Categorías: Cultura y Tradiciones

“El humor es respeto, generosidad y lo que hace que nos entendamos mejor”

El actor Pepe Viyuela comenta a El Faro las principales características de la comedia que le trae de nuevo al Kursaal, ‘Los habitantes de la casa deshabitada’ de Enrique Jardiel.

El actor Pepe Viyuela vuelve al escenario de Melilla con la obra ‘Los habitantes de la casa deshabitada’, una obra de Enrique Jardiel Poncela que está dirigida por Ignacio García. Ésta será la segunda vez que Viyuela visite la ciudad, ya que estuvo en el mes de abril de 2011 con ‘El pisito’. Este actor, muy conocido por su personaje de ‘Chema’ en la serie ‘Aída’, aseguró a El Faro que siempre es un motivo de alegría venir a la ciudad, ya que no suele estar en los circuitos habituales de las productoras de teatro. Así, explicó que venir a Melilla suena a “lugar exótico y con encanto”.
‘Los habitantes de la casa deshabitada’ es la historia de un chófer y de su señor que acaban en una gran casona perdida en un páramo al dejar de funcionar el coche en el que viajaban. En esta casa conocerán a un gran número de personajes y sucederán cosas realmente extrañas, tal y como indicó Viyuela.  
–En el mes de abril de 2011 estuvo en Melilla en la representación de ‘El pisito’ y de nuevo vuelve a la ciudad.
–Melilla es una ciudad que no he visitado mucho y por ello, siempre es una alegría verla en la lista de ciudades en las que hacemos función. Además, coincide con el final de temporada y eso hace que para todos nosotros sea, a parte de trabajo, un motivo de alegría, una especie de excursión maravillosa. Es un regalo que el fin de temporada sea allí. Estamos todos como locos por ir.  
–¿Cómo le llego a sus manos el proyecto de ‘Los habitantes de la casa deshabitada’?
–Fue Juanjo Seoane (productor) quien me lo propuso. Ya lo conocía de ‘El pisito’ y este proyecto vino casi rodado. Cuando hablábamos sobre futuras obras, me comentaba ésta. Además, el texto de Enrique Jardiel Poncela es el gancho fundamental de esta función, tanto para mí como para el público. Un ‘jardiel’ es siempre una marca de éxito. Es un reclamo que no falla nunca. Todo el mundo que es aficionado al teatro sabe que cada una de sus obras es buena comedia, es diversión. En estos momentos, la gente quiere reírse y pasarlo bien, y cuando ve que el sello de Jardiel está impreso en el producto, se acercan con muchas ganas y es lo que hace que esta función vaya bien desde el mes de enero. Todos estamos encantados. Dentro de esta crisis que nos amenaza, es una garantía de ventas.  
–¿Cómo describiría el humor ‘jardieliano’?
–Está hecha para hacer reír. Jardiel escribió para que la gente se riera y quería conseguir que la gente se destornillara. No sé si es una comedia como otras, pero lo que sí, es muy jardieliana. También tiene un humor muy español. Hay una corriente de humor en los años 40 y 50 muy español que bebe de sus antecedentes. Es un humor refinado e inteligente, aunque durante años haya estado oscurecido por la dictadura. Estos escritores tenían una gran capacidad de generar comedia que es difícil de encontrar ahora. Todo el humor que se ha hecho después en España pasa por ahí. Sería muy difícil que no identificaras un texto de Jardiel si te ponen a dos o tres delante.
–El director de esta obra, Ignacio García, ha declarado en alguna ocasión que se trataba de una comedia gótica. ¿También la definiría así?
–Cuando Ignacio habla de comedia gótica creo que intenta sintetizar en esa palabra el humor que hay en la comedia con el ambiente que se respira en la casa, que es oscura, en la que ocurren y se suceden cosas extrañas. Todo lo que surge de la casa, aparentemente, debería dar miedo, pero lo que produce es lo contrario, una extrañeza cómica que nos lleva a la risa. Es lo que intenta sintetizar Ignacio con lo de gótico. Pero yo creo que prima lo humorístico sobre lo gótico, porque lo que estamos viendo es una sucesión constante de situaciones fuera de lo corriente y lo común, vivida a través de los personajes principales, Gregorio y Raimundo, que serían los propios ojos del espectador. No saben qué es lo que está pasando. Les sorprenden constantemente y les hacen vivir unas situaciones que nunca han vivido. De entrada el título ya juega con el chiste, pues se habla de una casa deshabitada que lo que menos está es deshabitada, pues en el momento que se abre la puerta comienzan a aparecer personajes de todo tipo. Se juega siempre con un dominio del lenguaje por parte de Jardiel. Utiliza una serie de términos que estaría en el territorio de la comedia más alta como puede ser la alta comedia inglesa. No existe ningún taco ni grosería. El estilo de los personajes y su comportamiento destila elegancia, clase, incluso en el propio personaje del chófer, Gregorio, que es el que yo represento. Es una comedia elegante, que está destinada a hacer reír. Hay otras que tiene un contenido social o crítico, pero aquí no. Todo está creado para provocar la risa. Es una comedia en estado puro.
–¿Cómo es su personaje?
–En este personaje hay otra contradicción absurda y es que en su vida ha conducido un coche. Quien conduce es siempre el señorito. En una de sus primeras frases, cuando se produce la avería en el coche, Gregorio confiesa que no entiende de vehículos y que nunca ha conducido, pues en la casas donde ha vivido a los señoritos les gustaba hacerlo ellos mismos. Gregorio es un hombre tranquilo, que no le gusta meterse en problemas y un tipo muy refinado, a veces incluso más que el propio señor para el que trabaja. Tiene ínfulas de grandeza. Este tipo de parejas han funcionado muy bien en el teatro y algunos ejemplos los podemos encontrar en el teatro del Siglo de Oro, en las obras de Lope o Calderón. En el caso de Gregorio hay algo de pícaro, pero se aleja del pueblo y con su uniforme está incluso más elegante que su propio señor. Se cuida de mancharse, de aparentar y hablar perfectamente. Es un criado atípico, pero, en muchos sentidos, reconocible dentro de la historia del teatro español. Sin duda es uno de los personajes más divertidos que he representado. Además, muchas de las cosas que observamos en la función las vemos a través de sus ojos. Hay una gran complicidad entre Gregorio y el público. Es un personaje que produce una gran empatía.  
–Al contrario de la mayoría de funciones que se están representando actualmente, esta obra cuenta con once actores sobre el escenario. ¿Qué tal es trabajar con tantos compañeros?
–En este momento es una cosa muy rara, hay muy poca gente, sobre todo del ámbito privado, que se atreva a hacer algo así: A contratar a once actores y a un equipo de técnicos. En total somos unas 16 personas en la compañía y eso es una valentía y un atrevimiento por parte del productor, Juanjo Seoane. Es muy difícil sacar a una compañía así en los tiempos que corren. Pero por otra parte, es un lujo, porque no tienes que doblar personajes y te puedes permitir todos esos juegos de entradas y salidas de puertas que se abren y cierran del vodevil clásico. Sobre todo, al final de la función que se produce un torbellino y un lío enorme de personajes que suben y bajan escaleras y con once personas es más fácil hacerlo. Además, es otra de las características que anima al público a ver la función, pues verá una obra como las de antes.  
–Otro de los proyectos que tiene entre manos es ‘Encerrona’, con el que su payaso vuelve a los escenarios. ¿Hay parecido entre el humor de este clown y el de la obra que le trae a Melilla?
–El humor en España pasa por los autores como Jardiel y en el personaje que yo hago en ‘Encerrona’ puede tener algo de eso, porque estás teñido de las cosas que lees, que vives. Mi personaje en la medida en que hace cosas muy absurdas e interviene la polaridad de la realidad tiene que ver, por ejemplo, con ‘El circo’, con esa magia y con esa poesía que intuye Gómez de la Serna o con otros detalles de la obra de Jardiel. Mi personaje bebe de ellos de forma accidental, no por una pretensión. La diferencia fundamental es el uso del lenguaje en la práctica humorística. Y en la parte visual sí que hay influencias de otro tipo, como la de los personajes del cine mudo. Mi payaso está impregnado de todas esas cosas que me han fascinado, en un primer momento, de una forma inconsciente. No es pretendido, sino inevitable.
–¿De dónde saca la inspiración para la puesta en escena de su obra ‘Encerrona’?
–De estos autores o las películas de cine mudo, como las de Chaplin, que además suelo ver cuando estoy decaído. Tengo adicción por el humor, porque me parece que es una tabla salvavidas, una forma de encarar la realidad y una filosofía de vida. La palabra juego es la que define el porqué llego a convertirme en payaso. Lo que más me gusta es jugar. De repente, llega un momento en nuestra vida en la que nos tenemos que hacer adultos, pero yo quiero seguir jugando el resto de mi vida y por eso, elegí esta profesión. El payaso para mí, además de ser un juguete, es un camino, una filosofía y una forma de encarar la vida.
–Este personaje es como un niño.
–Es que no hay mejor payaso que los niños, pues son ingenuos e inocentes y se enfrentan a la vida sin ningún tipo de malicia y sin experiencia. Todo para ellos es un mundo. Es como si nos miramos con lupa. Ver a un niño que está haciendo algo que no sabe es como ver a un adulto el primer día de trabajo. Es una metáfora maravillosa de lo que somos, es decir, seres vulnerables, con mucha más capacidad para el fracaso que para el éxito. Por otra parte, es bueno reconocerlo. Cuando somos capaces de reconocer nuestros propios fallos, es cuando más nos vamos a querer y vamos a ser más conscientes para superar las crisis. El humor es un antídoto sin el cual el mundo no podría existir.  Si no tuviéramos la capacidad para reírnos, ya nos hubiéramos asesinado los unos a los otros. El humor es respecto, es generosidad y es lo que hace que nos entendamos mejor, que dialoguemos, que no pretendamos tener siempre razón, sino que flexibilicemos nuestra postura. Yo me lo paso muy bien mirando la vida, dándole la vuelta y haciéndolas pasar por la cabeza de este personaje, pues todo se hace más divertido. Me hace ver que el ser humano, a pesar de todas las cosas horribles que hace, también puede crear poesía, ser generoso y es capaz de construirse sobre su fracaso.
–¿El humor es una filosofía de vida para usted?
–Creo que sí y que debería enseñarse en las escuelas esta sabiduría que despreciamos del ser humano, ya que insisten en que seamos serios en la vida, cuando yo creo que debemos de ser personas con sentido del humor. Este sentido se nos atrofia y es tan importante como la vista, el olfato o el tacto. El humor lo machacamos porque pensamos que la risa es signo de fribrolidad, cuando es una llave que abre un montón de puertas, acerca a las personas y lima asperezas. Es un talismán y no sabemos utilizarlo. Lo menospreciamos. Pensamos que las personas que ríen mucho, además de simpaticas, no son eficaces. Un ingeniero, un maestro o un abogado no deberían lucir la cara seria que parece que es una defensa. El humor es algo que infravaloramos y mercería la pena darle la vuelta.
–El uso del humor en la vida diaria a pesar de nuestras desgracias se ve, por ejemplo, en el personaje que tiene en ‘Aída’.
–Si ‘Aída’ lleva funcionando tantos años, es porque es una serie graciosa. La gente empatiza con los personajes, porque todos son perdedores. No hay ningún superhéroe o alguien que lleve el éxito por bandera. A todos en esta serie nos va mal y esto hace que se convierta en un espejo de la realidad. El espectador se puede identificar más con uno o con otro personaje, porque hay un abanico entre todos y conforman un cosmos de personas diferentes, incluso antagónicas, que gracias al sentido del humor pueden convivir y son capaces de respetarse. En Chema y en Mauricio están representadas dos españas, absolutamente antagónicas que nos han llevado a guerras y luchas fraticidas. De pronto ves a esos dos personajes tan distintos discutir, pero en el fondo, ser incapaces de hacerse daño, aparte de alguna pequeña broma. Son seres que se necesitan, que caminan juntos y que serían incapaces de vivir el uno sin el otro. En el fondo esto es comedia y lo que hace es exponer una realidad desde el punto de vista inteligente, humano y con muchísimo respeto. Se nos muestra como somos, pero sin hacer sangre, sin tomar ningún partido. Todos los personajes de la serie están unidos por el sentido del humor, que hace que funcione.
–¿Qué nos contaría de ‘Los habitantes de la casa deshabitada’ para animar a los melillenses a disfrutar de esta función?
–Que no se la pierdan porque tengo la convicción de que la función funciona. En todas partes, la gente ha salido muy contenta del teatro. Además, tienen la ocasión de ver una función de Jardiel, que no es algo habitual y no deberían perderse. Cada vez que se monta un ‘jardiel’ tenemos un acontecimiento teatral y es una cita ineludible con el teatro y con el humor.  El público debería regalarse un ‘jardiel’. Pongan un ‘jardiel’ en su vida y cada vez que aparezca una obra de este autor, no deje de acudir al teatro porque va a pasar un rato divertido y se va a llevar a casa un rato de alegría. A parte de que estamos encantados de recibir a todo el mundo en el teatro.

Entre sus futuros proyectos está la obra ‘El baile’, una comida que ya está en marcha, aunque no se estrenará hasta septiembre de 2013. También está construyendo una serie de humor visual, que si algún día llega a ver la luz, tal y como apuntó, se llamará ‘Atila’. Aunque este proyecto no se llevará a cabo hasta que no finalice la serie ‘Aída’.

cedida

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