Una vez al año, la Operación Feriante acapara la atención de la opinión pública. Cientos de agentes de Policía Nacional y Guardia Civil trabajan durante tres días para interceptar a los inmigrantes que se esconden en los camiones de las atracciones. No obstante, se trata de un problema al que la Benemérita se enfrenta a diario, aunque bien es cierto que la conclusión de las fiestas patronales sirven para poner rostro a esta faceta tan amarga de la inmigración irregular.
Al concluir la Feria, decenas de inmigrantes buscan una oportunidad para colarse como polizones en los barcos que zarpan con destino a la península. Los guardias civiles que trabajan a diario en el puerto comercial conocen de sobra el panorama, pues se enfrentan a esta situación de forma cotidiana. El Faro tuvo acceso ayer a la zona de las escolleras donde estos inmigrantes, muchos de ellos menores de edad no acompañados (menas), pasan la noche al raso a la espera de una oportunidad para subirse al barco.
Acompañados por efectivos del Instituto Armado, las cámaras de este periódico tuvieron ayer la oportunidad de comprobar cómo es una mañana cualquiera para los agentes. Accediendo a la zona superior del espaldón por el viejo faro, se puede apreciar la presencia de colchones, ropa e incluso enseres de cocina diseminados entre las rocas. Hay también, camuflados en el rompeolas con mantas oscuras, pequeños asentamientos. Se trata solamente de la punta del iceberg, pues más adelante hay una suerte de dormitorio totalmente organizado en el que los inmigrantes pasan el día.
Como muestran las fotografías, encontramos una serie de colchones situados en una zona de sombra sobre los que duermen plácidamente cinco magrebíes. Son las 10:00 horas y el día para ellos todavía no ha comenzado, pues aguardan en las escolleras hasta que ven la ocasión de colarse en los barcos. Varios de ellos tienen aspecto de ser menores de edad. A su alrededor pueden verse mantas del Ejército, una cacerola y un perrito de peluche.
Ante la presencia de las cámaras y de los agentes de la Benemérita, los inmigrantes comienzan a levantar el campamento. Atravesando un delgado resquicio de hormigón pegado al muro se dirigen a la zona del paseo con mirador que anteriormente estaba abierto al público y por el que se accedía a través de la cuesta de la Florentina.
Lentamente, sin prisa alguna a pesar de que la Guardia Civil les conmina a abandonar el lugar, dejan el dormitorio. Alguno incluso se da la vuelta, increpa a los agentes y hace cortes de manga. Otros ni se mueven, visiblemente aturdidos por el efecto de alguna sustancia estupefaciente.
Un joven de camiseta roja que descansa adormilado a la sombra sobre el muro se niega a levantarse. Lanza contra las cámaras y los agentes piedras de pequeño tamaño y tapones de plástico. Finalmente, decide ponerse en pie y abandonar el lugar refunfuñando. Eso sí, antes de irse micciona de cara al rompeolas. Cuando los efectivos del Instituto Armado se marchen, los inmigrantes volverán al mismo lugar.
Este es ‘el pan nuestro de cada día’ para los guardias civiles. Los jóvenes que están en las escolleras, por lo general marroquíes y argelinos, pasan la jornada vigilando sus idas y venidas a través de la zona de acceso restringido del puerto. Cuando los inmigrantes están seguros de que no hay agentes, descienden desde una altura de siete metros utilizando cuerdas o sábanas que enganchan de las farolas o de cualquier saliente. El salto que deben dar no es nada sencillo. De hecho, la semana pasada dos menas se hirieron gravemente al dejarse caer desde el espaldón.
Herido en la pierna
Curiosamente, uno de los menores interceptado durante los primeros compases de la Operación Feriante en la plaza de San Lorenzo lucía una grueso vendaje en una pierna y se mostraba visiblemente dolorido. De hecho, el joven no fue localizado dentro de una atracción, como suele ocurrir, sino que el mismo se echó al suelo en mitad del Real de la Feria cuando vio aparecer a los agentes de Policía Local.
La Guardia Civil calcula que a diario interceptan una media de diez inmigrantes tratando de colarse en los barcos que zarpan rumbo a la península. En la jornada de ayer, había unos 50 en la zona del espaldón, aunque la mayor parte huyó del lugar al ver aparecer a los agentes.
Las jornadas con mayor actividad en las escolleras son en las que zarpan del puerto melillense los barcos que transportan contenedores y mercancías. Los inmigrantes prefieren este tipo de buques porque les es más sencillo esconderse entre la carga, muchas veces arriesgando su propia vida para ello.
Desde la lejanía
En la jornada de ayer, mientras policías y guardias civiles registraban los camiones de la feria, decenas de inmigrantes magrebíes observaban la operación desde las murallas de Melilla La Vieja. Cuando los agentes encontraban a alguien escondido en las atracciones, estos peculiares observadores no dudaban en jalearle. La cuesta de la Florentina y el acceso a la escollera se convirtió ayer por la mañana en un continuo ir y venir de estos inmigrantes que, como hacen a diario, buscaban una oportunidad para colarse en los barcos como polizones.
Por otro lado, la Guardia Civil hizo ayer hincapié en que la lucha contra la inmigración irregular supone casi el 80% de la carga de trabajo que los agentes soportan en la zona del puerto comercial.
En este sentido, remarcaron que evitar que los inmigrantes se cuelen en los barcos no es algo exclusivo de los días de la Operación Feriante, sino una lucha diaria.
De hecho, en lo que va de año han sido interceptadas 2.130 personas que pretendían subirse a los barcos como polizones. De ellas, solamente 210 eran mayores de edad, mientras que el resto eran menas. La labor de la Guardia Civil en este terreno consiste tanto en evitar el acceso ilegal a los barcos como en velar por la seguridad de los propios inmigrantes, habida cuenta del riesgo para su integridad física que supone saltar desde el espaldón.
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