El vicepresidente primero del Gobierno melillense, Miguel Marín, visitó ayer dos asociaciones de vecinos y ha paseado por sus respectivos barrios, lo cual le va a permitir conocer más de cerca y sobre el terreno los principales problemas que aquejan a los ciudadanos de estas zonas, concretamente Cabrerizas Bajas, Batería Jota y Virgen de la Victoria. Éste último sector, por cierto, se ha visto afectado en los últimos días por una grave avería que obligó a cortarle el suministro de agua potable, algo básico y elemental principalmente en esta época de verano y el intenso calor que ya cae sobre Melilla.
Es de primera necesidad que los representantes públicos estén al cabo de la calle, que hablen con los vecinos, que conozcan sus opiniones y sus carencias, que estos melillenses sientan que hay un Gobierno que los escucha y atiende, que es cercano, que comparte y empatiza con sus necesidades. Y no solo eso, sino que también cumplen los compromisos que adquieran a través de la puesta en marcha de los trabajos necesarios para colocar unos contenedores, arreglar esos baches malditos, la tapadera de la alcantarilla que está suelta y suena escandalosamente cuando la pisa un coche, que se recojan las papeleras y un larguísimo etcétera de pequeñas acciones que, en la práctica, harían que los ciudadanos sientan que hay quien se preocupa por sus problemas comunes.
Está francamente bien y es de la máxima importancia que el Gobierno se ocupe y preocupe de sacar adelante económicamente a Melilla. Es ineludible que deba articular un nuevo modelo productivo que garantice la supervivencia de la ciudad y que haga política con mayúsculas porque de eso va a depender que esta tierra prospere sin depender más que mínimamente quizás de Marruecos. Pero no se puede dejar de lado la cuestión de las barriadas, que son las que toman el pulso de la acción gubernamental y finalmente deciden después en las elecciones.
Es evidente que la creación de empleo debe ser el núcleo central de la gestión pública desde la Ciudad Autónoma. Eso es indiscutible y verdaderamente es necesario sacar adelante los proyectos en materia de implantación de empresas tecnológicas, el desarrollo universitario y la consolidación de Melilla como destino turístico, junto con intensas acciones formativas, como fórmulas para conseguir la empleabilidad que tanto se ansía en Melilla. Sin embargo, no es menos cierto que las pequeñas reparaciones de las aceras dañadas, la retirada de vehículos que han sido pastos de las llamas, como ocurre en La Cañada, la adecuación de infraestructuras y otros trabajos de menor entidad también hacen que autónomos y pymes tengan acceso a un aumento de su actividad y, en consecuencia, deban contratar mano de obra.
La virtud suele estar en el equilibrio entre unas cosas y otras. Por eso es importante que Miguel Marín haya anunciado que se recorrerán todos los rincones de Melilla para conocer cuáles son las necesidades y que el Gobierno alberga un "plan ambicioso de actuaciones" dirigido, precisamente, a ese fin de crear puestos de trabajo mediante las soluciones a los problemas que ponen de manifiesto los vecinos sobre sus respectivas barriadas.
Será un acierto si efectivamente el Gobierno se implica con el vecindario. A los ciudadanos les gusta ver que sus representantes políticos se ocupan de ellos, que no son seres extraños que cuando asumen el poder se olvidan de quienes han permitido que lleguen donde están.
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