Las bajas temperaturas que se han sentido desde el fin de semana en toda la península han llegado también hasta Melilla, donde no estamos acostumbrados a ver desplomarse los termómetros o a ver granizadas como las de este martes en el centro de la ciudad y, sobre todo, en el Poblado.
Después de un verano tórrido y un invierno que venía siendo atípico, por las temperaturas agradables que tuvimos para despedir el año, ha llegado definitivamente el invierno y con él, el aumento de la venta de sábanas, mantas y prendas de abrigo, pero también las terrazas vacías como consecuencia del recogimiento colectivo que tanta mella hace a nuestra hostelería.
Estos días de invierno, nuestro pensamiento está con esas familias que viven en condiciones precarias y sufren la pobreza energética y no pueden encender la calefacción por temor a enfrentarse luego a una factura impagable.
El frío, nos lleva a pensar, quizás con más insistencia en quienes no tienen hogar y duermen a la intemperie o en quienes viven en condiciones muy precarias y lo tienen más difícil para hacer frente a la bajada de las temperaturas.
Pero también sabemos que es una oportunidad para que los comerciantes salven la temporada y puedan vender la ropa de invierno a la que no han podido darle salida en otoño y final de año debido al buen tiempo del que hemos disfrutado.
En momentos como estos, en los que pasamos del calor al frío polar, entendemos que el cambio climático es una realidad. Los expertos aseguran que cada vez habrá más olas de calor y que los períodos invernales serán cada vez más reducidos. Por eso debemos prepararnos para enfrentar esas inclemencias del tiempo.
La forma más sana de enfrentar las temperaturas tórridas es apostando por refugios climáticos naturales. Los tiempos de las explanadas sin árboles ya han pasado y pertenecen a una época caduca. Ahora hay que pensar en cómo vamos a soportar el próximo verano y por eso urge sembrar todos los árboles que podamos, pese a la sequía porque de ello depende nuestro futuro.
Sabemos que muchos de los migrantes que han llegado en los últimos tiempos a Melilla son migrantes climáticos, aunque les llamemos económicos. La desertificación avanza desde el cinturón del Sahel y la única forma que tenemos de frenarla es luchando a brazo partido contra la deforestación. Creer que lo que le pasa a otros es imposible que nos pase a nosotros en el futuro es una temeridad. Hay que estar preparados.
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