Hoy ha tenido lugar el juicio por la muerte de Carlos Huelin, el melillense que perdió la vida mientras practicaba ciclismo al ser atropellado por un conductor en la calle Méjico, en la mañana del 5 de marzo del año pasado. La vista se desarrolló a lo largo de la mañana en la sala del Juzgado de lo Penal número 2 de Melilla. El acusado de un delito de homicidio imprudente, según la calificación de la Fiscalía, y de un delito de omisión del deber de socorro, imputado únicamente por el letrado de la familia de la víctima, accedió a declarar. Aseguró que no se encontraba bajo los efectos del alcohol cuando su coche impactó con el fallecido.
Según sostuvo el procesado, pasó la noche anterior en el Puerto Noray con sus amigos, pero no llegó a consumir ninguna bebida alcohólica. La fiscal le recordó que en sede judicial manifestó que esa noche bebió mucho desde las dos de la madrugada, pero el encausado respondió que se encontraba en perfectas condiciones para conducir. De acuerdo con su versión, estuvo con sus acompañantes y, ya por la mañana, fue a llevar a uno a su casa. Después, decidió “dar una vuelta” por los Pinares de Rostrogordo. Fue en lo alto de Cabrerizas donde escuchó “el ruido de la rueda”. Luego, sintió un golpe en la luna delantera del vehículo y notó que algo impactaba con el parabrisas, según manifestó, pero no identificó qué era porque se lo impidió “el reflejo del sol”.
El encausado relató que continuó con la marcha porque no sabía que hubiera atropellado a una persona. Insistió en que no vio a nadie y en que, si hubiese visto que había alguien herido, habría parado. Según expuso, en el momento pensó que lo que impactó con su coche era algún objeto, como un retrovisor o un contenedor.
Más adelante, ya en la carretera de la Vía Láctea, el procesado se paró y bajó del coche para comprobar su estado. “Vi que la parte delantera estaba destrozada”, recordó. Luego intentó ir a una fuente próxima y cayó por un terraplén, siempre según su versión, teniendo que ser auxiliado por otro conductor que pasaba por esa calle.
Al rato llegaron al lugar agentes de la Policía Local. “Me puse nervioso porque me dijeron que había matado a alguien y no entendía nada”, señaló.
Los funcionarios lo llevaron al Hospital Comarcal, donde se le realizó la prueba de análisis de sangre. De acuerdo con la acusación, el procesado arrojó un resultado positivo de etanol equivalente a 1,93 miligramos por litro de aire espirado.
No obstante, el procesado afirmó en el juicio que los agentes de la Policía Local no le leyeron sus derechos, por lo que él desconocía que pudiera negarse a someterse a la práctica de la prueba. “Yo no firmé ningún papel o documento”, sostuvo el acusado.
El acusado se derrumbó cuando llegó el turno de ejercer el derecho a una última palabra, instantes antes de que el caso quedase visto por la juez para el dictado de una sentencia. Aseguró que estaba muy arrepentido y pidió disculpas a los familiares de Carlos Huelin por el mortal atropello que terminó con su vida. “Por mi culpa ha ocurrido esta tragedia, ojalá pudiera volver atrás”, lamentó. El procesado, muy emocionado, aseguró que quedaría “condenado con esta culpa de por vida”.
La víctima se encontraba casado en el momento de su fallecimiento y tenía dos hijos menores de edad. También tenía a sus padres y a sus dos hermanos. Según manifestó el letrado de la acusación particular en la vista, los familiares no acudieron al juicio porque “no pueden soportar” el dolor por la pérdida de Carlos Huelin.
En la vista declararon varios agentes de la Policía Local que custodiaron al acusado tras el mortal accidente de Carlos Huelin. Según explicaron los funcionarios, recibieron la llamada de un testigo presencial de los hechos, quien facilitó el número de matrícula, el modelo del vehículo y el color del mismo. Uno de ellos contó que localizaron el coche implicado en la carretera de la Vía Láctea. “Vimos el automóvil sin conductor, con la puerta abierta y la luna destrozada”, recordó. Él y otros compañeros señalaron que el procesado estaba sentado en un muro con lesiones en el rostro, ya que, al parecer, se había caído por un terraplén. Según expusieron, mostraba “síntomas claros” de embriaguez, como un fuerte olor a alcohol, enrojecimiento en los ojos o dificultad en el habla.
Los policías explicaron que una patrulla se llevó al procesado al Hospital Comarcal para que se le curasen las heridas que presentaba. Aseguraron que se le dijo cuáles eran sus derechos y que el acusado firmó, aunque con actitud de “desgana”, la autorización para someterse a las pruebas de alcoholemia.
Pese a que, de acuerdo con el protocolo de la Policía Local, las primeras que tienen que hacerse son las de aire espirado, los funcionarios explicaron que se le realizó primero la de extracción de sangre. Según argumentaron, lo hicieron así porque ya estaban en el hospital y porque desconocían cuánto tiempo iba a transcurrir hasta que se diera el alta al procesado.
Uno de los agentes de la Policía Local compartió en el juicio las conclusiones que recogió en su informe. Según explicó, la víctima impactó con el parabrisas del coche y salió disparado hacia adelante, siendo golpeado con una señal de tráfico. Por este motivo, insistió en que no se podía determinar con precisión la velocidad a la que fue embestido, ya que la señal hizo de freno en el vuelo del cuerpo.
No obstante, agregó que, según los cálculos, el encausado circulaba a una “velocidad mínima” que oscilaba entre los 42 y los 60 kilómetros por hora. “Yo diría que estaba más próximo a los 60”, indicó.
Los hechos, de acuerdo con su informe, se produjeron cuando el lateral delantero y derecho del vehículo, a la altura del foco, dio con el neumático de la bicicleta de Carlos Huelin. En consecuencia, la víctima cayó sobre el capó del coche, donde los agentes hallaron restos biológicos incrustrados en el cristal y el parabrisas.
Además de los policías locales, en la vista testificaron algunos testigos presenciales. Uno de ellos fue el que, según contó, vio cómo el acusado detenía la marcha en la carretera de la Vía Láctea y salía corriendo, cayendo después por el terraplén. Lo agarró del brazo para auxiliarlo, pero no entendía lo que el otro le decía.
Según recordó, se dio cuenta de que tenía una rueda del coche pinchada. Aunque ayer no sabía precisar si estaba bajo la influencia de bebidas alcohólicas, se ratificó en la versión que ofreció en sede judicial, donde manifestó que estaba bebido “sin ningún género de dudas”.
También declaró la persona que dio aviso a la policía tras el accidente. Según manifestó, él estaba en la puerta de su casa, en la calle Méjico, donde tenía su coche aparcado. Estaba cogiendo unas cosas del maletero cuando escuchó el ruido de un vehículo que subía la cuesta con una rueda pinchada.
“Escuché un golpe y ya fue cuando me giré”, recordó. Entonces, vio a la víctima tendida en mitad de la carretera. “Vi al ciclista en el suelo y bocabajo”, dijo. Según contó, fue corriendo a llamar al 112. “Parecía que estaba agonizando porque hacía un ruido”, agregó.
El forense, por su parte, aclaró que debido a la gravedad de las lesiones que presentaba Carlos Huelin, la muerte tuvo que producirse a escasos minutos del atropello. El ciclista perdió la vida a causa de un traumatismo craneoencefálico y cervical, según apuntó.
El último testigo que declaró fue un inspector de la Policía Científica, quien realizó un informe sobre el cotejo de las firmas del procesado. Según contó, las tres firmas que constan en los atestados de la Policía Local son “de realización rápida y diferentes entre sí”. Llegó a la conclusión de que eran inventadas. “No se puede descartar ni afirmar que las realizara el procesado”, dijo el agente.
La Fiscalía de Melilla y la acusación particular solicitaron el dictado de una sentencia condenatoria, mientras que la defensa pidió la libre absolución de su cliente. La magistrada titular del Juzgado de lo Penal 2 tendrá que decidir.
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