Carmen Machi trae a Melilla una historia sobre cómo el poder corrompe hasta la locura, ‘Los Mácbez’ l Dice que es más ‘heavy’ lo que publican los periódicos que la narración de esta obra.
Carmen Machi interpreta junto a Javier Gutiérrez una historia sobre la ambición desmedida: ‘Los Mácbez’, la versión española del clásico de similar nombre que escribió Shakespeare.
–¿Ha estado alguna vez en Melilla?
–Curiosamente no... La otra noche lo estuve pensando. Y mire que me he pasado toda la vida de gira y actuando... Así que me voy a desvirgar en Melilla (risas). Es curioso que nunca haya estado allí. Voy con muchas ganas.
–Ahora que se acerca el 22 de diciembre con la Lotería de la Navidad, ¿cree que con Lady Macbeth le ha tocado el Gordo?
–No. He tenido mucha suerte y he contado con muchos premios gordos en mi vida. Ésa es la verdad. Lady Macbeth es un personaje emblemático del teatro que muchas actrices desean hacer. Pero yo nunca entendí por qué y no lo comprendí hasta que no lo tuve entre las manos. Es un personaje muy complejo y particular. No es una mujer malvada, sino la representación de la maldad. Por eso a la hora de enfocarlo es bastante peliagudo. Es un personaje muy potente, pero he tenido la suerte de hacer otros como éste.
–Se ha adelantado a la pregunta que quería hacerle y era si realmente Lady Macbeth es la personificación de la maldad o una persona con ese lado negativo que todos tenemos ocultos.
–No. Es la maldad personificada. Es cierto que tal y como la escribe Shakespeare hay algo que se te escapa a la razón. No es sólo un ser humano. Es algo muy particular aunque se manifieste como humano y se comporte como tal. Lo que nos quiere contar Shakespeare va más allá. Es un personaje que casi no parece terrenal, por eso hablamos de la representación de la maldad. Ella conduce a la locura por ambición a su marido, tanto en la obra de Shakespeare como en nuestra adaptación.
–¿Ha descubierto su lado oscuro gracias a esta obra?
–(Risas). No. Normalmente uno procura, bueno o a mí me gusta trabajar así, sin que mi yo aparezca por el personaje. Hay que trabajar con una distancia suficiente como para ver al personaje y separarlo de ti mucho. Afortunadamente estoy a años luz de la maldad de ella. ¡Menos mal! Pero existir, existen. Son personajes que llegan a tener esa cualidad tan negativa, aunque a lo mejor no tanto como Lady Macbeth, pero sí hay. Con esto es igual que cuando me toca hacer de asesino o de una monja, que haces de la mujer más buena del mundo, pero esa mujer nunca llegas a ser tú. Pero sí se aprende bastante de lo que quieres o no quieres ser cuando haces de otros personajes.
–Y, ¿qué ha aprendido?
–¿De Lady (Mácbez)?
–Sí.
–Más que de Lady, de todo el grupo de ‘Los Mácbez’. En esta obra nos hablan de la corrupción y de cómo el poder convierte al ser en corrupto porque ese poder está muy mal gestionado. También habla de los nuevos ricos, lo peligrosos que son, que la ambición desmedida lleva a la locura... Es lo que está ocurriendo en nuestro días. Es lo que vemos a diario cuando abrimos el periódico es bastante más ‘heavy’ que lo que escribió Shakespeare hace cuatro siglos. Esto es lo que estoy aprendiendo: Que la realidad sigue superando a la ficción.
–¿Por qué producirse un espectáculo?
–Bueno, somos todos. No soy yo en exclusiva. Yo produzco obras en la que no estoy. Pero esto lo estamos haciendo porque nos están puteando tanto que... Nosotros utilizamos nuestras armas. Pero, bueno me paso la vida haciendo teatro y es el medio del que vivo. En algunas ocasiones produzco con otros compañeros y en el caso de ‘Los Mácbez’ somos cuatro. No es que yo me produzca una función para salir yo. Eso me parece muy feo y no me gusta. Me gusta que me contraten. No por poner dinero digo que me hagan un personaje maravilloso. Ése no es mi estilo. (Risas). Este espectáculo lo hemos levantado entre una cooperativa de gente. Pero¿ por qué? Me preguntabas. Porque para los que vivimos del teatro es una manera de contar una historia. Hoy en día es muy difícil levantar un espectáculo de ocho actores como ‘Los Mácbez’, más todo el equipo técnico. Es muy difícil porque no hay ayudas de nada y con este IVA abrumador... Es cuestión de mirar cómo se hace el espectáculo y al final es con el esfuerzo de muchas personas.
–¿Será capaz de desvincularse del personaje de ‘Aída’?
–Estoy desvinculada de hace muchos años. La que no me desvincula de ella es la prensa. Para mí fue un personaje más en mi vida, ni más ni menos. Hace mucho tiempo que no tengo contacto con él. Cada vez que me pregunta por él me sorprende bastante porque no tengo ninguna relación con un personaje, que dejé de interpretar hace como unos siete años. En mi vida han pasado muchas cosas y mientras hacía ‘Aída’, también pasaban cosas. Yo estoy desvinculadísima...
–Bueno con ‘Aída’, con ‘Los Mácbez’, con ‘Ocho apellidos vascos’ ha conseguido el aplauso del público. Todo lo que toca tiene éxito. ¿Es cuestión de suerte o de trabajo duro?
–No(Risas). No es verdad. El éxito no sabes lo que es. Si tuviera la fórmula sería maravilloso. Pero no es verdad. Es un cúmulo de casualidades. Hay muchas cosas que he hecho y no han conseguido este éxito. Lo que pasa que, curiosamente, ha pasado una serie de acontecimientos y parece eso. Pero no tengo la fórmula del éxito. Además, el éxito para mí es otra cosa. Pero sí reconozco que tengo la suerte de hacer proyectos muy chulos y bonitos.
–¿Qué es entonces el éxito para usted?
–Pues el éxito es comer de lo que quiero y disfrutar mientras como. (Risas). No, el éxito está en dedicar cada día de tu vida a lo que quieres y no a lo que te imponen. En este sentido, los actores somos muy felices. Yo tengo la suerte de trabajar de continuo, me ofrecen cosas estupendas, que normalmente trabajo con compañeros cojonudos y directores maravillosos... Esto es el éxito. El levantarte por la mañana y decir: ¡Qué bien me lo voy a pasar hoy!
–¿Hay más hueco en la estantería para sus premios? Porque tiene una lista...
–Sí bueno, a veces me da por mirar... Ahora que me lo dice... (Risas).Pero los premios van por temporada. Son una cosa de agradecer, pero tienen el valor que tienen. Quitando alguno que te da dinero, como el Premio Valle-Inclán de Teatro, que son 50.000 euros, con los demás no comes. Pero sí que es verdad que los premios están muchas veces para recordarte un momento que viviste. El premio es una cosa bonita que no tiene más importancia que ésa, aunque los agradezco mucho, pero tampoco es lo más importante. Sí es de agradecer que alguien se acuerde de ti, porque son una especie de homenaje, pero nada más.
–Otras actrices aseguran que el mundo de la interpretación es cruel con ellas conforme cumplen años, porque dejan de hacer papeles. ¿Ha sufrido esto en algún momento?
–Pues mire no. Yo nunca he entendido este comentario de las mujeres y menos de las actrices. Si fuera otra profesión, como modelos que viven de su físico... Hombre a lo mejor si es una actriz que ha conseguido muchos trabajos por su físico, pues quizás sufre esto. Pero a mí me parece una chorrada muy grande pensar así. Lo digo sinceramente. Los actores somos muy afortunados. Tenemos tantos personajes como edades cumplimos. Siempre hay personajes de 50, 60 y 70 años. Y para eso estamos nosotros, para interpretarlos a medida que vamos creciendo. Yo no veo crueldad en eso. Veo lógica y ley de la naturaleza, y menos mal. Si fuera un cantante que su voz puede acabarse o un bailarín que el cuerpo puede dejar de rendir... Pero, ¿un actor? ¿Una actriz? No. Al contrario. A mí, a medida que pasa el tiempo, me ofrecen personajes más interesantes. Hay mujeres muy interesantes a los 20, a los 30 y a los 70 ni te cuento. Ahora tengo a otro personaje entre las manos de 50 años y es maravilloso porque tiene muchas cosas que contar con esa edad y para eso estamos las actrices, para darles vida. No me mola nada que se hagan ese tipo de comentarios porque se equivocan de profesión. No estoy de acuerdo con esa afirmación.
–Si tuviera que elegir entre la comedia y el drama, ¿podría hacerlo?
–No se puede hacer porque es lo mismo. No se diferencian en nada la comedia del drama. Son como la vida misma. Una persona puede estar muy triste y no por ello llorar y puedes estar feliz sin tener que reír todo el rato. En la vida se combinan la comedia y el drama continuamente y si como actor te lo puedes permitir, bravo. Yo trabajo igual con uno y otro.
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