Alrededor de 40 personas que habían recogido las túnicas para sacar a Nuestra Señora no acudieron a la salida procesional.
Todo y todos estaban listos a las puertas de la Casa Hermandad de la Cofradía del Flagelado, en Cabrerizas, para presenciar la salida del Cristo Flagelado y de Nuestra Señora del Mayor Dolor. La banda afinaba sus instrumentos, los encargados del incienso empezaban a hacer movimientos pendulares, los guardias civiles estaban listos a las puertas de la iglesia de la Medalla Milagrosa y Paqui, la encargada de llamar al portón para hacer salir a los portadores, rondaba ya por las inmediaciones de la parroquia. Más de un centenar de personas, entre familiares, amigos y devotos, estaban ya expectantes para ver la salida del Flagelado y su madre, Nuestra Señora del Mayor Dolor, para su habitual recorrido, que baja de Cabrerizas para pasear por las calles del centro. Entre ellos se encontraba el presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda.
Pocos de los allí congregados podían imaginar lo que estaba sucediendo momentos antes de la salida procesional en el interior de la Casa Hermandad, donde los cofrades aguardaban impacientes a que 40 personas que habían recogido la túnica para sacar a la Virgen se presentasen, algo que, según dieron las 19:30 horas de la tarde, se antojó imposible que ocurriese. “¿Alguien que nos ayude a sacar a la Virgen, por favor?”, se escuchó llamar a un portador, que salió de la puerta lateral de la Casa Hermandad con rostro compungido. Ante esta llamada, cuatro personas dieron un paso al frente y siguieron a este cofrade al interior de la parroquia entre los aplausos de los allí congregados. A pesar de ello, no fueron suficientes estos hombros para llevar a María, por lo que el mismo integrante de la congregación religiosa repitió el proceso, pidiendo, con más insistencia si cabe, ayuda para que la Madre pudiera acompañar a su Hijo Jesucristo en su recorrido por las calles de Melilla.
Ante esta segunda insistencia, unas cuantas personas más se sumaron a la llamada, siendo así alrededor de diez las que quisieron ayudar a la Cofradía del Flagelado a llevar a cabo su tradicional salida procesional. Sin embargo, estos hombros no fueron suficientes para cubrir las 40 bajas que se produjeron, ya que se contaba con esas personas. Seguramente, la Cofradía, habría pedido más hombros para su Virgen de saber que tendría 40 vacantes inesperadas, o habría buscado otra solución para hacer que la Madre de Cristo lo acompañase en su calvario hasta la cruz.
Entre rostros compungidos, lágrimas y fieles y cofrades perguntándose por qué la Virgen no saldría ese año. Paqui llamó al portón de la Medalla Milagrosa y éste se abrió para dejar a la vista a unos portadores, que portaban solemnes la imagen de Cristo Flagelado, algunos a cara destapada y otros a rostro cubierto. Un desfile de guardias civiles y legionarios esperaba que el trono ejecutase el giro para acompañar a los costaleros en su largo recorrido.
El trayecto comenzó con la bajada por la cuesta de Cabrerizas, durante la cual los encargados de llevar la imagen de Cristo recibían continuas indicaciones para ajustar su paso.
La calle Falangista Marina Farinós fue la siguiente en ser recorrida por el Flagelado y la comitiva de integrantes de la Benemérita que, a paso militar, seguían al Cristo.
Entrada en la Avenida
Como es habitual, uno de los momentos que más gente congregó y más especiales para los integrantes de la Cofradía fue la entrada del Flagelado en la Avenida Juan Carlos I. La incorporación a la carrera oficial se produjo a la altura de la plaza Héroes de España.
Precedidos por el Cautivo y la Virgen del Rocío, la Cruz de Guía abrió el paso de unos orgullosos cofrades que portaban al Cristo. Encabezados por la Benemérita y aflancados por miembros de la Legión, estos devotos entraron en la Avenida de forma ceremoniosa, para avanzar poco a poco.
Los palcos enteros se levantaron a la llegada del trono a la plaza Menéndez Pelayo, donde una multitud de melillenses devotos se pusieron de pie para arropar a esta Cofradía en uno de los momentos más duros que les ha tocado vivir.
El giro del trono para saludar a las autoridades fue uno de los momentos más emotivos, realizado por los portadores, que con un largo recorrido a sus espaldas voltearon al Cristoentre gritos de “por Melilla”. Cuando este movimiento terminó, el vicario de la ciudad, Roberto Rojo, flanqueado por los hermanos mayores de las cofradías, dedicó unas palabras al Flagelado y a la Virgen del Mayor Dolor, de la que dijo compartir el dolor por no haber podido procesionar.
Tras el discurso de Rojo, una saeta acompañó el balanceo del Cristo y los portadores, precedidos por los guardias civiles siguieron el tradicional recorrido por la Avenida, este año, sin el acompañamiento de la Virgen.
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