El azar y el comunismo

No me gustan las colas. Me recuerdan el comunismo cubano y su consagración de las filas para todo: lo trascendetal y lo banal. Hacer cola me derrumba. Es superior a mí.

Salí de Cuba con la intención de no volver a hacer una cola en toda mi vida. Por eso, quizás, no me gustan los atascos; ni los sitios congestionados; ni los supermercados en hora punta; ni la gente que grita; ni las colas terribles para subir al barco que une Melilla con la península.

En una cola habanera hay sexo, violencia y lenguaje de adultos. La persona que tienes detrás se te pega a la espalda para que nadie, ni siquiera el aire, aproveche la más mínima fisura. Le sientes la respiración y hasta los olores más profundos. Pero si te mueves, pierdes el sitio. Aguantas con estoicismo revolucionario y sólo en ese momento crees en las consignas comunistas de que otro mundo tiene que ser posible.

En una ocasión escuché a una señora fortachona gritarle a un hombre menudito al que acusaba de intentar cogerle cariño en un autobús atestado de gente: “Si vuelves a pegarte, te la muerdo”.

A pesar de los años sigo considerando para enmarcar la estrategia de las viejitas habaneras que suben a una ‘guagua’, que es como llamamos en Cuba a los buses, y lanzan un bolso de tela roja a un asiento y lo dan por reservado. Lo del color, importa. Es señal de brujería. Líbrenos Dios de tocarlo.

El comunismo cubano, exportado a Venezuela con consecuencias tremebundas, es eso: una cola perenne para comprar cualquier cosa. Todo está en busca y captura. Nunca hay para satisfacer la demanda pese a que la población del país disminuye de año en año. Allí se pierde hasta la sal. ¿Cómo explicar que no haya sal en una isla rodeada de mar por todas partes?

Eso es el comunismo. Los hermanos Castro cogieron un país rico y el día que desaparezcan habrá que levantar un país desde cero porque lo han destrozado todo. Y encima nos intentan convencer de que la culpa es de los Estados Unidos. Como Aberchán cuando culpó al PSOE de que la Junta Electoral de Zona dejara a CpM fuera de las autonómicas y los mandara a recurrir a la vía contencioso administrativa, que finalmente aceptó su lista. El enemigo externo es el mejor aliado de la ineficacia.

Con los comunistas, los cubanos hemos pasado de ser los mayores exportadores de azúcar del mundo a tener que importar azúcar francesa el año pasado. Todo lo que tocan lo convierten en barro.

Por eso es tan importante que los españoles comprendan que a este país le ha tocado, por azar, tomar partido en el conflicto de Venezuela. Cubanos y venezolanos no queremos emigrar. Queremos vivir en nuestros países; trabajar, aportar y opinar sin que nos encierren o nos prohíban entrar ver a nuestras familias por no ir en la línea oficialista.

Estados Unidos intervino en la Segunda Guerra Mundial. Nadie se rasgó las vestiduras por esa intervención militar que la historia demostró que era necesaria.

Pero la Europa de las libertades no quiere mancharse las manos con estrategias de la Guerra Fría. No entiendo por qué Maduro les parece un líder legítimo. Dios los perdone.

En Melilla, a no sé cuántos kilómetros del Caribe, vivimos 20 cubanos. Vayas donde vayas, hay un cubano o un venezolano exiliados. Estamos diseminados por el mundo esperando a que llegue el día. Celia Cruz se murió sin regresar a Cuba y sin que su música se pudiera escuchar en las radios cubanas. Eso es el comunismo. Colas y más colas. Es sufrimiento. Ceños fruncidos y muchas moscas para que te sientas como una mierda.

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