Opinión

Educación, la gran olvidada

Una de las cosas que más sorprende en estas últimas décadas es la degradación progresiva de la educación en nuestro país. Y eso se debe en gran parte a una serie elementos. El primero y de mayor envergadura, es la lucha sin cuartel que tienen declaradas la autonomías a nuestro idioma común que es el español. Es un idioma hablado por más de quinientos millones de personas en el mundo, pero citando a escrito, nadie es profeta en su tierra.

Y por tanto una lengua, brillante donde las haya, inmortal, pese a que a los catalanes se la tienen jurada y proscrita, que no tiene fronteras, se ve abocada a una lucha sin cuartel

Y claro, uno piensa que la base del conocimiento es la lengua en la que se imparte. Parece ridículo que en vez de tener claro, que el patrimonio lingüístico en España, hay que protegerlo, pero que la guerra que los políticos tienen contra el español es del género estúpido. Esa concepción de las lenguas cooficiales, es un disparate sin parangón. En efecto, salvo que la unidad de España se rompa y se convierta en varios países distintos, con entidad internacional reconocida y demás que lleva haciendo de esa lengua una seña de identidad nacional, las lenguas cooficiales no tienen mayor recorrido.

El déficit de conocimiento que tienen los catalanes o los vascos, es disparatado. El español, lengua oficial de las Naciones Unidas y universal, no va a ser sustituida jamás por las lenguas cooficiales. Eso es así y no hay que darle más vueltas. No va a pasar nunca. Pero claro, aquí nos encontramos con los políticos de turno, comenzando por el señor Feijóo, el cual ha sido defensor a ultranza de su lengua cooficial, el gallego.

Pero la realidad esta reñida con la conveniencia de los unos y los otros. No se potencia la unidad nacional, defendiendo las lenguas cooficiales a costa de suprimir el español, como seña de identidad. Pero claro, el problema es que los jueces, funcionarios encargados de impartir justicia, son jueces, con sus apegos a los distintos partidos, que hacen que la justicia en este tema, se parezca a los dictados políticos.

Políticamente sigue siendo un disparate no aupar la idea de usar el patrimonio común de todos los españoles como es el idioma oficial de nuestro país, el español, y usarlo como arma arrojadiza en los españoles. Sobre todo los catalanes se distinguen por la guerra que tienen contra todo lo español. Pero cuando les llegan las dotaciones presupuestarias del odiado estado español, bien que se felicitan.

Y claro, tenemos un déficit de integración impresionante. Y esto es producto de la miopía política de los supuestos políticos. Y así todo. Ideas nacionales, ninguna. Ni siquiera Vox está haciendo lo que supuestamente defendía, luchar por la unidad de España. Está convertida en otro partido que si tuvo mucha fuerza de arranque, pero que cuando lo ves por dentro, te defrauda totalmente. Encuentras un caudillismo, absurdo. No se puede llegar a la presidencia para hablar con el presidente, porque éste es un gran personaje y no se rebaja a nada ni con nadie. Ese caudillismo recuerda mucho a rancias políticas ya superadas por otras más sensatas. Cuando levantas la primera capa de grandilocuentes manifestaciones sobre España, ves que estamos ante un partido al uso, que utiliza esos grandes principios para usarlos como banderín de enganche para captar afiliados y simpatizantes, para mayor loa de sus dirigentes.

Y así es, se compatibilizan cargos institucionales, sin dar más juego a otros afiliados, no sea que destaquen y me quiten el sitio. Total uno más de los que ya hay.

Y lo peor del caso es que sabiendo el problema tan tremendo que tenemos en la sociedad española, no hagan bandera de ello para proporcionar soluciones a esos problemas. No he escuchado a nadie de Vox proclamar el problema y la solución. Y sencillamente porque creo que una vez que llegar al poder, el resto ya puede esperar.

Creo que el principal problema que tenemos, y sino el principal uno de ellos, es el déficit en la educación. Cuando una sociedad está formada, siempre es más difícil de engañar y eso lo saben los políticos. Nadie a propuesto un plan nacional sobre educación a largo tiempo, a varias generaciones de distancia. Un plan donde se dibuje qué es lo que se quiere conseguir, es decir, la mejor educación para los ciudadanos. No se trata de hacer universitarios, sino que se trata de potenciar el valor de la educación en todos sus ámbitos. Esto no es baladí, porque las generaciones que van llegando, cada vez están peor preparadas que las anteriores. Y hay países que tienen claro que sus jóvenes generaciones llegaran a gobernar y que esos gobiernos tienen que ser buenos, estables, comprometidos y comprensivos de todos los ciudadanos que están en esos países.

Aquí igualamos por debajo en vez de hacerlo por arriba. El disparate de decir que lo democrático es igualar por debajo, esconde una maldad inigualable. Crear una sociedad sin educación es tirar por la borda siglos de historia. Pensar que hay que aparcar los partidismos y hacer planes, no quinquenales, sino con la duración que sea necesaria, es pensar en clave nacional. Quizás lleve generaciones, pero eso lo pueden apreciar los verdaderos estadistas y en España no existe nadie que merezca ese calificativo. No importa donde se haga, no importa quien lo haga, mientras que realice y se lleve a cabo. Quizás lo menos trabajoso es ceder siempre a la ley del mínimo esfuerzo, pero la labor política debe ser más que eso. Está muy bien, los géneros, la igualdad, necesaria como el aire que se respira, pero no podemos olvidar que la educación de calidad iguala a todos los ciudadanos, que el acceso a la educación sea posible para todos y en condiciones de igualdad real.

Potenciar los separatismos, dividir en base al lenguaje a la cultura o a la opinión no hace ningún favor a la sociedad. El problema es que estamos ya ciertamente acostumbrados a este dislate. Y gracias a ello, todo nos va pareciendo normal, aunque no lo sea.

Y esa propuesta de grandes iniciativas a nivel nacional, no deben ser rentables políticamente, o quizás un pueblo ignorante sea más fácil de manejar y engañar, que no es otra cosa.

Pero deberíamos pensar que futuro queremos para las generaciones venideras y si queremos lo mejor, hay que pensar más allá del momento, porque otros países lo están haciendo y como casi siempre estamos a la cola en educación.

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