Viene esto a colación por los derroteros que parecen estar tomando los acontecimientos en cuanto al futuro de la nave azulina. A veces el silencio es un claro síntoma de que las premisas, consignas, directrices, mandato, llámenlo como quieran, no han sentado nada bien a quienes deben darse por enterado a pesar de que no tiene por qué ser así; y afino, los receptores no tienen por qué ser los que ahora están, que pudieran serlo, sino que abarca al o a los posibles candidatos a la dirección de la entidad melillense que vive en estos momentos un proceso electoral del que saldrá elegido un presidente para los próximos cuatro años.
Ya avisé, en El Avispero publicado el pasado 14 de abril titulado 'Marcando el paso', que el debate ya estaba ahí, como así ha sido, en base a las directrices que anunció en su día Miguel Marín, consejero de Fomento, Juventud y Deporte. Está claro, como así ha hecho ver Marín, que el baloncesto, y por ende el club más representativo, también deberá ajustarse en un futuro próximo a las nuevas consignas, pero ahora, en estos momentos, la atención se centra en el mundo del fútbol y en su máximo exponente, sin olvidar que las medidas afectan también al ámbito juvenil y al de Tercera División.
Miguel Marín ha desgranado paso a paso su propuesta y ha sido, como ya lo fue en un principio, muy claro al respecto. El consejero, como portavoz del Gobierno de la Ciudad, ha puesto de manifiesto el apoyo que éste sigue dando a la UD Melilla. Sin embargo, a diferencia de temporadas anteriores donde primaba el objetivo de intentar ascender de categoría, ahora pasa por el de potenciar a la cantera y de paso, para mí lo primordial, dejar el club a cero en cuanto a las deudas que hoy por hoy acucian al club unionista y ensombrecen su futuro. Para ello el responsable del Gobierno melillense en el deporte ha marcado unas pautas de obligado cumplimiento: Confeccionar la plantilla del próximo ejercicio liguero con el 50 por ciento de jugadores de Melilla; buscar el nexo de unión del fútbol melillense mediante acuerdos de filialidad con el equipo de Tercera División y de la Liga Nacional Juvenil; y sanear la economía del equipo de Segunda División B en los próximos tres años, es decir, antes de que acabe el mandato del Gobierno actual. Un margen considerable para cumplir un reto nada fácil pero no imposible, sobre todo si se sigue dotando al Melilla de la misma subvención que recibirá para la temporada venidera. Por cierto, bastante generosa para los tiempos que corren.
Dicho todo esto, es público y notorio el desencuentro que ha provocado la nueva situación en los dirigentes unionistas con el estamento gubernativo. De hecho Marín, ante la tibieza con que algunos habían recibido sus palabras, optó por plasmar por escrito dichas exigencias para sesgar cualquier tipo de duda en cuanto al proceder en la gestión del club azulino. “El Gobierno de la Ciudad pone el dinero y por tanto exige”, ha llegado a decir. De igual modo señaló que: “Las puertas de la UD Melilla están abiertas tanto para entrar como para salir”. Así pues queda claro que al consejero no le va a temblar el pulso a la hora de tomar decisiones.
Así las cosas, y a expensas de conocer públicamente una opinión más precisa, da la impresión que el dramatismo o el pesimismo se ha hecho hueco en el seno del club melillense. Da la sensación, a falta de declaraciones de algunos de los estamentos del club, de que en lugar de estar insuflando oxigeno a un moribundo se está apuñalando a un ente que vive en la más absoluta opulencia en cuanto a salud económica y deportiva. Y está claro que esto no es así, como tampoco son novedosas las nuevas consignas.
La UD Melilla ya llevó a cabo una travesía por el desierto en tiempos de 'vacas flacas'; y lo hizo con un porcentaje altísimo de jugadores melillenses en la plantilla. A veces rozando el 50 por ciento, a veces superando lo establecido; y no siempre obligada por mandato sino por la necesidad de seguir subsistiendo. Además lo hizo con un apoyo institucional muchísimo menor que el que hoy por hoy tiene de la 'Casa Grande'. Y el Melilla, a pesar de ello, luchó en el terreno de juego por mantener la categoría cuando otros veían con buenos ojos su desaparición. Y ahí sigue estando. Luego vinieron tiempos de bonanza que no se supieron aprovechar. Y ahora, con la que está cayendo en el País; con la grave situación económica y laboral; con la de equipos que no han podido resistir tal coyuntura, tenemos el ejemplo del Sporting Villanueva y el Poli Ejido, con todo ello, parece que para algunos el mundo se acaba por tener que cumplir unas premisas que buscan la supervivencia de un club que está pagando su mala gestión en las últimas temporadas. 'Las penas con pan, son menos penas', reza el refrán y es a eso a lo que hay que agarrarse. 1.600.000 euros de subvención para sí lo quisieran la mayoría de equipos de la categoría, por lo tanto no sé a qué viene ese clima de pesimismo que se cierne sobre la UD Melilla.
Otra cosa, y es lo que da la impresión, es que las miras deportivas que se habían trazado no puedan cumplirse. ¿Y qué, acaso alguien puede asegurar que la próxima temporada iba a ser la del ascenso? No me vengan con milongas. En las últimas ocho temporadas el equipo ha barajado uno de los presupuestos más alto de la categoría y esto no ha ocurrido ¿Por qué ahora? Sin ir más lejos la temporada que mañana llega a su fin, ha sido un fracaso. El equipo no ha cumplido el objetivo que se había marcado y además, nadie puede hablar de que esto era un proyecto a dos años vistas. De haber sido así, se hubiera firmado al entrenador para dos temporadas desde un principio. Otra cosa es que desde diciembre, cuando se renovó al actual entrenador, se haya venido hablando casi más de la siguiente temporada que de la que estaba en curso. No quiero decir con esto que se haya descuidado la preparación pero sí soy de los que piensa que el mensaje no era el idóneo para un vestuario que tenía que partirse la cara un domingo sí y otro también, sabiendo que los técnicos ya estaban buscando sustitutos para el curso siguiente. Es mi opinión.
Ahora, para el nuevo reto que se presenta pienso que es básico cargarse de optimismo. Toca ahora anteponer los intereses del club a los personales y afrontar con ilusión una nueva etapa buscando un objetivo más alcanzable pero no por ello menos exigente, con once jugadores de la tierra, de los que cinco ya están en el equipo, y que podrían completar con otros jugadores que ya saben lo que es la categoría y que en estos momentos no pertenecen al plantel; así como dar la oportunidad a otros que tan buen papel han realizado en la Tercera División. Con todo ello, y acertando en los fichajes así como en las renovaciones, el equipo podría competir dignamente en Segunda B sin la presión añadida de los últimos años y, a lo mejor, hasta con mejores resultados. Balompédica Linense, Lucena CF y, sobre todo, Real Jaén son buena prueba de ello.
Hay que cambiar el chip para ver la botella medio llena donde otros la ven medio vacía.