“El diablo habló con Dios”

La Ser viene realizando una interesante ronda de entrevistas en torno a los posibles pactos de cara al nombramiento del futuro Presidente o Presidenta de la Ciudad y el consiguiente Gobierno que se formaría.

La Radio, al igual que la Televisión, ofrece una frescura para este género periodístico que resulta imposible de lograr en el formato de la Prensa escrita, donde el continente o el espacio físico de la página acaba determinando el contenido mucho más que el ajuste de tiempo que rige en los medios orales o audiovisuales.

En la Prensa escribir una buena entrevista depende en gran medida del cariz del entrevistado. Cuando más espeso y propenso sea a los circunloquios más difícil resulta reflejar su mensaje manteniendo la mayor fidelidad posible a su peculiar forma de hablar y, al par, a la exigencia de resumen que impone el formato literario. La dificultad de la entrevista en la Prensa es proporcional a la capacidad de expresión y concreción del entrevistado. Y como saben, en estos días de mensajes tan ambiguos como contradictorios, lograr por escrito lo que consiguen los medios orales o audiovisuales es harto difícil.

Pero si me apuran, ni la televisión, por ventajosa que sea en tantos aspectos de la comunicación, consigue transmitir lo que traduce la palabra desnuda y falta de imagen.

La radio nos invita siempre a interiorizar más con la forma de hablar de cada cual, desde el propio timbre de su voz hasta su manera llana y directa de echar mano del lenguaje. Por eso, con mucha atención, ando escuchando la ronda de entrevistas de La Ser Melilla que hoy, tendrá, a partir de las 13.30h, a Juan José Imbroda como invitado y que ayer tuvo a Mustafa Aberchán como protagonista.

No obstante, si algo he sacado en claro hasta ahora de cuánto he oído es que, nada, nada está claro, más que la preferencia evidente de PSOE y CpM por formar Gobierno conjuntamente y la ambigüedad calculada de Eduardo de Castro, en permanente equilibrio entre lo que se traduce como sus inclinaciones más personales y la disciplina a la que se debe como presidente de Ciudadanos en Melilla.

De la entrevista de ayer con Aberchán, sólo se puede concretar que su opción número uno y quizás la única pasa, como puede presuponerse, por pactar con Rojas y De Castro. Hasta desveló que, si por él fuera. la misma noche electoral, tras conocerse los resultados, ya tendría que haberse firmado el nuevo Gobierno de la Ciudad. Incluso contó que así lo dijo por escrito, en la misma madrugada del día después, en el grupo de whatsapp que ha venido compartiendo con el resto de portavoces de los grupos de la oposición en la Asamblea de la Ciudad.

No obstante, fiel a su astucia, Aberchán también deslizó una opción número dos, adobada de aparente sinceridad pero, a mi parecer, más como recurso y a modo de pura estrategia. En concreto, afirmó, literalmente, que la coalición más conveniente para la estabilidad y el futuro de Melilla pasaría por una alianza CpM-PP que aunara a los 18 diputados que conjuntamente reúnen ambas formaciones. Y aunque si bien añadió que para hacerla posible habría que superar muchos prejuicios y asumir un alto coste por parte de ambos partidos, insistió en que no dejaría de ser lo más acorde con la ‘expresión’ mayoritaria del pueblo de Melilla: “el paraguas”, matizó, que mejor ampara “la mayor representatividad popular”.

Aludió a ello con un fuerte aliño de llamadas al diálogo sin exclusiones, de quejas porque el PP ande descartando de posibles acuerdos a CpM y con un parapeto de gran demócrata vestido de hombre de Estado que, quizás pudiera haber convencido, de no haber aprovechado, a renglón seguido, para atacar nueva y duramente al PP. De hecho, no sólo reeditó acusaciones tan falaces como la que ya lanzó durante la campaña electoral contra Fadela Mohatar por su asistencia a un acto en el templo evangelista, sino que introdujo otras de nuevo cuño como que los populares “colocaron en las elecciones a apoderados que no son españoles”, han “pagado con dinero público muchos proyectos que no van en dirección a resolver los problemas de los españoles” o se han visto inmersos en “escándalos monumentales en primera línea del Partido Popular por gente que son marroquíes, que no son españoles”.

Aberchán, tan amigo como siempre del circunloquio, dio una de cal y otra de arena, jugando sus cartas ante sus aliados naturales o preferentes. Porque el utópico idilio entre PP y CpM, si bien es verdad que posibilitaría una gran alianza por la reconciliación y al servicio del espectro electoral más amplio y representativo del conjunto de nuestra sociedad, nunca jamás, de plantearse seriamente, puede combinarse con acusaciones como las que ayer realizó y, en parte, reeditó contra los populares, ni por supuesto con el combinado preferente del anhelado pacto con PSOE y Ciudadanos que hace cuatro años acabó frustrándose por el conocido desmarcaje final del PPL de Velázquez.

En política, nunca podremos cansarnos de decirlo, todo es posible, pero lo que sí cansa es tanto juego estratégico pendiente tan sólo de que el número 13, es decir, Eduardo de Castro, incline el fiel de la balanza hacia un lado u otro. Por eso, cuando Aberchán ayer, en un alarde de gran demócrata y hombre de Estado, se postulaba imparablemente como abierto al diálogo con todos y sin margen para las exclusiones, en el fondo no hacía más que presionar hacia el lado que más le conviene y hasta acababa traicionándose al rememorar un pasaje bíblico y señalar que “el Diablo habló con Dios, dialogó con Dios”. Evidentemente, todos pueden hablar con todos, pero unos lo harán para tentar, otros para despistar y los más avenidos para ver si de una vez fraguan el pacto que llevan intentando cerrar desde 2015.

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