Más tristes que Cristiano.
lega pronto este Avispero, al menos una semana antes de lo previsto, pero llega como compromiso a la petición de un grupo de jóvenes melillenses que me pidieron, casi suplicaron, que por favor hiciera mención a la tristeza que sentían si, como imaginaban, iba a ser mención del estado anímico de un jugador al que idolatran como Cristiano Ronaldo (varios de estos jóvenes son fieles seguidores del equipo blanco y, por lo visto, también del Avispero). Ante eso, no he tenido más remedio que volver a 'conectarme' tras un más que merecido 'retiro espiritual', sobre todo porque la enajenación, la impotencia y el cabreo monumental que tenían estaba relacionado con la feria, con las fiestas patronales de la ciudad que vio nacer a unos chicos sobre cuyas espaldas, más temprano que tarde, recaerá el sostenimiento del país.
Cristiano Ronaldo ha generado un auténtico 'Tsunami' por el simple hecho de expresar sus sentimientos: “Estoy triste” dijo a la prensa después de un partido de fútbol que acabó con una holgada victoria de su equipo. Su declaración ha generado auténticos ríos de tinta. Todavía no se conoce la génesis de su tristeza y eso ha hecho que las especulaciones, chistes y comentarios de todo tipo broten por doquier. Cristiano es humano y tiene todo el derecho del mundo a estar triste. Allá él si tiene motivos o no para estarlo. Igual su tristeza está más que justificada. Pero una figura de calado mundial como Cristiano sabe del ¿Poder? de la prensa para mandar mensajes y a buen seguro que el destinatario habrá tomado buena nota.
Carlos, Eric, Borja, Alberto, Félix, Joaquin y Miguel, melillenses de pura cepa y todos con edades comprendidas entre los 20 y 22 años, echaron de menos el pasado miércoles un lugar en el recinto ferial al que acudir para mostrar su indignación por la humillación que sufrieron al serles negada la entrada a una de las casetas montadas en la plaza multiuso. Es curioso como la ofuscación les hizo acordarse (no para bien) de más de un político. “Esos que no paran de decir y animar en prensa, radio y televisión que vaya todo el mundo a la feria porque son nuestras fiestas y hay que pasárselo bien”, comentaba uno de ellos (tranquilo Carlos, no voy a decir tu nombre).
La verdad es que conmueve ver cómo este grupo de chicos, universitarios todos ellos excepto uno que es profesional del ejército, tienen que tragarse el orgullo y dar muestra de la educación recibida para, frustrados e impotentes, dar media vuelta y abandonar la feria asqueados y con la promesa de no volver a pisar el recinto ferial. ¡A la mierda la feria! ¡Vaya mierda de feria! Eran las palabras más salidas de tono que escuché salir de sus bocas. Qué expresión de rabia contenida, con los puños apretados sin saber a dónde dirigirlos.
Lo más gracioso (entre comillas) de todo esto es que los que tienen que dar la cara, los que podrían llevar a cabo un control civilizado de acceso a los locales, no suelen estar donde tienen que estar y dejan esa potestad a aventajados alumnos del 'Gym Center Collège' (habría que promover alguna proteína que fortalezca el cerebro). No deja de resultar gracioso, ya me dirán ustedes, que toda la vida aconsejando a nuestros hijos de que estudien para ser alguien en la vida y miren por donde, a las primeras de cambio, constatan que aquí el poder lo tiene el músculo y no la razón. Sinceramente, de vergüenza.
Lo curioso del caso, según me cuentan, es que a una parte del grupo sí lo dejaron pasar. “Tu sí, tu no” me dicen que argumentaba el individuo de turno (parece que alguno de estos 'selectores' no dominaban bien el idioma). “Lo mismo ves un día un cartel señalando que sólo se permite la entrada a mayores de 23 años que otro día te señalan otro que indica que es una fiesta privada”, me dice otro de nuestros jóvenes con amargura y tristeza (tranquilo Félix, tampoco voy a señalarte).
En fin, no voy a seguir con esto porque cuando encima me dicen que las novias de algunos de ellos les esperaban dentro y que al final tuvieron que marcharse todos de la feria, me pongo peor; me entristezco, me ofusco, me desilusiono, me cabreo, me cago en su p...... ¡Cálmate Felipe y aprovecha para ir hoy a la feria, no sea que mañana algún imbécil lea esto y te prohíban la entrada alguna de estas insolidarias casetas y la líes! (¡Joder, cómo me conoce mi subconsciente!).
Para Carlos, Eric, Félix, Alberto y el resto, la feria de su tierra le ha supuesto la peor pesadilla de este verano. Menos mal que siempre les quedará en el recuerdo la fantástica semana que pasaron en Mojácar, con esas tardes noches divertidísimas en el 'May Flay' donde a pesar de que la juventud desbordaba el local, el respeto era total y los porteros (imponentes también) al menos pedían con educación el DNI y si eras mayor de edad pasabas sin problemas. Sin ningún tipo de discriminación. Ya seas hombre o mujer, creyente o no, moro o cristiano.
No quiero acabar este Avispero (que pensaba que iba a ser corto), sin antes pedir una reflexión a la Asociación de la Prensa de Melilla. Ya que, lamentablemente, lo expuesto, aunque común en otras casetas, ocurrió en la 'Caseta del Ferrocarril' que es quien tiene la concesión para estar presente en el recinto ferial. No sé si como contrapartida para explotar la concesión la Asociación recibe una cantidad importante para el 'fondo de pensiones' de los compañeros periodistas melillenses. No sé si a cambio recibe un simple y ramplón ágape de tortilla 'desestructurada' y jamón reseco. En cualquier caso, y parafraseando al inefable Clark Gable en el papel de Rhett Butter en 'Lo que el viento se llevó' en las que fueron sus últimas palabras a Scarlett O'Hara, “Francamente, queridos, me importa un bledo”.
Sinceramente creo que el próximo año la Asociación debería tener especial cuidado a la hora de elegir a los encargados de explotar la concesión. Al menos ser más exigente con la actitud que deben mostrar los responsables de permitir o denegar el acceso al recinto. En ese sentido la caseta de la prensa tiene que ser especial y modélica, debe cultivar el uso de la fuerza de la razón y no la razón de la fuerza. Ahí queda eso. Ahora pueden disparar pero yo me sigo aferrando a Rhett Butter.
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