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El espectáculo más bochornoso del mundo

Existe una película maravillosa de los años cincuenta que se titula 'El espectáculo más grande del mundo', el cual no se puede aplicar para la lamentable actuación que el Circo Paraguay ofreció en Melilla.

El pasado fin de semana, el Circo Paraguay actuó en el salón de actos del IES Leopoldo Queipo, de Melilla. Decenas de familias pagaron sus entradas (15 euros, en taquilla y 10, venta anticipada) con el objetivo de pasar más de una hora de diversión con los más pequeños de la casa. Al precio de las entradas hay que sumar las palomitas, a tres euros, y los botellines de agua, a dos euros. Si hacemos cálculos, una familia de cuatro miembros, por ejemplo, pudo haber gastado unos 80 euros tranquilamente.

El Faro se reúne con Rocío Tena, amiga de Antonio Palmero, uno de los componentes del Circo Paraguay, y nos narra cómo lo que pudo haber sido un fin de semana de risas se convirtió en un fin de semana polémico.

En su día, nos cuenta  Rocío, “actuó en Melilla Fofito, y uno de sus componentes era Antonio Palmero. Yo fui una de las ayudantes y la verdad es que fue todo un éxito. Al principio iban a actuar en el colegio La Salle, pero finalmente no fue posible y se pusieron en contacto conmigo al saber que había trabajado en el otro evento”. Finalmente, el salón de actos del IES Leopoldo Queipo sí contaba con esas fechas libres: “Aquí les facilitamos todas las instalaciones con el pago del alquiler, pero este señor no quería el servicio de luces, ni de sonido porque pretendía rebajar el precio. Nos dijo que tenía su micro y sus altavoces. Entonces, la persona encargada el sonido reiteró que le iba a cobrar lo mismo. Aún así, ellos se negaron y en la función del sábado todo estalló porque el sonido se acopló con las antenas del entorno del IES Leopoldo Queipo. Nosotros queremos dejar claro que aquí el IES no tuvo nada que ver porque no aceptaron nuestros servicios. En ese momento, le dijimos a Nando Montes y Antonio Palmero que explicasen al público lo qué sucedía, pero se negaron”.

Debido a los problemas de sonido del equipo particular del Circo Paraguay, los miembros de éste desconectaron el enchufe detrás del telón. Con lo cual, la encargada de vender palomitas, Rocío Tena, se encontró ante una cola inmensa, de personas lógicamente molestas. Totalmente, impotente, Tena decidió ofrecer agua a los asistentes como recompensa. Por otra parte, el circo contaba con cuatro personajes infantiles, y dos personas que se disfrazaban de ellos: “Hubo un momento en que me enviaron mensajes, suplicándome que les diese agua porque se estaban asfixiando”, no relata Tena.

Dicen que el espectáculo debe continuar, pero ni mucho menos. Nando Montes y Antonio Palmero dieron por terminado el espectáculo sin dar una explicación: “Mi vergüenza fue tal que me subí al escenario a intentar animar al público y a los niños que estaban llorando. En ese momento, este estafador, Nando Montes, salió al escenario vestido de payaso, vendiendo espadas de luces a 8 euros. Le comenté que el precio era muy elevado y gritándome dijo que me callase. A mí, en ese instante, me saltaron las lágrimas, me giré y salí a la calle a decirles a los padres que reclamasen el precio de las entradas. Finalmente, llamaron al teléfono que aparecía en el cartel, pero tuvo la poca vergüenza de responder que no devolvía el dinero a nadie”. Ante este panorama, muchos padres y las personas que habían trabajado aquí para ellos fueron hotel a reclamar lo que les debían: “Este señor se escondió en su habitación y envió a su compañera de Sevilla, con un ataque de pánico, a que nos abonase la cantidad. El otro socio, Antonio Palmero, dio la cara por nosotros y nos abonó parte de la cuantía. Aquí no vamos a echar la culpa sólo a uno, su socio también tenía que haber hecho algo”.

Lejos de cancelar el espectáculo, el domingo regresaron escenario del Leopoldo Queipo para volver a estafar a los padres, pero lo más tristes a niños ilusionados. El Faro estuvo allí, y puede constatar que llamar payasos a los presuntos artistas  del Circo Paraguay es un insulto para los profesionales de esta bella vocación. Hacer felices a los más pequeños.

La actuación duró, como mucho, 30 minutos. El sonido era pésimo, no había ni un solo elemento decorativo. Simplemente dos personas, vendiendo espadas de colores, esta vez a cinco euros, tras el fiasco del sábado y eso sí, las fotos con los muñecos eran gratis, mientras el día anterior tenían que abonar 5 euros por la fotografía tras haber comprado previamente la espada de colores. Finalmente, todos los niños subieron al escenario, y aquello se convirtió en un comercio. Ni risas, ni gracias, ni interpretación. Simplemente estafaron delante de nuestras caras a decenas de melillenses que ahora quieren denunciar: “Muchos padres querían dirigirse a consumo a denunciar lo que sucede es que este personaje no tiene una hoja de reclamaciones, ni está dado de alta como empresa. Además, no hay constancia de los pagos porque tenían que hacerse en efectivo. Quiero dejar claro que la Ciudad Autónoma no tiene nada que ver con esta actuación, que en este salón de actos se han celebrado actuaciones de gran éxito, pero que estos estafadores vinieron aquí a tomarnos el pelo porque no quisieron nuestra ayuda en ningún momento. Lo que querían eran cobrar sin aportar nada”.

Estafar es una práctica indecente, pero jugar con la sonrisa de un niño no tiene nombre. Tal vez, la justicia no pueda resolver nada, pero quizás las voces de los afectados sirvan para que nadie vuelva a caer en la trampa.

 

 

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