El cementerio de barcos

De pronto nos damos cuenta de que a cinco meses de las elecciones municipales la mejora del transporte marítimo que nos vendieron era cuento y negocio. En el último año nuestra ciudad se ha convertido en un cementerio de barcos viejos. No hay chatarra que no recale en nuestro puerto.

No teníamos suficiente con el barco de Motril que los melillenses ya no quieren coger porque a la gente de esta tierra, acostumbrada a viajar, lo viejo, pequeño y lento le echa para atrás.

En verano nos prometieron que cambiarían ese barco prehistórico en el plazo de cinco meses. Pero nos comimos las uvas y seguimos con el mismo buque. Y eso no significa que sigamos igual. De ninguna manera. Estamos peor.

La Autoridad Portuaria motrileña le dio en agosto un ultimátum a la naviera Armas para que cambiara el Volcán de Tauce por otro barco más cómodo, grande y veloz. Sólo así le autorizaría a cederle a FRS el uso del muelle Levante de la terminal de pasajeros de Motril que gestiona la naviera canaria en exclusiva.

Hace unas semanas nos enteramos de que Armas ha pedido tres meses más de plazo para cambiar el barco. El tiempo ha empezado a contar desde el 28 de diciembre.

Pero como las desgracias nunca vienen solas, ahora los pasajeros de la línea Melilla-Almería están viajando en una tartana llamada Ciudad de Palma, que no hace honor a su nombre: la gente tiene que bajar con las maletas por el garaje de coches porque no tiene fingher. Pero no es lo único que le falta: tampoco tiene ascensor y los vehículos viajan a la intemperie.

Al parecer, lo tendremos por aquí dos meses, coincidiendo con la puesta a punto del Fortuny, que ahora ha pasado a llamarse Ciudad de Melilla.

¿Por qué no nos enviaron el J.J. Sister, que ha estado aquí y tiene todas las comodidades? ¿Porque está en Baleares? Queremos ampliar el puerto y tenemos a los pasajeros de Melilla arrastrando maletas por los garajes. Es ridículo.

Según la información que ofrece Trasmediterránea en su web, elCiudad de Palma, que sustituye al Fortuny, es un ferry, aunque parece un carguero, con capacidad para 949 personas y que viaja a una velocidad de 22,50 nudos, por debajo de los 24 del barco que teníamos en Almería.

De hecho roza el límite permitido (21 nudos) en el famoso contrato marítimo adjudicado a cero euros a esta naviera antes de que fuera vendida a la compañía Armas. Ese contrato, que tantas alegrías iba a darnos, estará en vigor hasta el 31 de octubre de este año. Sólo nos queda el consuelo de pensar que podía haber sido infinitamente peor.

Me pregunto quién es responsable de que el transporte marítimo entre Melilla y la península vaya a peor. Yo no voy a culpar a las compañías. Ellas están en este mundo para hacer negocio. Y si les permiten hacer caja con un mínimo esfuerzo, pues mejor.

Me decanto por los partidos políticos. Los viejos conocidos no se comprometen en serio con mejorar la conexión con la península. Somos amiguitos del alma de Málaga y hasta le dimos nuestra medalla de oro y resulta que en la estación marítima las colas de Balearia y Trasmediterránea a la hora de embarcar confluyen en una misma fila para pasar por un solo escáner. Se monta ahí un tapón que de juzgado de guardia.

¿Por qué no lo saben nuestros políticos? Porque ellos viajan en avión. No pisan el barco. De hacerlo, sabrían que el carguero que ha puesto Trasmediterránea a Almería es una vergüenza.

Somos unos desgraciados. Marina Mercante nos maltrató con Rajoy y nos sigue dando, pero bien, con Pedro Sánchez. Ya ni siquiera patalea el Puerto de Motril. Enmudecieron con el cambio de gobierno en la Moncloa.

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