Los jóvenes y los niños han sido uno de los grupos que más han notado el impacto de las restricciones debido a la pandemia de coronavirus. En una época de la vida en la que las relaciones sociales son fundamentales para su desarrollo se han encontrado con un muro. Además, no solo desde el punto social han sido perjudicados, también en algo tan fundamental a esas edades como es el campo de la Educación.
Durante el confinamiento, lo estudiantes estuvieron sin poder acudir a las aulas, lo que ha supuesto casi un año perdido en su formación académica, y con el inicio del nuevo curso, las normas sanitarias para mantener seguros los centros educativos también han sido un nuevo desafío.
En Melilla, al menos ha servido para que se redujeran las altas ratios de alumno por profesor que veníamos padeciendo durante décadas, pero a costa de reducir las horas lectivas.
Lo que queda claro, es que una vez más se han dejado sobre los hombros de los docentes la tarea de mantener la excelencia educativa, en unas circunstancias muy complicadas y que han supuesto una enorme responsabilidad para los profesionales de la educación, tanto a nivel formativo como sanitario.
Cuando pase el tiempo, podremos observar con claridad como ha repercutido la pandemia en la educación de nuestros jóvenes, si a pesar de las dificultades su formación no ha sido perjudicada gravemente.
Por el momento, de lo que si podemos congratularnos es de que los centros educativos no se hayan convertido en focos de contagio del coronavirus. Salvo casos puntuales de aulas confinadas por algún contagio, los colegios, institutos y facultades de Melilla han sido lugares seguros para nuestros jóvenes.