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El cartelito de la discordia

No cabe duda del ánimo provocador de las autoridades marroquíes cuando colocaron el cartel en el que se nos trata como residentes de la ‘Melilla ocupada’ para indicarnos a qué ventanilla debemos dirigirnos en los complejos trámites a realizar si uno quiere pasar con su vehículo al Marruecos cercano.

Menos duda cabe aún de esa provocación si se tiene en cuenta el complejo entramado que exige la renovación del llamado ‘papel verde’, con las surrealistas entradas y salidas por la misma frontera que el papeleo acarrea. La conclusión más sencilla es que no quieren facilitar en lo más mínimo que visitemos el vecino reino.

Aún así, Marruecos tiene derecho como país soberano a todo ello y nosotros opción libre a no usar el coche cada vez que pasemos la frontera o sencillamente a no cruzarla. Medidas drásticas para imposiciones igualmente drásticas que, realmente, no convienen a nadie, porque las relaciones de vecindad, más allá de los anacronismos oficiales, existen y son intensas, entre otras razones por los muchos y estrechos vínculos que prevalecen entre numerosos habitantes de un lado y otro de la frontera.

Lo que quizás no pudieran augurar los responsables del cartelito es que el mismo acabara suscitando un agrio enfrentamiento entre los propios melillenses, con un PSOE airado que ha llegado a culpar incluso al diputado nacional Antonio Gutiérrez de otorgarle un foco mediático desproporcionado.

Los socialistas parecen no querer ver que una gran mayoría de melillenses no necesitaba siquiera de la Prensa para saber de la existencia del cartel. Por sí mismos y a causa de las nuevas condiciones que Marruecos impuso repentinamente para los vehículos matrícula ML, han sido y son muchos los que han sabido de la existencia del mismo. Culpar ahora al diputado nacional de brindarle un foco mediático inapropiado es tan estúpido como defender la política del avestruz, que al parecer es la correcta a juicio del PSOE en este tipo de conflictos.

De hecho, la indignación lógica que el cartelito en cuestión ha ido despertando desde que hace un par de meses se supiera de su existencia, ha obligado a la propia Delegación del Gobierno a reaccionar como, en cambio, no supo hacerlo cuando el boicot fronterizo de hace poco más de un año en la misma frontera de Beni-Enzar.

Entonces, el delegado del Gobierno calló tanto y por tan largo tiempo que sólo la presión mediática y la denuncia activa del PP le llevó finalmente a reconocer que se estaban realizando gestiones para frenar unos cortes en la circulación fronteriza, capaces de bloquear la comunicación entre Marruecos y Melilla,  aunque el grupúsculo que los llevara a cabo pudiera contarse sorprendentemente con los dedos de las manos.

Se necesitó que el mismo diputado nacional por Melilla, Antonio Gutiérrez, elevara el asunto a las Cortes Generales para que Gregorio Escobar diera alguna explicación de lo que ignoró, al menos públicamente, durante más de seis meses.

Ahora, sólo tras la denuncia de la Prensa, primero, y del diputado Gutiérrez después, al menos hemos sabido que la autoridad gubernativa ha pedido al Consulado de Nador que proteste por un cartel de leyenda ofensiva que, como el propio delegado dice, “no es procedente en ningún tipo de dependencia”.

Lo que no se entiende es que añada que el conflicto que el mismo cartelito genera deba resolverse en el ámbito local. Que se sepa, Nador y las autoridades consulares no tienen que ver nada con nuestros doce kilómetros cuadrados y nuestro ámbito más propio y cercano. No sólo hablamos de una provincia marroquí sino de autoridades que dependen de un Ministerio, el de Asuntos Exteriores, y que se encuentran asignadas a oficinas españolas en el extranjero. Mal podemos hablar por tanto de ámbito local cuando se recurre a autoridades consulares.

El enredo justificativo al que alude Escobar para contraponer sus gestiones a las iniciativas del parlamentario Gutiérrez, sencillamente no se sostiene. Pero lo peor no es esto, lo increíble es que quiera disfrazarse de asunto localista y de poca monta lo que no deja de ser una ingrata agresión y provocación por parte de unos vecinos que, en su irredentismo anacrónico y nacionalista, no admiten oficialmente lo que, en cambio, sí consienten en la realidad, al permitir un flujo fronterizo cuyo fin comercial entre Melilla y su hinterland resulta del todo visible.

A veces creo que nos dejamos contagiar más por el subdesarrollo marroquí que por el progreso europeo que debiera distinguirnos. Ahora compruebo que algunas de nuestras autoridades también pretenden hacer lo mismo, invocando la triste y dañina política del avestruz, para esconder la cabeza ante lo que prefieren no ver.

Y así me parece porque esa y no otra ha sido la reacción del PSOE, que en un alarde de locura no sólo ha utilizado la página del Facebook del presidente Imbroda para probar delirantes acusaciones de contubernio entre los populares melillenses y los promotores de aquellos aberrantes cortes fronterizos, sino que incluso ayer llegó a afirmar que no descarta que el cartelito en cuestión forme parte “de una maniobra orquestada por el PP”. Como dice el refrán, ver para creer.

 

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