Opinión

El despiste protocolario de la delegada del Gobierno de Melilla

La delegada del Gobierno de Melilla, Sabrina Moh, visitó el viernes pasado la carpa que la Autoridad Portuaria ha montado en el Puerto de Melilla para dar sombra a los pasajeros de la Operación Paso del Estrecho (OPE). Lo hizo acompañada por representantes de la Policía Nacional y la Guardia Civil, además de Omar Haouari, director territorial del Ingesa, en plena polémica con Podemos.

Lo del paseo de Moh con Haouari es un recurso bastante manido en política. Es una forma muy sutil y arriesgada de mostrar apoyo. Si la polémica se queda en agua de borrajas no pasa nada, pero si las cosas se tuercen y él cae, la arrastrará consigo.

El caso es que con tanto tejemaneje político, a Sabrina Moh se le olvidó invitar a quien debió ser su anfitrión, el presidente de la Autoridad Portuaria, Víctor Gamero, bajo cuya responsabilidad ha estado la instalación de la carpa de la OPE. Para poner remedio a su mala memoria, le cursó la invitación minutos antes del inicio del acto y el presidente del Puerto declinó asistir porque seguramente tendría cosas más importantes que hacer que acompañar a la delegada del Gobierno para ilustrar sus postales preelectorales.

No es la primera vez que Sabrina Moh se marca un numerito de estos. Con el presidente de la Ciudad, Eduardo de Castro, ha tenido también sonados rifirrafes porque Sabrina Moh quiere presidirlo todo, incluso lo que no le toca presidir. Chocó con De Castro porque ella quería presidir todas las Juntas de Seguridad y cuando el jefe del Ejecutivo le dijo que con el reglamento en la mano eso no es así, optó por no disolver el Centro de Coordinación de la Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que el Ministerio del Interior creó durante el Estado de Alarma, cuando había mando único, para tener bajo control a Policía Nacional y la Guardia Civil.

Ya el más gordo de los ridículos lo hizo cuando vino el secretario de Estado de Política Territorial, Alfredo González, a presentar en Melilla el Plan Estratégico del Gobierno y los periodistas estábamos citados, con las mismas personas, a la misma hora, en dos sitios distintos: en la Delegación del Gobierno y en la Asamblea. Finalmente la rueda de prensa se hizo en la Asamblea y De Castro ganó un pulso que solo intentan echar quienes ignoran las normas básicas de protocolo.

Pero ella, que no pierde ni al solitario, organizó después unas reuniones en la Delegación del Gobierno y una ruta turística por Melilla en las que no se vio al presidente de la Ciudad.

No es el primer lapsus que tiene Sabrina Moh con el presidente. Recordemos que en septiembre de 2020 De Castro lanzó una carta en Twitter poco menos que llamándola mentirosa porque aseguró a la prensa que ella había propuesto que el Fuerte de Rostrogordo acogiera a positivos en covid como alternativa al centro covid de Altos del Real y el presidente salió 'embalao' a ponerla en su sitio por adaptar la realidad a su gusto. Aquello terminó como siempre, con Gloria Rojas, apagando el fuego que había iniciado la delegada del Gobierno.

De más está que os recuerde la que lió hace poco Sabrina Moh con el presidente de Coalición por Melilla, Mustafa Aberchán, que casi se lleva por delante el Gobierno de coalición, a raíz de la reclamación del cepemista sobre las restricciones de la frontera. Otra vez tuvo que salir Gloria Rojas a apagar el  fuego, solo que en esta ocasión se le fue la mano y lo hizo con un bidón de gasolina y aquello no fue a más porque el tema llegó a Madrid. Lo único que le faltaba a Pedro Sánchez en la semana de la debacle de Andalucía era que se rompiera el Gobierno de Melilla por culpa del PSOE.

Y ahora Sabrina Moh ha vuelto a hacerlo. No invitó a Víctor Gamero a visitar la zona del Puerto hasta el último minuto con el ánimo de humillarlo, que es el fin de este tipo de acciones y al final, la que se retrata es ella que no consigue consenso ni para hacerse una foto en una carpa. Si la decisión es suya, debe hacérselo mirar. Si es de su asesor, tiene que pedirle que deje de estar pendiente de la lista del Ingesa y ocuparse más de organizar un simple acto que no tiene mayor fin que sacar a la delegada en la prensa.

Todos estos pequeños encontronazos nos llevan a pensar que a Sabrina Moh el cargo le queda grande. Ella no parece ser consciente de que es la representante del Gobierno de España en Melilla y que estos gestos municipales y periféricos no encajan con el cargo, sobre todo, si se entera la prensa. Tampoco cae en la cuenta de que es la primera melillense que ha entrado en una Ejecutiva nacional. Aunque solo fuera por eso debería medir el impacto de sus acciones, pero es evidente que hay en todo esto un componente amateur que la deja en evidencia. Tiene muy buena presencia hasta que hace de las suyas y se retrata como una política menor. No sabemos qué piensa en temas de impuestos, de servicios públicos o de que su partido pacte con independentistas. Pero sí sabemos a quién no soporta o qué le hace perder los nervios.

Que Sabrina Moh tenga roces con otros cargos políticos entra dentro de lo normal. Lo que no es normal es que esos roces sean por animadversión personal. Te puede caer mal una persona, pero si todos te caen mal, el problema eres tú. 

Creo que a la delegada del Gobierno se le olvida que tenemos las elecciones a la vuelta de la esquina. El PSOE solo podrá gobernar en coalición si consigue mantener entre uno y dos diputados en la Asamblea que es lo que le dan las encuestas. 

Ya sabemos que no van a pactar con CpM porque ella personalmente se ha encargado de dinamitar los puentes. Con Vox, por mucho que suban los de Tasende, no puede permitírselo. Sólo le queda el PP y ella lo sabe. De ahí ese 'pacto' de no agresión con la delegada. El Partido Popular, como oposición, no la ha señalado ni una sola vez como responsable de esto o de aquello. Da la impresión de que su trabajo, a ojos de los populares, ha sido impecable.

La tienen como oro en paño por si necesitaran sus votos para montar una coalición al estilo de la que ya funciona en Ceuta. En todo este puzle sobran obviamente Gloria Rojas y lo que quieren sus votantes.

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