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El dilema Azancot

Los datos del paro en julio indican que hay menos trabajadores sin empleo que un mes antes, un hecho que este año sólo se ha producido en otra ocasión, allá por el mes de abril.

Fue poco después de que Esther Azancot sustituyera a Antonio Vázquez al frente de la Dirección Provincial del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE). Desde el 5 de febrero Vázquez se ocupa del Área Funcional de Agricultura y Pesca. Y casi desde ese mismo día Azancot viene dándole vueltas en la cabeza a un asunto. Ayer, durante la presentación de los datos de desempleo de julio, confesó que desde su llegada al SEPE una de sus mayores preocupaciones ha sido el escaso nivel de formación de los desempleados melillenses. De hecho, explicó que ha solicitado al Ministerio de Empleo una subvención de 300.000 euros para erradicar el analfabetismo entre los parados. Se trata de una empresa loable. Incluso es comprensible el empeño de Azancot si tenemos en cuenta su anterior trabajo como inspectora en la Dirección Provincial de Educación, una labor que venía realizando desde 2008, hasta que el delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, la señaló con el dedo para que se sentara en el sillón de Antonio Vázquez.
Sin embargo, vista la lucha que desde ese despacho se dispone a emprender contra el analfabetismo, parece una tarea fuera de lugar. En primer lugar, porque se trata de un empresa más propia de su compañero de pupitre, José Manuel Calzado, director provincial de Educación. Y en segundo lugar, porque en el asunto de los desempleados analfabetos la parte que le corresponde a ella es la de que dejen de estar desocupados, no que dejen de ser analfabetos. Por desgracia, para Azancot, una cosa no lleva a la otra. Ni están desocupados sólo porque sean analfabetos ni tiene sentido pensar que son analfabetos porque estén desocupados.
La directora del SEPE es licenciada en Ciencias Matemáticas. Debe conocer la teoría elemental de conjuntos y seguro que aún recuerda algunas nociones básicas de lógica matemática. Un vistazo rápido a alguno de esos manuales puede bastarle a Azancot para caer en la cuenta de cuál será el resultado de su dilema, ése que le quita el sueño desde que El Barkani la puso al frente del SEPE. Quizás, dentro de unos meses, si le dan el dinero y cuando tenga que rendir cuentas en el Ministerio de los 300.000 euros que acaba de solicitar, vea que en nuestra ciudad haya menos analfabetos, pero el número de desempleados sea el mismo. Sin duda, si eso ocurre y pretende atribuirse algún mérito, será tan absurdo como responsabilizar a Calzado de las cifras del paro en Melilla.
El error de Azancot es doble. Primero, porque pretende solucionar un problema que no es de su competencia. Y en segundo lugar, porque el problema de su competencia es que en nuestra ciudad no se genera suficiente empleo para ocupar a los más de 13.000 parados contabilizados en julio. Por desgracia, el motivo por el que los empresarios de Melilla no amplían sus plantillas no es que el mercado laboral sólo les ofrezca trabajadores analfabetos.
Lógicamente, los ciudadanos con menor formación son los que más dificultades tienen para conseguir un puesto de trabajo. Por desgracia, si todos ellos dejaran de ser analfabetos, Azancot continuaría sin resolver su principal dilema: Cómo aligerar la voluminosa lista del paro, esté compuesta 13.285 trabajadores sin estudios o por 13.285 intelectuales.

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