Mohamed dijo ayer el adiós más terrible de su vida. Con mucho dolor, se despidió del cuerpo inerte de Souleiman, su hijo más pequeño. Tenía 18 años. Souleiman (ambos nombres son ficticios) es uno de los cuatro jóvenes fallecidos en una patera que Salvamento Marítimo trasladó a Melilla el pasado día 10. El futuro de este maliense se apagó en aguas del mar de Alborán. El mismo mar en el que había depositado todas sus esperanzas.
Este padre llevaba mucho tiempo soñando con el reencuentro con su hijo. Jamás hubiera creído que sería de esta manera. Mohamed vive en Francia desde hace años y había solicitado en numerosas ocasiones la reagrupación familiar. Pero todas sus peticiones fueron denegadas. Y ahora ya es demasiado tarde.
Su hijo lo llamó desde Mali hace unas semanas y le dijo que ‘se pondría en camino’ para reunirse con él. Mohamed, que captó en seguida el sentido del mensaje, le pidió que no lo hiciera. El padre le insistió en que tuviera paciencia y le suplicó que no pusiera su vida en peligro. Pero Souleiman, a pesar de su juventud, hacía mucho que se había cansado de esperar.
El 9 de este mes, junto a otras 52 personas, todas de origen subsahariano, el hijo de Mohamed se subió a una patera. Se lo jugaron todo a una carta y se echaron al mar.
Pasaron toda la noche a la deriva. Así lo informó la activista Helena Maleno, de la ONG Caminando Fronteras, en su cuenta de Twitter. “Han pasado un infierno esta noche y siguen pidiendo auxilio”, escribió al día siguiente. El helicóptero de Salvamento Marítimo localizó por la mañana en el mar de Alborán la embarcación en la que viajaba Souleiman. Cuando llegó a su rescate el buque Salvamar Alcor ya era demasiado tarde para el joven de 18 años y otras tres víctimas.
Mohamed, después de varios días sin noticias de su hijo, recibió una fotografía de él. Un amigo del fallecido, que se encuentra acogido en un centro de nuestra ciudad, le confirmó que Souleiman era una de las personas que no sobrevivieron a la travesía hacia la Europa de los sueños. La misma de las fronteras cerradas y las vallas con cuchillas.
Este hombre, con todo el dolor que supone perder a un hijo, al más pequeño de ellos, se desplazó esta semana a Melilla. Según relató al presidente de la Asociación Pro Derechos de la Infancia (Prodein), José Palazón, ha arrastrado su duelo sin que nadie se preocupase de facilitarle este trago tan amargo.
“Ha tenido que hacer los trámites necesarios para enterrar a su hijo y nadie le ha dicho que lo siente”, lamentaba Palazón. Según decía, no es normal que no se notifique a un padre la pérdida de un hijo, como se haría con cualquier occidental.
Mohamed ayer dio sepultura a Souleiman en el cementerio musulmán. Allí quedó su cuerpo, aunque sus sueños naufragasen en el mar. Ese mismo mar en el que ya se han perdido demasiadas vidas. Y todo para arribar a una Europa que se niega a mirar a los ojos de las personas, que sigue diciendo ‘no’ a la creación de vías seguras.
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