La Feria Outlet celebrada el pasado fin de semana sirvió para que el consejero de Economía, Hacienda y Empleo, Julio Liarte, hiciera una valoración sobre la situación en la que se encuentran los comercios del centro de Melilla y la verdad es que esa valoración, tal y como no podía ser de otra manera, no era nada halagüeña.
Y es que el comercio del centro de Melilla está pasando, a buen seguro, por una de sus mayores crisis, pero también la propia ciudad está imbuida en una sensación de desgana y abandono que es perceptible en cuanto se pone un pie en Melilla. Cualquier persona que viaje a Melilla, a buen seguro, que le llama la atención dos situaciones que se puede vivir de primera mano: a las dos de la tarde, lo más tardar a las dos y cuarto, en cuanto los comercios han cerrado sus puertas no hay un alma en la calle. No es una ciudad donde la vida continúe en bares y terrazas. Se convierte hasta la nueva apertura de las cinco en un centro totalmente fantasma. Y esta misma situación se triplica exponencialmente cuando llega la noche. A partir de que los comercios clausuran sus puertas hasta una nueva jornada, el centro de la ciudad parece una zona donde todo el mundo ha salido corriendo para refugiarse en sus hogares. En una ciudad con unas características andaluzas importantes, aunque a algunos no les guste, donde en la mayor parte del año acompaña el clima, no se entiende que los ciudadanos no hagan más vida fuera de sus casas. A buen seguro que los melillenses cuando tienen la oportunidad de dar el salto a la Península y se dan una vuelta simplemente por Málaga y poblaciones limítrofes con la capital podrán comprobar, de primera mano, esa diferencia: calles con vida a diferencia de calles absolutamente muertas. Y eso no es bueno para una ciudad como la nuestra.
Luego, hay un segundo aspecto absolutamente que llama la atención y es el gran número de tiendas que han cerrado y que en sus escaparates cuelga el cartel de ‘Se alquila’. Cada vez es más y más frecuente el encontrar comercios de toda la vida que no han tenido más remedio que cerrar sus puertas porque abrir todos los días la persiana al final cuesta más dinero que el que se ingresa.
La propia Ciudad Autónoma ha abierto varias mesas sectoriales con la intención de analizar los distintos problemas por los que atraviesa ahora mismo la economía melillense y uno de esos asuntos que se debe abordar, de manera clara y tajante, es dar vida al centro comercial de Melilla. El Gobierno que preside Eduardo de Castro no puede volverse de espalda a una realidad que lleva muchos años goteando y que en la actualidad es una verdadero rio embravecido.
Es una situación que requiere de la colaboración de todos. Al igual que hace unos días hablaba de que para lograr presión en Madrid para que el aeropuerto cuente con más horas de apertura se necesita que empujen todos en el mismo sentido: Ciudad Autónoma, Delegación del Gobierno y parlamentarios, aquí sucede lo mismo, pero con añadidos como la CEME y los propios sindicatos. Todas las ideas son buenas y se necesita un Plan de choque en favor del comercio melillense para que el centro de Melilla no se muere porque si al final termina ingresando en la UVI quien lo padecerá, de verdad, será la propia ciudad.
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