El vicario episcopal de Melilla, Eduardo Resa, explica a El Faro que la fe en Dios ha servido para dar aliento y esperanza a muchos en este año de pandemia. Ha visto a muchas personas llorando en la iglesia. Subraya que lo más duro ha sido ver morir a gente sola y luego cómo no todos sus familiares podían acudir a su despedida. También lamenta que se cerraran durante cinco domingos seguidos las iglesias cuando son tiempos en los que la gente más necesita a Dios. Recuerda a una mujer musulmana que le pidió en el hospital que también rezara por su marido porque en estos días la fe y la visita a los templos está ayudando a muchos. Y apunta que, aunque estemos en Semana Santa y tras un año de Covid-19, la muerte sigue siendo un misterio y no se comprende.
–¿Cómo ha vivido este año la comunidad cristiana?
–Pues ha sido un año muy complicado para todos porque la comunidad cristiana no es ajena a lo que está ocurriendo. Ahora estamos en Semana Santa en la que vivimos la Semana de la Pasión de Cristo, que son las llagas que tiene la humanidad doliente y que tenemos que asumirlas y hacerlas nuestras.
Pero eso no quita la dificultad o el intentar adaptarse a unas nuevas medidas que nos está resultando con un plus de trabajo. En mi caso es gozoso ese trabajo. Pero también lleva una tristeza infinita,y le pongo un ejemplo puntual, como la confirmación de unos niños. Es una gozada recibir a 30 chicos para confirmarlos y, aunque pongo alma, vida y corazón en las confirmaciones, hay que limitar el número de familiares. Eso uno lo interioriza y es doloroso.
Yo nunca pensé que tendría que decirle a una familia que para participar en la comunión de su hijo solo pueden venir 10. Nunca se me pasó por la cabeza y eso es más doloroso de lo que se pueda imaginar. Y no digamos ya los funerales.
Intento poner todo el calor y el amor del mundo a los familiares que hacen el funeral allá arriba en el cementerio porque solo a la capilla pueden estar diez personas. Si se hace fuera, puede haber 20 personas... Y lo que les digo es que vayan también a sus parroquias.
En el Sagrado Corazón se saca la misa del funeral fuera de las habituales para que el difunto pueda estar más presente y la familia pueda acudir sin mirar tanto quien va y quien no va. Todo eso, al margen de la carga emocional que lleva, es complicado.
Y ya no le digo los cinco domingos que hemos tenido la iglesia cerrada. Eso ha sido muy lamentable. Además, es que no había ningún estudio epidemiológico para cerrar y que yo me entere de buenas a primeras por el Boletín Oficial de Melilla (BOME) de que van a cerrar los templos los domingos... Y además se dijo que se había consultado a las autoridades religiosas y no fue mi caso. Nos quedamos mal.
Pero también me gusta sacar el punto de vista positivo. Por un lado, es cierto que han sido cinco domingos muy dolorosos. El primero que cerré la iglesia se me saltaron las lágrimas, como también ese primer domingo que abrimos lloré de alegría, indiscutiblemente. Y lo positivo que saco es que esos cinco domingos la gente de Melilla ha valorado mucho la eucaristía. Los sábados han acudido mucho, como un domingo. También acudieron a la misa de las 7:00 horas, que nos la permitía el decreto y no me lo saltaba ninguna norma con ella. Fue un gozo ver que Melilla se desplazaba desde cualquier punto para acudir a misa de 7:00 horas. Recuerdo que el primer domingo que pusimos ese horario hacía un vendaval y vinieron 40 personas. Y luego, el resto de domingos sucesivos se ha completado el aforo. Por lo que ha sido doloroso y gratificante, como quien celebra el nacimiento de un niño, porque sufre el parto pero celebra la vida.
–¿Ha cambiado mucho el trabajo en la iglesia en estos meses?
–A mí me ha cambiado muchísimo y creo que a mis compañeros también. Hemos tenido que casi cuadriplicar las celebraciones en algunos casos para cumplir los requisitos de aforo. Un ejemplo son las comuniones. Antes hacíamos dos o tres tandas, pero ahora son hasta ocho misas diferentes porque hay cinco o seis niños como mucho. En el Sagrado Corazón podemos tener hasta seis niños a la vez con 10 familiares y son 60 personas en total. Y eso lleva a que se celebran misas de primeras comuniones dos meses.
Se hace con gusto y cariño por lo niños. Aunque sea más trabajo en realidad no lo siento así. Lo único es que hay que tener diferentes perspectivas porque he dedicado eucaristías a diferentes colectivos y había que pensar en ellos a la hora de dirigir la oración. Es un acto de servicio que lo haces con gusto, pero lleva ese cambio de mentalidad con cada uno. Incluso cuando hay bautizos, los separo en diferentes misas para que no se junten las familias.
Y en cuanto a las bodas, la mayoría están pospuestas y a las que siguen adelante, les digo que podremos hacer lo que diga el BOME que estén vigente y si dice que solo puede haber seis personas, pues no habrá más.
Lo que sí me gustaría decir es que si alguien en esta Semana Santa no puede entrar porque se ha completado el aforo, que se espere porque yo le haré una pequeña celebración de la palabra y le daré la comunión. Nadie se va a quedar sin su asistencia espiritual. Y es que llegan unos días que no podemos hacer más misas.
–¿Cree que la fe está ayudando a muchas personas a salir de la soledad y del miedo que ha provocado la Covid-19?
–Pues mucho no, muchísimo. Puede que se sienta mal y se rebote porque piense dónde está Dios con todo lo que está pasando. Pero por regla general y, lo observo desde el año pasado, cuando por estas fechas estábamos confinados, la gente necesita venir a la iglesia. Cuando el año pasado solo permitían ir a la compra o sacar a las mascotas había personas que aprovechaban para venir al templo y pasaban con el perrito. A mí me dijo una persona que iba a otra farmacia a comprar pero venía una cercana a la iglesia para poder entrar porque estaba abierta y necesitaba pasar. En pleno confinamiento estuvo abierta de 8:00 a las 13:00 horas. No fue como un día normal de ahora que hay un ritmo continuo de entradas y salidas, pero sí que me encontraba a muchas personas. Oí muchas oraciones y muchos lloros.
Tras el confinamiento, cuando ya pudimos celebrar la misa, una señora me dijo “por fin puedo venir porque tengo mono”. Son palabras que tengo grabadas en el alma y en el corazón.
Delante de la Soledad o del Nazareno no se puede hacer una idea de la cantidad de oraciones y lloros que la gente ha realizado. Y no digamos ya familias que han perdido a seres queridos.
Hermanos musulmanes me han pedido que rece al único Dios. Me ocurrió en el hospital una cosa, que fue triste pero a la vez gratificante. Fui a dar la extrema unción a un enfermo de Covid, vestido con todas las protecciones, y al lado había un señor musulmán y la señora que estaba con él me pidió que rezara al único Dios también por su marido. Fíjese hasta qué punto tiene necesidad de Dios y más en estos tiempos. Por eso cuando nos cerraron la iglesia no se comprendía porque ahora es cuando más necesitamos al Señor. Y digo la iglesia el domingo, como la mezquita el viernes o la sinagoga el sábado. Es cuando más necesitamos al Señor.
–¿Se comprende mejor la muerte con la pandemia?
–La muerte nunca se comprende. Es un misterio que nos deja a todos perplejos. Siempre lo he dicho. Yo perdí a un cuñado el 2 de febrero y no pude moverme por la situación que conocemos todos. Y el cura de mi pueblo que es muy apispao hizo una cosa que fue sorpresa para toda la familia puso Skype y pude hablar con mi familia en el entierro. Fue muy emotivo y también muy duro no estar allí para consolar a mi hermana y mis sobrinas y al resto de familia. Llevo sin verles desde hace año y medio. Y todo esto acentúa aún más tu sensibilidad. Vamos que el hecho de que sea cura no significa que sea de hierro.
Morirse es muy duro, pero hacerlo en estos tiempos es infinítamente más duro. Te mueres prácticamente solo, sin que nadie te abrace, sin que te coja de la mano, sin que te de un beso o te pueda velar. Te limitan hasta la gente que puede haber en un entierro.
Los peores momentos que he pasado y que sigo pasando es cuando hay que enterrar a un difunto de Covid. Se pasa muy mal.
–Muchos pensaran que este año al no haber procesiones no se celebra la Semana Santa. Pero no es así, ¿verdad?
–El año pasado, en pleno confinamiento, se celebró la Semana Santa. La liturgia nunca se interrumpe. Es ese canto de alabanza que se hace en el cielo y en la tierra al creador. De forma que una cosa es que no haya cofradías en la calle y otra distinta es la celebración litúrgica de la Semana Santa.
Estamos los dos en el Corazón de Jesús y vemos cómo la Cofradía del Nazareno y la Soledad han preparado sus altares de culto para sus triduos. Cualquier día de la Semana Santa, cada cofradía en su iglesia tendrá su estación de penitencia. La Semana Santa no es únicamente las procesiones. Éstas son las manifestaciones externa de lo que se vive en la liturgia. Por ello, vamos a celebrar la liturgia con todo el cariño del mundo y también con todas las medidas de seguridad y restricciones que hay.
Son días en los que tanto el Jueves como el Viernes Santo se puede celebrar solo una eucaristía y la vigilia pascual también. Por ello, pido a las personas que vengan que nos entiendan. No podemos ni vamos a saltarnos las medidas sanitarias, aunque nadie se queda sin comulgar. Si el Jueves Santo no puede pasar, que se espere fuera porque yo saco el Santísimo y le doy la comunión. También pueden aprovechar los vias crucis o las estaciones de penitencia para poder entrar en la iglesia. Y en la vigilia pascual es lo mismo porque solo puede haber 95 personas dentro de la iglesia. Luego el Día de Pascua habrá tres misas. La Semana Santa se va a celebrar y vamos a poner más alma si cabe.
–¿Cómo ve la organización de las cofradías para hacer las estaciones de penitencia dentro de la iglesia?
–Pues en el Sagrado Corazón podrían haber sacado las imágenes a otras partes de la iglesia, pero han respetado sus lugares de culto, aunque adornándolos, para respetar la movilidad dentro del templo. Y lo han hecho un par de personas de cada cofradía para no juntarse muchos. Siempre se van a adoptar todas las medidas de protección.
–¿Cómo es la relación con las cofradías?
–Pues muy buena. Pero no nos podemos dormir en los laureles. Nuestras cofradías necesitan más formación y, a veces, adolecen de liturgia. Sin embargo, este año no nos hemos podido juntar y ya les estaba impartiendo un curso sobre catecismo de la iglesia católica. Pero esta pandemia a venido a echar todo por tierra. Hablo con ellos, pero a ver si con la vacuna podemos retomar esa idea.
–La idea es seguir trabajando con ellos para que formen parte de la iglesia de forma más activa aún.
–Claro. Hay que atraer a más jóvenes, hacer actividad social y caridad en mayor medida. La estación de penitencia es el culmen de lo que trabajamos todo el año.
–El Domingo de Ramos del año pasado estuvo solo en la iglesia y se retransmitió la liturgia por internet. ¿Cómo lo recuerda?
–Pues como el Jueves y el Viernes Santo. Fue una tristeza infinita. Pero ese domingo se llevaron al final todas las ramas que habíamos bendecido. La iglesia estaba preciosa para la celebración. Y este año también será todo interno sin procesiones.
El 23 de febrero le solicité a Medio Ambiente que nos trajera ramas a las iglesias para que cada persona tenga su rama de olivo. No las vamos a manipular, sino que se dejarán para cada persona tenga la suya y se bendecirán desde el altar.
–¿Cree que las cofradías se han volcado más en temas sociales?
–Pues lo han hecho y mucho. Cualquier cofradía ha organizado campañas solidarias en estos meses. Por ejemplo yo tuve que dar la voz de alarma porque mi Cáritas empezamos con siete y ahora tenemos 28 familias con un número total de 112 personas. Las cofradías y Melilla entera, vuelvo a agradecerlo, nos llenaron la despensa. Es que todos los jueves distribuimos 30 bolsas grandes con alimentos para ayudarlas. Las cofradías siempre están ahí, lo puedo garantizar.
–¿Sabe cómo se hará este año la liberación del preso? Es uno de los momentos más emotivos de la Semana Santa melillense.
–Pues no lo sé pero se hará. Es que la liberación del preso, el encuentro... Son momentos cumbres que hay que hacerlos de otra manera este año.
Este año, por ejemplo, no hay lavatorio el Jueves Santo, pero yo haré un gesto sin nadie para significar lo que es el lavatorio.
–¿Cree que en esta ciudad, al ser multirreligiosa, se vive la Semana Santa de otra manera?
–Es una ciudad multicultural y con muchas religiones, siendo tres de ellas las mayoritarias. Pero me chocó mucho ver a hermanas musulmanas con velo sujetando una vela en la avenida esperando a La Soledad. Eso me llamó mucho la atención e indica el gran respeto que hay entre religiones. Igual que ahora cuando llegue el Ramadán la comunidad cristiana mostrará su respeto por esta celebración.
Yo creo que igual hay medidas que se han dado desde estamentos sociales y gubernamentales que han impedido que aún tengamos esa unidad mayor entre las religiones. El conocimiento y el respeto nunca puede ser la uniformidad, y lo debemos tener claro. Ahí todos debemos dar el do de pecho. Aunque últimamente estoy observando más pequeñas rivalidades y eso no es bueno, y menos en una ciudad como Melilla.
–¿Qué reflexión tiene que hacer la comunidad cristiana en esta Semana Santa?
–Yo les diría que se asocien a la Pasión del Señor y tenemos motivos más que suficiente con la dichosa pandemia y todo lo que está arrastrando. Como dice San Pablo, que sepamos sufrir en nuestro cuerpo lo que sufrió Cristo por su iglesia pero con la garantía de la resurrección y la luz vendrán.
El aleluya lo cantaremos. De eso no tengo la menor duda.
La fe cristiana tiene que ser como la luz que se expande y espero que tengamos todos una santa Semana Santa y que tengamos todos un júbilo impresionante ante la alegría de la resurrección.
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