Se fue a la península en coche y regresó este domingo sola a Melilla. El billete de vuelta, con vehículo y butaca preferente, siendo residente, le salió por 100 euros en el barco de Trasmediterránea. Brutal. Sobre todo porque estamos hablando de un contrato público.
Y tuvo suerte. Otros no pudieron embarcar ese mismo día y los que han viajado recientemente en el buque de Motril se dieron de bruces con la gente durmiendo sobre las butacas de la cafetería. ¡Cómo para sentarse y pedirse un bocadillo y una Coca Cola!
Ese barco, que se supone que es mejor que la tartana anterior, sigue sin satisfacer a los melillenses. Las quejas inundan las redes sociales de la ciudad. Supongo que seguimos echando de menos el pedazo de barco que tenía la naviera Armas, cuando hacía la ruta Motril-Melilla y que ahora recordamos como “Lo que el viento se llevó”.
Tengo que decir, en honor a la verdad, que el trato del personal de Trasmediterránea ha mejorado mucho. Muchísimo y me quedo corta. El personal está tan pendiente que no hace falta preguntar nada porque te lo explican todo y hasta te acompañan si hace falta. En eso hemos ganado.
Pero los billetes están por las nubes. Quién en su sano juicio, si no forma parte de los pasajeros de la Operación Paso del Estrecho, que vienen por Melilla más que nada porque quieren ver a sus familias en Marruecos y no quieren o no pueden hacer el trayecto Almería-Nador, va a subirse por 200 euros por persona y coche para pasar un fin de semana en esta ciudad. Nadie.
El barco sigue siendo nuestra asignatura pendiente. Cada verano nos encontramos con la misma situación, hablando de lo mismo. Que si es caro, que si no hay billete, que si hay colas, que si... En definitiva que el servicio se sigue quedando muy por debajo de nuestras expectativas, que no son otras que viajar a la península haciendo un trayecto placentero.
Al menos distinto del que hicieron algunos pasajeros como la protagonista de nuestra historia en el barco de Málaga, donde no sabe qué fue peor si el niño que gritaba desconsolado sin parar y que no dejó pegar ojo a nadie en la zona de butacas preferentes o los solteros y sin hijos gritándole a los padres que sacaran al crío de allí.
Los que tenemos niños pequeños sabemos que esto puede pasar y por eso vemos muy pocas familias con peques en restaurantes o transporte público. Nos evitamos el mal trago de molestar a los que no saben lo que es ser padres.
También me llegan quejas de las jaulas para perros del barco. Me cuentan que una mascota salió herida de una de ellas porque el cierre lo tenía hacia dentro, aunque al parecer eso ya se solucionó con el cambio del buque.
¿Se puede estar peor? Difícilmente. Sobre todo si en Málaga tienes que dejar el coche mal aparcado para sacar la tarjeta de embarque en la máquina de autochecking antes de dirigirte a la cola de vehículos a embarcar. Son 5 minutos de reloj. Menos mal que no hay acoso a los conductores.
Conclusiones: seguimos hablando de lo mismo un verano más. ¿Hasta cuándo?
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