Dice la Real Academia de la Lengua que cinismo es “desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”. La definición del diccionario no puede describir mejor a la postura que mantiene Mohamed VI con respecto a España y lo peor es que le encanta hacer gala de semejante defecto sin que le tiemble el pulso o le suban los colores. Lo típico, digamos, en el caso de los absolutistas, que se creen dioses carentes de cualquier defecto.
Leer el comunicado enviado por la agencia marroquí MAP a los medios de comunicación hablando de la felicitación del sátrapa marroquí al recién elegido presidente español, Pedro Sánchez, es un canto al cinismo, el ejemplo que podría exponerse a los escolares para que conozcan el significado del citado término.
En la felicitación habla de “buena vecindad”. ¿En serio? ¿Un buen vecino se pasa la vida reclamando la propiedad de la casa de al lado que nunca ha tenido pero dice que está en su edificio y le pertenece? ¿Cómo se puede tergiversar la idea de la “buena vecindad” de esa manera?
Marruecos se comprometió por escrito a dejar a un lado meterse en cuestiones de soberanía. Hace casi un año que lo firmó y desde el minuto uno ha incumplido su palabra. No es que vayamos ahora a sorprendernos de la actitud de Mohamed VI que, como su padre, Hassan II, nunca ha sido de fiar. No, no nos sorprende pero eso no quita que no haya que decirlo públicamente y afear un comportamiento propio de los malos pagadores, de los tahúres y de los tramposos que no dudan en utilizar la debilidad ajena para satisfacer sus propios intereses.
Dice Mohamed VI que se seguirá trabajando juntos. ¿Sí? ¿En qué? ¿En seguir dando dinero para que continúen siendo los policías del sur que controlan la inmigración mientras se pitorrean del Gobierno español y no reabrirán la aduana comercial pese al compromiso adquirido de hacerlo?
Los melillenses estamos ya muy cansados de este jueguecito que se traen las autoridades diplomáticas españolas con los marroquíes entre tanto se pasan los acuerdos por las narices y las dos ciudades norteafricanas continúan pagando las consecuencias no se sabe muy bien de qué extraña vinculación entre Pedro Sánchez y Mohamed VI. Encima, nos restriegan por la cara eso de la “buena vecindad”. Tan buena, que Somos Melilla o la Comunidad Hindú han tenido que repartir aquí los productos donados para las víctimas del terremoto de Marrakech porque Marruecos no dio permiso para que entraran en su territorio.
Estamos muy hartos del “presidio ocupado”, de la “ciudad ocupada”, de no tener un régimen de viajeros, de que no se reabra la aduana comercial, de que Marruecos quiera empujarnos al precipicio sin que nadie mueva un dedo por defendernos frente a la ignominia del anexionismo descarado de Marruecos, que, a pesar de firmar uno o un millón de papeles asegurando lo contrario, nunca jamás de la vida dejará de acosarnos. Y el problema es que, además, tampoco nuestro Gobierno tampoco parece lo suficientemente fuerte para protegernos de tanta humillación.
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