La tarde de ayer no era un Martes Santo más para la cofradía del Humillado. Los XXV años de historia de la hermandad pesaban en los hombros de los portadores y en las manos de los nazarenos. Había más nervios que otras veces y al mismo tiempo más ilusión. Antes del comienzo de la procesión, el arzobispo castrense Juan del Río Martín ofreció una misa para conmemorar el aniversario. Tras la eucaristía, poco después de las 20:30 horas, se abrían las puertas de la iglesia, por las que asomaba el Cristo del Humillado, portado por decenas de hombres con túnica negra y fajín rojo.
En la calle, decenas de personas, que habían escuchado ya la lectura del desagravio de la voz del coronel de artillería José María Rivera, esperaban el inicio de la procesión.
El tiempo acompañó y los melillenses salieron a arropar a la cofradía, al igual que hicieron el Lunes con la de El Pueblo. La más vieja y la más joven de las hermandades de la ciudad unidas por el cariño de decenas de devotos que se emocionaron con el paso del trono.
La Banda Municipal entonó el himno nacional que rompió el silencio y la solemnidad de la noche, en el momento más complicado de la procesión, la salida del trono por la pequeña puerta de la parroquia. Los portadores tienen que agacharse para que la corona de la talla no choque con el arco de puerta. Una vez acabada la maniobra, los hombres lo giraron, guiados por la voz de su capataz para ponerlo mirando cara a cara al pregonero del desagravio, que comenzó su discurso mirando fijamente a la talla.
Casi a la misma hora, se escuchaba a lo lejos la llamada al rezo de la mezquita de El Mantelete, que se mezclaba con cornetas y tambores, en uno de esos momentos tan únicos en Melilla, en los que la palabra interculturalidad cobra sentido real.
Tras sus palabras del coronel y la entrega por parte del hermano mayor de una placa de recuerdo, los portadores alzaron de nuevo el trono, para girarlo y comenzar la procesión hacia la plaza Yamín Benarroch.
La imagen del Cristo sentado, flagelado, coronado de espinas, con una caña en las manos y recreando la escena de la burla de los soldados tras la flagelación volvió a emocionar a los melillenses que salieron a acompañar a la hermandad. La banda de tambores de los jóvenes cofrades volvió a seguir de cerca al trono del Humillado.
Pasadas las 21:15 horasse producía la entrada en la carrera oficial. En la Avenida Juan Carlos I los melillenses continuaban apoyando la procesión, aguardando en silencio la llegada del Humillado.
Las marchas de tambores y cornetas arroparon y guiaron al paso hasta el final del recorrido, de nuevo en la iglesia Castrense. La música sirvió de guía a los portadores que consiguieron con su movimientos lento pero seguro despertar los aplausos y la admiración entre los devotos que se congregaban en las calles del centro de la ciudad. El Humillado no decepcionó en la primera procesión del año de su XXV aniversario.
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