MELILLA no atraviesa uno de sus mejores momentos. Los datos, ninguno, acompaña con la situación que vivimos. Nadie puede cuestionar la gestión que en pandemia ha llevado a cabo la Ciudad Autónoma que ha dejado vías abiertas al respiro económico de los distintos sectores haciendo malabarismos con el cuidado de la salud. Y cuando no se ha podido permitir ese respiro en áreas concretas, ha buscado las vías para dotar de ayudas a los que se vieron obligados a cerrar sus negocios o vieron cómo sus ganancias se veían reducidas hasta hacerlos insalvables. La incidencia acumulada, el goteo de positivos, el incremento de brotes y sobre todo las muertes vuelven a dibujar un panorama nada bueno que urge a la adopción de medidas importantes, urgentes y necesarias. El derecho a la vida está por encima de cualquier otro, por lo que no sería descabellado adoptar más restricciones que permitan doblar, de una vez por todas, la curva de contagios. Convertir esta situación en un debate político, en un enfrentamiento entre sectores es lo menos oportuno en estos momentos en los que la sociedad requiere de acuerdos unánimes, inteligentes y, sobre todo, dirigidos a que Melilla deje de estar en los peores puestos, ocupando las más pésimas estadísticas y convirtiendo esta situación en un callejón sin salida por culpa de la falta de unión social, de la nula responsabilidad y de quienes convierten esto en motivo electoral sin comicios a la vista. Se trata de seguir cuidando la salud mientras avanzamos en la vacunación, de nada más.