El máximo dirigente de dicha organización, Manuel Tapia, señaló a El Faro que en Elche, que cuenta con un palmeral histórico, se ha comprobado como estas aves han cambiado su dieta a raíz de una mayor presencia del picudo rojo y ahora se alimentan básicamente de este insecto.
Por ello, la asociación melillense considera que sería propicio defender el hábitat natural de los cernícalos como solución natural para paliar los efectos de estos gorgojos tan destructivos para la flora.
En la ciudad autónoma hay dos tipos de cernícalos, tal y como detalló Tapia a este periódico. Por un lado, está el vulgar, especie bastante solitaria, y por otra el Primilla, que vive en grandes grupos. Este último es bastante común en los acantilados de Melilla La Vieja y Horcas Coloradas, aunque su presencia se ha visto mermada por la actividad humana. En este sentido, el máximo dirigente de Guelaya resaltó que las obras que se realizaron en los lienzos del casco antiguo durante el 2010 afectaron gravemente a estas aves. “Se intentaron tomar medidas para que las tareas no perjudicaran a la colonia de cernícalos, pero fue imposible. Además, era la época de anidamiento, por lo que el efecto fue todavía más perjudicial”, recalcó.
Defensa del hábitat
Así pues, desde Guelaya abogan por interferir lo menos posible en los entornos donde habita esta especie de ave. “Puede convertirse en una herramienta muy útil contra el picudo rojo”, defendió Tapia. “Ya hemos visto como algunas palmeras del Parque Hernández están completamente desmochadas”. Hay que recordar que dicho insecto destruye desde dentro estas plantas y se propaga rápidamente a las que están cerca. Por ello, la Ciudad Autónoma está aplicando un tratamiento de choque, que consiste en eliminar la parte superior de la palmera, inyectarle veneno para acabar con el picudo y cubrirla con plástico.
Para preservar el hábitat de los cernícalos, la asociación ecologista recomienda poner especial cuidado en la conservación de las zonas rurales que sirven de foco de alimentación para las aves, que comen principalmente pequeños insectos. Asimismo, Tapia apuntó que muchos veces anidan en los tejados de las casas viejas y abandonadas. Por ello, subrayó que habría que examinarlas antes de proceder a su derribo o a la realización de alguna obra.
“Los efectos del picudo son devastadores. Ya lo estamos viendo en algunas palmeras de la ciudad. Una mayor presencia de cernícalos serviría para luchar contra estos insectos y ahorrar en soluciones más agresivas, como las de desmochar las plantas”, subrayó Tapia.
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