La oleada de pateras que esta semana cruzó el Estrecho tras las “disfunciones” en la colaboración hispano-marroquí admitidas por Marruecos han colapsado los Centros de Internamiento de Inmigrantes (CIEs) de la península, especialmente el de Barcelona.
La medida podría repercutir en los planes de la Delegación del Gobierno de mantener el ritmo de salidas de inmigrantes del CETI de Melilla hacia los CIEs, a razón de entre 150 y 200 traslados semanales.
Esta posibilidad vendría a frenar la descongestión que desde el Ministerio del Interior han venido llevando a cabo desde mayo pasado, cuando el centro sobrepasó los 2.400 residentes.
En apenas un mes salieron 1.300 inmigrantes de Melilla. La mayoría, sirios y malienses, con destino a las casas de acogida de las ONGs que colaboran con Extranjería, debido a su situación vulnerable. No hay que olvidar que la mayoría de inmigrantes de estos dos colectivos viene huyendo de conflictos bélicos.
Sería saludable que el CETI de Melilla se aproximara a su capacidad óptima (480 inmigrantes). Teniendo en cuenta las cifras récord de ocupación que ha batido este año, 1.100 personas, que es lo que aloja estos días, se nos antoja una mejora. Pero no nos engañemos: Acoge a más del doble de residentes de lo normal y no está la cosa como para dormirnos en los laureles.
Ayer mismo se registró una pelea con arma blanca en las afueras del centro. Los protagonistas fueron dos argelinos que, si bien es cierto que no viven en el CETI, terminaron siendo atendidos por los servicios sanitarios del centro.
En unas instalaciones con lleno hasta la bandera hay que cuidar hasta el más mínimo detalle por precaución social y sanitaria.
El CETI debe descongestionarse no sólo para evitar problemas de convivencia sino también porque lo aconseja cada año el Defensor del Pueblo que, en el informe de 2013, ya añadió el calificativo “crónico” al hacinamiento en que viven los inmigrantes en Melilla.
Del dinero que iba a mandar la Unión Europea para mejorar las instalaciones del CETI nada se ha vuelto a saber hasta la fecha. Confiemos en que amainen los asaltos a la valla y en que no tengamos que volver a ver tiendas militares montadas en la explanada de un centro de estancia “temporal”.
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