El imponente trono del Santísimo Cristo de la Paz abrió el paso de las cofradías por la carrera oficial en la jornada del Jueves Santo, el día en que los cristianos conmemoran el amor fraterno y la iglesia celebra la Misa de la Cena del Señor. Estos santos oficios tuvieron lugar en todas las parroquias melillenses para recordar la última reunión que Jesús mantuvo con sus apóstoles alrededor de la mesa, en la que compartió el pan y el vino antes de ser besado por Judas y prendido por los soldados romanos.
El Cristo de la Paz salió a las ocho y media de la tarde desde la Plaza Menéndez Pelayo, frente al Sagrado Corazón, el templo de su sede canónica. Cientos de personas se agolpaban allí para presenciar el comienzo de esta procesión, que tiene el recorrido más corto de toda la Semana Santa melillense, mientras iban llegando los hombres de trono y demás componentes de la comitiva, que contó con un buen número de mantillas.
Es una estación de penitencia sobria, sencilla, sin alharacas. Ni siquiera cuenta con una escolta como las que tradicionalmente presta el ejército a otras imágenes. Son seis hermanos penitentes, con velas en tulipas que rematan las varas, los que procesionan a los lados del trono.
Sacar el trono de la Plaza de Menéndez Pelayo no es tarea fácil. Los portadores tienen que hacer un gran trabajo para poder girar el trono, de grandes dimensiones, para encarar la calle Ejército Español. El giro resultó espectacular y muy bien dirigido por el capataz, Carmelo Martínez Gómez que, a golpe de campana, marcaba el devenir del paso por Ejército Español con movimientos hacia atrás y hacia delante que le daban una seña de identidad propia a la forma de procesionar de esta cofradía.
La comitiva cruzó por la calle Cervantes para entrar en la Avenida Juan Carlos I a la hora prevista (las nueve de la noche). La procesión subió por la carrera oficial y después se dirigió a su templo desde Castelar y López Moreno para regresar al sitio de salida, la Plaza Menéndez Pelayo.
Detrás del trono, solo el vicario episcopal y guía espiritual de la hermandad, Eduardo Resa, y un representante de la cofradía, así como un buen grupo de mantillas. Por delante, los penitentes, al frente de los cuales estaba la Cruz de Guía, y una numerosa guardería de pequeños nazarenos que portaban la túnica roja. Los más mayores de los niños también tapaban su rostro con la capucha blanca que distingue a estos penitentes de los de otras cofradías, que utilizan distintos colores.
Sobre las nueve y media de la noche, la procesión llegó a la tribuna de la carrera oficial donde esperaba el hermano mayor de la cofradía, Francisco Javier Calderón, y el vicario para realizar la tradicional oración ante el Cristo de la Paz. A su término, Isabel Navarrete entonó una sentida saeta en honor a Jesucristo.
Hay que recordar que la Venerable y Muy Piadosa Cofradía del Santísimo Cristo de la Paz y la Soledad de Nuestra Señora fue la primera que decidió volver a salir por las calles de Melilla en 1980. Fue la impulsora de la reorganización y refundación de las demás hermandades. Y así ocurrió salvo en el caso de la cofradía del barrio del Real puesto que la mayoría de su patrimonio fue vendido a otras cofradías de la provincia de Almería.
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