Cultura y Tradiciones

"El futuro de Melilla pasa por convertirse en una ciudad patrimonio"

Este lunes, 10 de junio, se celebró el Día Mundial del Modernismo y en Melilla podemos presumir de ser la segunda ciudad de España con más elementos modernistas tras Barcelona. Pero lo cierto es que en todo el territorio nacional hay buenas muestras de ese estilo que en Europa se dio a conocer con diversos nombres, tales como Sezessionstil, en Viena, Modern Style, en Inglaterra, Liberty, en Italia, Jugendstil, en Alemania o Art Nouveau, en Bélgica, pero con un denominador común que lo hace fácilmente identificable: hierro, curvas, vidrios y detalles imaginativos.

El movimiento modernista llegó a España a través de diferentes ciudades, porque si un rasgo caracteriza a este movimiento arquitectónico es su esencia eminentemente urbana. La Casa de los Cristales o el Palacio de la Asamblea son sólo algunos de los ejemplos de las joyas modernistas que tenemos el privilegio de admirar en Melilla.

Pero si hay alguien que sabe acerca de este movimiento es el cronista oficial de la ciudad, Antonio Bravo con el hablamos, coincidiendo con esta efeméride.

Cuestión de lujo

“El modernismo es un estilo que se implanta en Europa y tiene unas características muy singulares, dirigidas a una sociedad moderna. En concreto, a la burguesía que quería un estilo único, lleno de lujo y ostentación, y de ahí nace el modernismo a finales del siglo XIX”, subraya Antonio Bravo. Pero, ¿cuáles son las características qué definen este movimiento? “Cuando hablamos de modernismo lo hacemos de muchas tendencias distintas. A nivel visual pueden parecer diferentes, pero siempre se distinguen por la misma unidad que es la gala de la modernidad, el cosmopolitismo, querer ser novedoso al romper con lo anterior y diseñar una arquitectura nueva para un tiempo y una sociedad nuevas”.

Melilla

Nuestra ciudad es una de las más prolíficas en elementos modernistas, aunque Antonio Bravo prefiere responder antes a la pregunta de ¿cuánto modernismo hay en el mundo? “Lo encontramos en grandes ciudades, en las cuales existe una burguesía con poder que está construyendo muchos edificios y que querían, además, sorprender con nuevos edificios. En Barcelona hay modernismo, en Buenos Aires, en Turín y después hay otras ciudades más tradicionales que a pesar de ser muy importantes no destacan por el modernismo o no tienen una gran expansión como Madrid o Sevilla. No es que no sean importantes, pero imperaba otro gusto. En Melilla existía una burguesía sin complejos porque eso es fundamental, no tener tiene tipo de complejo y atreverse a elaborar esas escayolas, esas molduras, estas fachadas. En Melilla ese estilo llega con muchísima fuerza”.

El historiador Antonio Bravo indica que “es muy difícil contabilizar el número de elementos modernistas presentes en Melilla, aunque están catalogados sobre 500 edificios que reflejan alguna impronta modernista. Después de Barcelona sería la segunda ciudad en España con más edificios modernistas, convirtiéndose en la segunda ciudad en intensidad modernista. Esto no significa que no haya obras modernistas muchísimo más importantes en otras ciudades, sin embargo la expansión del modernismo en Melilla ocupa grandes edificios del centro, edificios medianos de algunos barrios e incluso casas populares de planta baja que asumen el modernismo en su fachada como elemento de identidad”.

Factores sociológicos

El hecho de que en Madrid no triunfe el modernismo, pero sí en ciudades como Melilla se debe, principalmente, a factores sociológicos: “Porque Madrid, a lo mejor, cuenta con una sociedad más conservadora, más establecida mientras que las sociedades burguesas de ciudades nuevas están integradas por personas que no tenían miedo a innovar y acogen el modernismo como algo propio porque cuando empieza a expandirse te das cuenta que es como una moda y al final la moda termina ocupando la mayor parte de la ciudad”. El factor sociológico es prioritario para entender el establecimiento del modernismo en Melilla, pero también la llegada del arquitecto catalán Enrique Nieto que conocía perfectamente el modernismo catalán: “Pero no sólo tenía un vínculo con el modernismo catalán sino también con el que se extendía en Viena, Italia o Francia. Es decir, Enrique Nieto gozaba de una cultura modernista visual e importa esa cultura a Melilla. En el momento en que la pone en marcha hay una serie de ingenieros que van a seguir su camino, pero aportando elementos novedosos, ya que los ingenieros militares, por ejemplo, no copian a Enrique Nieto en absoluto y tienen su propio estilo y su forma de componer. Además, se distinguen perfectamente las obras de unos y otros porque las personalidades son diferentes”, puntualiza Bravo.

Conservación

Barcelona puede presumir de unos edificios modernistas como la Casa Batlló o La Pedrera impresionantes y en perfecto estado de conservación, lo cual no es comparable con los edificios modernistas de Melilla, debido a su alto coste. Bravo clarifica así esta situación: “Este es un drama muy complicado porque tiene muchas variables. El primero es que Melilla es una ciudad de poco más de 80.000 habitantes con un potencial económico modesto y una sociedad donde hay clases acomodadas que no pueden erigirse como el motor del todo el patrimonio que existe. En España, además, tenemos la costumbre de que se haga cargo la Administración, pero claro hay una obligación moral y legal de que se conserve el patrimonio, pero, por otra parte, los medios de los que dispone la ciudad son limitados y no se pueden gastar el 100% del presupuesto en restaurar los edificios modernistas. A mí, me parecería maravilloso pero sé que no puede ser así porque hay otras necesidades y no todo el mundo estaría de acuerdo. Y claro, reformar un edificio modernista no es como un cuadro que tiene uno en casa. La arquitectura se vive y viven personas dentro”.

Melilla es una ciudad única con su propia idiosincrasia, sus particularidades la definen y ellas deben convertirse en su mejor carta de presentación.

“La salida de futuro de Melilla es convertirse en una ciudad patrimonio, singular. Es bueno ser único, ser distinto a los demás y tener personalidad propia. Su personalidad, no nos equivoquemos, es su patrimonio, pero no sólo sus construcciones arquitectónicas sino también su multiculturalidad y convivencia”.

Sin lugar a dudas, la ciudad en la que vivimos rezuma arte por los cuatro costados. Precisamente, esta riqueza la convierte en un reto de cara a un futuro.

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