la actualidad. De vuelta a 2016, no falta al menos un ordenador en cada casa – aunque las las cifras de ciudades como Melilla bajan la media con su 71,3% de hogares con niños con acceso a Internet – además de tablets, teléfonos inteligentes y smartwatches varios.
Uno de los cambios más significativos ha sido el contacto con Internet, que ha pasado de ser mayormente pasivo – ya que hace una década la interacción de la mayoría de los usuarios con las páginas web era casi nula – a convertirse en un medio en el que se interactúa casi siempre: a través de comentarios, vídeos, botones sociales o formularios. Además, con las facilidades que hay ahora para crear una web o una aplicación sin saber programar o diseñar páginas, el número de internautas que se han abierto un blog, una página profesional o simplemente un sitio para mostrar su marca personal se ha multiplicado en los últimos años.
Un avance tecnológico sin control ni límites
Pero ya no hablamos solamente de páginas web. El futuro próximo – en realidad, el presente – está dando un paso más para adentrarse aceleradamente en lo que se conoce como "el Internet de las cosas". Si recordamos algunas películas de ciencia ficción de los 80, solo hace falta echar un vistazo a nuestro alrededor para comprobar que algunos de aquellos imposibles tecnológicos que se veían en pantalla son a día de hoy una realidad – o a punto de serlo. Aunque puede que todavía quede un trecho para poder disfrutar de coches voladores, falta muy poco para descubrir lo que se siente al montar en un monopatín volador al más estilo de Regreso al Futuro 2 y para que sea totalmente normal ver por las calles de nuestras ciudades una multitud ataviada con gafas inteligentes y demás accesorios conectados a Internet. Las consecuencias – positivas y negativas – de todos estos avances que están por llegar, serán una de las claves que definan nuestro futuro como sociedad y como seres humanos.
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