El cómico, que ha hecho la adaptación de la obra de Francis Veber, ‘La Cena de los idiotas’, interpretará el viernes y el sábado en el Kursaal a Carlos Bermúdez, uno de los protagonistas.
Cuando Josema Yuste vio por primera vez la película de Francis Veber, ‘La cena de los idiotas’, supo que algún día la adaptaría en una obra de teatro. Ya han pasado más de dos años desde que el actor y cómico, después de analizar el film y una de las adaptaciones teatrales, decidiera hacer su propia versión para llevarla a los escenarios. Un toque personal, respetando el texto original, sorprenderá este fin de semana a los espectadores melillenses que acudan al Kursaal a disfrutar de la representación, en la que el propio Yuste tiene uno de los papeles protagonistas, el de Carlos Bermúdez.
–¿Cómo es su personaje en la obra?
–Mi personaje es Carlos Bermúdez, un tipo de clase media-alta, que tiene una pequeña editorial que le va muy bien y trabaja lo justo. En su tiempo libre se dedica a ir de cena en cena a casa de unos amigos. Y en esas cenas uno del grupo invita a un gancho, que suele ser un idiota. Una persona con aspecto de idiota, que ellos encuentran por casualidad en cualquier punto de la ciudad, en una tienda, en una parada de metro o en un autobús. Así, llevan al idiota engañado a la cena con cualquier truco y se ríen de él. Ésta es su diversión, lo que en el fondo demuestra que es una persona bastante pobre de espíritu y un poco cruel. Pero en una de esas cenas él tiene un lumbago que le impide acudir a la cita en casa de uno de los amigos y ya ha quedado con el idiota, al que no tiene forma de localizar para anular el encuento. Así, el señor Pignon, el idiota interpretado por Agustín Jiménez, acude a la casa y Bermúdez se encuentra en su casa, con un lumbago impresionante y sin cena, pero con el idiota, que se dedica a hablar con él. Al final el idiota le da una gran lección y lo consigue humanizar. El tonto enseña al listo a ser persona.
–Los dos protagonistas parecen muy distintos, pero al final, ¿acaban siendo idiotas los dos?
–El idiota es idiota porque en el fondo, por querer ayudar lo complica todo más. Y el listo, realmente es tonto porque es muy pobre de espíritu. Al final vence la bondad del idiota, pero tan tonto es uno como otro.
–¿Por qué decidió versionar esta obra?
–Yo realmente he hecho una versión de dos cosas. He visto la película de Francis Veber y la obra dirigida por Paco Mir y protagonizada por Pepón Nieto, que se representó en Madrid, y de las dos cosas hice mi versión. Mantuve la estructura de la historia, pero me dediqué a cambiar prácticamente todos los chistes que tiene la comedia. Aquí la parte cómica tiene más protagonismo, aunque la historia queda casi intacta. Lo único que cambia es uno de los personajes. En la película aparece al principio un médico que viene a curar la lumbalgia de mi personaje, y en esta obra lo he sustituido por un masajista brasileño.
–Además de este nuevo personaje, ¿en el resto hay cambios?
–No, los personajes siguen la misma línea que en la película. La única novedad es este masajista, interpretado por Félix Álvarez y que en lugar de un médico de maletín que va a visitarte a casa y era un personaje muy gris, se convierte en un masajista, una especie de gurú, que impone las manos y es más atractivo para el espectador.
–De esto se deduce que los espectadores se encontrarán con sorpresas aunque hayan visto la película ¿verdad?
–Si, van a ver una propuesta más divertida, más para reirse a carcajadas de las situaciones, aunque con un punto de crueldad. Es claramente más divertida. Digamos que la película es más de sonrisa y mi versión de carcajada, va más al hígado del espectador.
–¿Por qué eligió a Agustín Martínez para el papel de idiota ?
–En la obra hay dos protagonistas, el mío y el de Agustín, porque son los dos que están casi todo el tiempo en escena. Obviamente, el más divertido es el de Agustín. En un primer término, al ser una producción mía, pensé en hacer yo de idiota, pero enseguida observé que era un personaje con el que hubiera estado todo el tiempo peleado, en lucha. Yo no tengo físico de idiota, podría haberme vestido y maquillado, pero habría perdido naturalidad. No soy gordo, ni bajito, ni calvo, no tengo el aspecto del estereotipo que tenemos de idiota y pensé que era mejor buscar a un actor que se adaptara. Me costó mucho encontrar al protagonista, pero finalmente elegimos a Agustín, que nos ha sorprendido a todos, porque está francamente sensacional.
–¿Cómo ha preparado su personaje?
–Mi personaje físicamente me iba mucho y me he sentido muy cómodo. Además, al final le he cogido cariño porque hago de malo, que es algo que nunca había hecho antes. Y estoy contento porque aunque mi trabajo muchas veces es un poco sordo y gris, facilita el lucimiento del idiota, y el público lo valora.
–¿Es la primera vez que viene a Melilla?
–Ya trabajé en Melilla hace años en la presentación de una gala con Mar Flores, cuando se cumplía el quinto centenario de la ciudad, y además también he estado varias veces con Martes y Trece. Sin embargo, es la primera vez que vengo a actuar en teatro y estoy muy ilusionado.
–¿Cómo ha ido evolucionando la obra en estos años?
–Los personajes principales somos los mismos y no ha habido cambios sustanciales. Pero sí ocurre una cosa y es que al principio empiezas con un texto adaptado y te das cuenta al cabo de un mes que algunos chistes no funcionan tan bien como pensabas y buscas otros que se adapten mejor. Y luego, además, al cabo del año la comedia se había alargado demasiado y hace falta recortar. Llegó a durar más de dos horas, y ahora está en 1 hora y 45 minutos.
–¿Qué tiene la obra para conseguir atraer a tanto público?
– Sinceramente no lo sé. Pero creo que es muy importante que los papeles principales están muy bien defendidos y además yo soy defensor a ultranza de la carcajada. Cuando hago una comedia siempre busco la carcajada en el público, no sólo la sonrisa, necesito oír a la gente reir a carcajadas y por eso para hacer una versión busco siempre los chistes más adecuados, para la obra que sea. Ésta ya tiene una historia que a priori es simpática, porque ver a una persona sufrir constantemente acaba siendo al mismo tiempo macabro y divertido.
– ¿Y cómo se encuentran esos chistes que provocan la carcajada del público?
– Pues realmente no hay una técnica. Se necesita intuición, muchas horas de trabajo y talento innato, para saber elegir el momento para colocar cada chiste. Y además es necesario saber aceptar el error y si no aciertas con un chiste, no conformarte y buscar otro para reemplazarlo, sin cambiar el sentido de lo que estás diciendo. A veces crees que has encontrado un buen chiste y te has equivocado porque si el público no se ríe. Tienes que tener claro que el espectador nunca se equivoca, el error siempre es tuyo.
–Josema, ¿podría destacar alguna anécdota en el tiempo que lleváis representando la obra?
–Sí, una en concreto, en la que pasé miedo. La representación se estaba haciendo en el teatro Infanta Isabel el año pasado y llevábamos pocos minutos de actuación y entró el idiota en escena. De repente se escuchó una explosión ‘acojonante’ y al segundo otra, después se cayó el cristal de uno de los focos al suelo, un cristal que pesa más de un kilo. Se me quedó el corazón helado, pero continuamos la obra improvisando. Al rato llamé a la chica de servicio, que en realidad no existe en la obra, y una de las dos actrices del elenco apareció con un recogedor y una escoba. La obra continuó normalmente y al final el público rompió en un aplauso porque entendió que había sido una improvisación. Los actores sabemos que siempre puede surgir algún imprevisto y entonces tienes que saber solventarlo. Todo vale menos echar el telón y cerrar, el espectáculo siempre tiene que continuar.
–Josema ¿qué haría si el señor Pignon fuera a cenar a su casa?
–Yo creo que aguantaría, no me suena haber tenido nunca a alguien así en casa. Está claro que alguna vez he tenido que aguantar a algún pesado un rato en un bar, pero en una casa no. De todas formas, creo que aguantaría, pero desde luego se pasa muy mal con un pesado.
–¿Y usted se ha sentido alguna vez el idiota de una reunión?
–Yo nunca he sentido que sobraba en un sitio. Quizás sí que he sentido que no le gustaba a una chica y entonces lo pasas mal o que no le caes bien a una persona con la que estás cenando porque no le caes bien. De todas formas, habitualmente tengo la suerte de que caigo bien, o al menos no caigo mal a casi nadie.
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