EL día 27 de cada mes debería haber estado marcado en rojo en la agenda del delegado del Gobierno en Melilla desde aquel fatídico 27 de octubre de 2013.
Abdelmalik El Barkani debería haberse levantado cada uno de los días 27 de los últimos quince meses pensando que la cita más importante de la jornada era la reunión con Abdeslam Ahmed (padre de Pisly) y Driss Mohamed (padre de Emin). Probablemente el delegado del Gobierno no hubiera podido facilitarles más información de la que ha aportado hasta ahora, es decir, ninguna. Sin embargo, quizás las familias no hubieran tenido esa percepción de desamparo y abandono, una sensación que no ha hecho más que crecer a lo largo de estos quince meses.
Además, alguien debería ruborizarse hoy en el Ministerio de Asuntos Exteriores o en el del Interior tras conocer que los propios padres de los jóvenes tienen intención de regresar personalmente a Rabat para solicitar información sobre el caso al Tribunal Militar del país vecino. Es muy probable que vuelvan con las manos vacías. No hay muchas esperanzas de que las autoridades marroquíes les presten demasiada atención, lo que añadirá aún más dolor a la pérdida de sus hijos. Sin embargo, nadie les podrá reprochar que no van a hacer lo que les corresponde como padres: Tratar de descubrir a los responsables de las muertes de sus hijos e intentar que sean castigados si han comedido algún delito. Cuando inicien el camino de regreso con las manos vacías, como es muy probable que ocurra, y vuelvan a poner un pie en nuestra ciudad, lo harán con la cabeza muy alta. Sabrán que, aunque hayan conseguido poco o nada, habrán cumplido con su obligación. Conoceremos el resultado de sus gestiones, fruto del ímpetu de dos padres que no se resignan a no saber por qué murieron sus hijos. Su probable fracaso al intentar arrojar luz sobre los detalles del suceso será el fracaso de la diplomacia de nuestro país, la vergüenza generalizada en Asuntos Exteriores e Interior. Sin embargo, si por insospechadas circunstancias Abdeslam Ahmed y Driss Mohamed regresan con los datos de la investigación del suceso ocurrido aquel 27 de octubre de 2013, irremediablemente deberán producirse dimisiones.
El rubor y la vergüenza también deberían subir por los rostros de algunos representantes de los partidos de la oposición, especialmente aquéllos que tienen la posibilidad de que todos los días 27 de cada mes algún miembro del Ejecutivo central tenga que dar explicaciones sobre este asunto en el Congreso de los Diputados.
La imagen de los familiares de Emin y Pisly concentrados ayer ante la Asamblea era desoladora. Cada vez consiguen movilizar a menos personas a favor de su causa. Sin embargo, eso no significa no les asista la razón cada vez más. De hecho, Abdeslam Ahmed y Driss Mohamed deberían prohibir posar con ellos a quienes su única preocupación es fotografiarse a su lado cada día 27. No tiene sentido que quienes permanecen mano sobre mano durante treinta días en relación a este tema, reprochen al Gobierno no haber hecho nada. A ellos también les corresponde una parte de la humillación por la que está pasando nuestro país con el tratamiento que lleva dando Marruecos a las muertes de Emin y Pisly desde hace quince meses.