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El Enrique Soler enseña solidaridad

Este colegio vuelve a prestar su ayuda a una persona enferma. Van a destinar todo el dinero que recauden de la venta de jabones y esencias a Sonia Hernández, una joven melillense que padece electrosensibilidad.

El colegio Enrique Soler vuelve a emprender una iniciativa solidaria este año. Este centro está demostrando su sensibilidad con las personas más necesitadas y ha descubierto gracias a proyectos anteriores, que tanto su directiva, como los docentes y los alumnos, que el resto de la sociedad melillense les apoya. Así que, ¿por qué no emprender un nuevo proyecto en beneficio de una persona que necesite con urgencia esta ayuda? En esta ocasión, su objetivo es recaudar dinero para una melillense, Sonia Hernández de 37 años, que padece electrosensibilidad y sensibilidad química múltiple.   
El Enrique Soler muestra su solidaridad dando ejemplo a sus alumnos. El pasado año ayudó a dos niñas con varias acciones solidarias. La primera de ellas fue conseguir tapones de plástico para Aitana, una pequeña que necesitaba dinero para costearse un tratamiento muy caro, pues padece una enfermedad rara. El Enrique Soler se hizo eco de una iniciativa de una compañía de correo y paquetería que enviaba de forma gratuita todos los sacos y bolsas de tapones que la sociedad española pudiera reunir a una fábrica de reciclaje. Así que decidió sumarse a otras entidades y colegios españoles que estaban realizando esta recogida de tapones. El pago que recibieron por esta mercancía se envió a Aitana.
Antonio Aguilar, componente del Enrique Soler, aseguró a El Faro que esta iniciativa fue tan bien acogida por la comunidad educativa del centro y por el resto de melillenses, que en pocos días tenían los kilos suficientes como para empezar los envíos y aportar su granito de arena a la causa de Aitana.

Música solidaria

Con la llegada de la primavera, Aguilar escuchó que una niña de padre melillense, Ainhoa, necesitaba una operación que le ayudaría a mejorar considerablemente su calidad de vida, pero que su familia no podían costearle este tratamiento porque era muy costoso. Aguilar habló con las tías de Ainhoa que viven en Melilla y al conocer que en Algeciras, donde reside la niña, ya se habían organizado eventos solidarios para recaudar fondos para ella, decidió proponer al Enrique Soler imitar a los gaditanos. Así, concluyeron que la forma más rápida para recoger dinero en beneficio de Ainhona sería cobrar una entrada de tres euros para las personas que desearan ver el concierto de voces blancas de final de curso. Y esta iniciativa también fue un éxito. Además, consiguieron que la Ciudad costeara a Ainhoa y a sus padres los billetes de barco para que pudieran asistir a este evento y asi, dar las gracias personalmente a todos los presentes.  

Una amiga de la infancia

Resulta curioso cómo la historia de Sonia Hernández ha pasado a ser el proyecto solidario de este año del Enrique Soler.
Antonio Aguilar se cruzó con la madre de Sonia, María del Carmen Ciendones, en el colegio cuando ésta fue a entregar una bolsa con tapones de plástico, ya que aún siguen recogiendo este material en el centro. Aguilar había coincidido en el colegio con Sonia y de ahí conocía a su madre. Y le preguntó por ella, pues hacía mucho tiempo que no tenía noticias suyas.
María del Carmen le contó, entre lágrimas, que su hija padece una enfermedad rara y que muy pocas personas comprenden la angustia que tienen porque Sonia hace años que no puede salir de casa ni realizar ninguna actividad normal, como ver la televisión o cocinar.
Sonia Hernández padece electrosensibilidad y sensibilidad química. Esos nombres tan complejos significan que no puede estar cerca de ningún objeto que tenga electricidad y que siente como si mil alfileres se le clavaran en el cuerpo cuando está cerca de algún producto químico, y huele por ejemplo, la tinta de un periódico o el gas que puede desprender el calentador de agua de la cocina.
Aguilar escuchó el relato de esta madre, que no sabe ya dónde buscar más ayuda para que les digan una forma de mejorar la calidad de vida de su hija. Por ello, este componente del Enrique Soler propuso al resto del colegio que todas las iniciativas que emprendan a lo largo del año sean para recaudar dinero para Sonia.
La familia de esta joven melillense no quiere el dinero en sí, por lo que será el Enrique Soler el que invierta todo lo que puedan recoger, gracias a las solidaridad de los melillenses, en ropa que repela la electricidad e incluso, en una cortina para la habitación de Sonia que tenga esta misma función.
El Enrique Soler tiene previsto la presentación de una esencia que elaborarán los alumnos, así que el dinero de la venta de estas colonias lo destinarán a esta iniciativa solidaria a beneficio de Sonia; así como lo que recauden de la venta de jabones y bolsitas olorosas para el armario. En el concierto de fin de curso que ofrecerá el coro de voces blancas se volverá a cobrar una entrada y ese dinero también irá para Sonia.

Aislada e incomprendida

La electrosensibilidad provoca dolores de cabeza, vómitos y malestar general. Sonia sufre crisis muy fuertes casi todos los días. Vive en un bloque de pisos y aunque en su casa la luz eléctrica no esté conectada, sus vecinos tienen la televisión encendida y en la calle hay un sinfín de farolas. Acercarse al teléfono para hablar durante unos minutos con El Faro ya le supone un gran esfuerzo y luego, no puede hacer otra cosa que llenar un baño con arena de la playa y sentase para intentar que ésta absorba toda la electricidad que se queda en el cuerpo y que le provoca mucho dolor.
Sonia es una joven que lleva desde 2007 sufriendo sin saber si algún día van a poder encontrar una forma de tratar su patología. La sensibilidad a la electricidad y a los productos químicos comenzó cuando se mudó con sus padres a una casa nueva. Aparecieron los vómitos, la diarrea, las cefaleas y los dolores que ningún médico comprendía y que iban agravándose conforme pasaba el tiempo. Hasta que encontró un especialista en enfermedades raras y pudo ponerle nombre y apellidos a su patología.
Sonia sabe que no tiene tratamiento y se conforma. Pero lo no puede comprender es cómo la gente cree que se inventa esta enfermedad. Muchos la llaman loca y ella ni si quiera aguanta estar cerca de un teléfono móvil por la quemazón que le produce en la piel. Esta joven no es una demente, sino una melillense que necesita de la colaboración de todos para mejorar su calidad de vida. No se trata de que quiera una ayuda económica, sino algo de comprensión y empatía.

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