Las elecciones autonómicas ayer en Melilla han arrojado un nuevo mapa político, de nula variación en cuanto a la mayoría llamada a gobernar, pero sí determinante en lo relativo a la oposición, que de dos grupos ha pasado a un total de tres con el acceso a la Asamblea del nuevo Partido Populares en Libertad que fundara hace un par de meses el expresidente de la Ciudad y también del PP melillense, Ignacio Velázquez. Posiblemente, las variaciones en el bloque de la oposición constituyan el aspecto más llamativo de unas elecciones que, por lo demás, no han hecho otra cosa que revalidar la mayoría absoluta del PP y con ello otorgar un nuevo respaldo para los cuatro años venideros tanto a los populares como a su presidente, principal candidato y hoy por hoy el mayor capital electoral del mismo partido, Juan José Imbroda.
Destaco la importancia de las consecuencias de estas elecciones para los grupos anti-Imbroda porque, en ella, ha resultado determinante la entrada en escena de Populares en Libertad, que lejos de jugar, como se pretendía, en detrimento de la candidatura del PP, lo que ha hecho ha sido obrar sobre todo en perjuicio de los socialistas.
Ante la debacle del PSOE melillense se podría hacer el análisis simplista de achacar su espectacular derrota a los efectos de la crisis económica en el conjunto del país y en el Gobierno socialista nacional de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero, como digo, no sería más que un análisis simplista, porque en estas elecciones el bloque anti-Imbroda ha jugado tan duro como arriesgadamente sin medir las consecuencias de su endiablada alianza.
Por una parte, el PPL ha robado más votos al PSOE que a su principal antagonista en su dura cruzada contra el Partido Popular. Con ello, no sólo ha socavado aún más la falta de liderazgo natural de Dionisio Muñoz sino que se ha demostrado que para muchos de los votantes naturales del Partido Socialista Velázquez y su PPL suponen unos adversarios de mayor entidad ante el reelegido presidente de la Ciudad que el susodicho Muñoz y séquito de dirigentes del actual PSOE melillense.
La conclusión no es descabellada. Se ciñe a los resultados en mesas y colegios electorales que se consideran cruciales para obtener un análisis certero de la evolución del voto.
Velázquez, el activo no candidato más visible del nuevo Populares en Libertad, ha logrado atraer desde el voto descontento del PSOE -nada conforme con la dirección del Partido Socialista en Melilla-, hasta el voto útil de quienes pretendían hacer valer su oposición a Imbroda, aunque fuera a costa de apoyar a un liberal, más a la derecha incluso que la actual dirección del PP local.
De tal modo, la operación de traer a Velázquez a Melilla, lejos de romper al PP melillense, como ha querido trasmitir Muñoz durante la campaña electoral, lo que ha logrado ha sido romper a la oposición, dividir sus sufragios en mayor medida y debilitar aún más al ya de por si maltrecho Partido Socialista, que ha caído más bajo que nunca, con la menor representación de toda su historia en la corporación melillense.
Lo anterior tampoco es de extrañar teniendo en cuenta la errática estrategia de Dionisio Muñoz, que pasó de aliarse con CpM para las Generales de 2008, a desmarcarse a la postre de sus aliados cepemistas y promover, finalmente, una mayor división del voto a los grupos anti-Imbroda. “Más vale que no hubiéramos echado nunca a la peruana”, comentaba ayer en tono irónico un socialista, a modo de resumen de lo caro que han terminado saliéndoles las maniobras en el Ingesa cara a facilitar el retorno de Velázquez a Melilla.
Por otro lado, el nuevo mapa electoral ha permitido poner a CpM en el lugar que le viene correspondiendo desde 2007, cuando ya fue la segunda fuerza más votada, con prácticamente mil votos más que el PSOE, pero aún así con la misma representación en la Asamblea de Melilla que sus malavenidos aliados socialistas.
CpM está llamada a asumir la gran responsabilidad que le han inferido estos comicios, como líderes de la oposición. Su extrema dedicación a un segmento concreto de la población como es la comunidad musulmana, no debe obrar a favor de una polarización dañina de la sociedad melillense. Los cepemistas deben recuperar el espíritu que les permitió creer electoralmente entre la población ‘cristiana’ en las elecciones de 2003.
En cuanto al PP, su revalidada mayoría absoluta no puede ser un cheque en blanco. Su diálogo con los cepemistas es inexcusable, cara a evitar, como digo, una polarización malsana de nuestra sociedad, extremadamente dañina para nuestro futuro.
Los populares han de hacer bueno también cuanto han prometido durante la campaña: es decir, una política más transparente y generosa con los adversarios, más consecuente con la necesidad de conseguir una ciudad más sostenible y amable para los peatones, y más atenta sobre todo a las necesidades de los grupos más desfavorecidos y afectados por los altos niveles de pobreza que se dan en Melilla.
Ayer, especialmente, resultó penoso y un fracaso para todos nosotros que el presidente de una mesa electoral y dos vocales de otra tuvieran que ser sustituidos por no saber leer. No podemos permitir que siga habiendo analfabetos en Melilla. La política de crecimiento urbanístico y obras faraónicas debe ceder en beneficio de una mayor política social.
Mi enhorabuena por último a cuantos han logrado el respaldo de los melillenses y, un deseo, dejemos a un lado los revanchismos después de la miserable campaña electoral que hemos vivido.
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