Eduardo Resa Huerta es el nuevo vicario episcopal de Melilla. Es un hombre cercano que tiene muchos proyectos en su cabeza para Melilla, aunque no los quiera desvelar hasta ponerlos en marcha. No obstante, no hará cambios por ahora. Quiere poner orden en los archivos y estar pendientes de las obras del Sagrado Corazón y La Purísima. También quiere implantar una comisión de economía para que las cuentas sean trasparentes. Su reto es acercar la iglesia a los feligreses y hacer proyectos específicos para los niños.
–¿Se imaginaba Melilla así?
–Melilla es una ciudad preciosa. Mi hermana ha estado aquí unos días y no hace más que decirle a mis hermanos y a mis sobrinos que tienen que venir, que la ciudad es muy bonita y la gente es encantadora. Y es que los melillenses son acogedores y agradecidos. Llevo un mes y medio y no he tenido ni un solo problema. Además, la ciudad es un ‘pasote’ por los edificios modernistas que tiene y está bastante limpia. Pero es que una ciudad no es sólo una calle, sino la gente y yo veo una capacidad de acogida, de deseos de agradar, de ponerse a tu disposición...
De hecho, tengo que coger a gente para que me lleve el despacho. Ahora tengo que poner un poquito de orden. Pero ya voy tanteando a alguna persona para que me lleve las cuentas, no porque yo no quiera hacerlas, sino porque creo que tiene que haber una transparencia total en este sentido. Yo creo que es lo mejor y es una tarea propia de un seglar. Es más si tengo un consejo pastoral, que es una cosa muy buena, también debo contar con un consejo de economía, que es imprescindible.
–¿Cómo ha visto a la comunidad cristiana?
–La comunidad cristiana creo que no tiene más remedio, como reto, que estar muy unida y para decir que nosotros también contamos en la sociedad y somos parte de ella. Lo que no podemos hacer es que, encima de que somos pocos, que estemos divididos o que cada uno vaya a su lado. Veo, y me ha chocado mucho, por ejemplo, que a la hora de manifestar la fe los melillenses no tienen tanto complejo como hay en otros lugares de la península. El otro día hice la misa de un entierro y me quedé gratamente sorprendido porque la gente responde a todas las cuestiones y había una paz impresionante a pesar de que muchas personas se quedaron fuera de la capilla. No tuve que mandar callar. Yo rece el Padre Nuestro y conmigo rezaron todos. He ido en otras ocasiones a otros entierros y el sacerdote se queda rezando solo. Creo que ver otras religiones que están aquí acrecienta el sentido de comunión y de pertenencia a la Iglesia. Esta tarde (jueves), por ejemplo, que tengo adoración eucarística viene un grupito de gente muy majo.
Antes de que viniera he estado un ratito rezando en la iglesia, entre martillazos y polvo (hay obras en el templo), como todas las mañanas y me llama muchísimo la atención la gente que entra. Y también veo que hay otras comunidades religiosas, como el presidente de la Comunidad Hindú, Rajkumar Ramchand, que pasa por aquí muy a menudo. Melilla tiene una riqueza impresionante. El ejemplo que da Melilla es muy grande en ese sentido. Yo si puedo le diré a los feligreses del Sagrado Corazón o de la Purísima y a todos los cristianos de la ciudad que tenemos que intentar respirar hondo nuestra fe y que no nos tiene que dar apuro decir que somos cristianos. Eso no significa que no se respete a otras religiones. Pero no nos puede dar vergüenza.
–¿Continuará con el proyecto de la mesa interconfesional?
–Sí, voy a seguir con la mesa interconfesional. Pero les dije a mis hermanos que comprendieran un poco que este año estaba más atado aquí. La obra (en el Sagrado Corazón) es muy de envergadura y tengo que estar vigilando también lo que pasa en La Purísima. Es que es la Iglesia que resume toda la historia de Melilla y, además de ser preciosa, hay que seguir de cerca todo lo que se está haciendo.
También hay que ponerse al día con todas las cosas del despacho, como las partidas de nacimiento... así que les he pedido paciencia porque que en mi caso voy a ir con calma. Aunque pienso asistir a todas las reuniones. Es que es una riqueza que no se puede perder, entre otras cosas, porque creo que esta convivencia pacífica que se da en Melilla desde hace siglos, que no es sólo de ahora, entre varias religiones es un ejemplo no únicamente para España, sino para todo el mundo, ahora que vivimos en una sociedad con contradicciones y con tanto extremismo. Melilla puede ser un ejemplo de vivir perfectamente con un respeto inalterable.
–¿Se ha marcado algún reto personal al frente de la vicaría?
–Este primer año no. Pero tengo algún proyecto por ahí y me puede servir para Melilla. Pero no quiero adelantarlo hasta que no se materialice. La idea sería abrir la parroquia a los niños y que haya más catequesis de infancia y tener primeras comuniones, aunque sea nada más que unas poquitas. Eso quiero hacerlo. De todas formas, ahora hay un grupo de catequesis. Pero quiero tener más niños en las misas, sobre todo, en la de 12:00 horas.
–Eso quería preguntarle también, si se plantea hacer una misa especial para niños con el paso del tiempo.
–Sí que me lo planteo y quizás con menos tiempo (risas). Por eso digo que hay algo que voy a intentar que salga de la mejor manera posible y la idea es que la Iglesia se vaya abriendo. Ese reto sí que lo tengo. Además, es una vivencia compartir con ellos la misa. Soy consciente de que me va a costar trabajo porque hay muchas personas mayores que están anquilosadas y dicen que los niños molestan. Pero los niños no molestan. Son alegría y logran que los mayores cambien un poco los esquemas. Pero claro, si no llevo a un niño a misa porque molesta o le digo que se tiene que ir, cuando sea mayor no va a tener un punto de referencia de la iglesia y va a pensar que el cura es un ogro y que la gente mayor es cascarrabias. La educación va por otro sentido. Cuando llegué a una de mis parroquias, por ejemplo, me costó que los niños entendieran que la Iglesia no es la sala de catequesis y que la sala de catequesis no es la calle. Pero como en todas las cosas. Un niño tampoco aprende hacer una ‘o’ el primer día que le enseñan ni a escribir su nombre de un día para otro. En Vélez-Málaga me costó mucho que antes de ir a catequesis saludaran al Señor y a la Virgen.
También me costó que llegará el día 1 de noviembre y los niños aprendieran que no era Halloween, sino el día de Todos los Santos. Ahora puedes preguntar todos sabes qué fiesta es. Cuesta, pero se consigue a base de ‘machaqueo’ y siendo cercano con ellos. Ese objetivo sí que lo tengo.
Los retos que me he propuesto son ordenar un poco toda la vicaría, terminar la obra del Sagrado Corazón, limpiar bien la iglesia y adecentarla...
Quiero tantear un poco a los feligreses, al obispado y la Ciudad porque la instalación eléctrica no es que sea antigua es que su cambio es de primera necesidad. Es de emergencia y más en un sitio público. A ver cómo conseguimos también actualizarla o cambiarla. Habrá que hacer un plan integral. Otro de los objetivos que tengo es el suelo. A ver cómo se puede pulir o cómo se puede mejorar. Ideas hay muchas, pero materializarlas hay que hacerlo poco a poco.
De cara a la pastoral, pues hay que empezar con los niños y estando muy abierto con las cofradías, apoyarme en ellas y con mis compañeros sacerdotes, mantener un buen equipo.
–¿Cómo va la reforma de la iglesia del Sagrado Corazón?
–La reforma se lleva a cabo por los daños causados por el terremoto. Pero se ha agudizado. Posiblemente habría alguna grieta y el terremoto la aumentó. Pero es que el paso del tiempo las ha agudizado en estos dos años. Es una obra que se tenía que haber hecho a lo largo del 2018 y no va a dar tiempo a terminar este año porque hay mucha tela por cortar. Cuando tocan una cosa, sale otra nueva, que es lo que le pasa a las obras en los edificios antiguos.
El vicario episcopal de Melilla, Eduardo Resa, se define como un sacerdote de pueblo, que durante su primer año en la ciudad va “ver, oír y callar”. Su sitio estaba en Guadalajara, pero en el 2005 se cambió de diócesis porque sufrió un problema de salud y precisaba de un clima más benévolo. Llegó a la Costa del Sol donde mejoró bastante y donde ha pasado por varias parroquias. Estuvo en el Hospital Materno Infantil de Málaga, en una iglesia de Marbella y antes de llegar a la ciudad en Veléz-Málaga.
–Uno de los votos de un sacerdote es la obediencia. ¿Es difícil acatar las órdenes?
–Cuando cambié de parroquia para ir a Veléz-Málaga, le dije al obispo y a la gente que me iba por pura obediencia. Cuando me ordenaron venir a Melilla dije que era completamente obediencia ciega (risas). Siempre me amparo mucho en Santa Teresa de Jesús y ella decía que el que obedece nunca se equivoca. Aunque yo me equivocaré. De hecho, al obispo le pregunté qué pasaría si alguna vez meto la pata en alguna de mis responsabilidades de vicario. Me respondió: “Ya la sacaremos”. Y le argumenté: “Espero que sea usted tan benévolo como lo está siendo ahora”.
–¿Cambian mucho las responsabilidades de un sacerdote a un vicario?
–Sí que cambian sí. El obispo escribió una carta a mi parroquia cuando me iba a trasladar y habló de lo que significa Melilla para la Diócesis de Málaga. Es una ciudad autónoma, con unas peculiaridades notables, con cuatro núcleos religiosos, al menos, que son bastante fuertes y con una presencia militar muy grande. El obispo necesita una persona que se le represente en todos los estamentos. Yo en mi vida, y llevo aquí un mes, he tenido que acudir a tantos actos y lo que me queda (risas). Muchas veces me pierdo incluso en los tratamientos. He optado por decir: autoridades. Es que sino me pierdo en ese protocolo. Sé bien a quién represento y lo que represento y que la Iglesia esté presente en todos los aspectos de la vida de Melilla.
–¿Cuál es su cometido?
–El cometido, por ejemplo, es atender a los religiosos que están en Nador. Llamé al obispo para hacerle una consulta y me recomendó que obre con toda nobleza y rectitud porque me tengo que acostumbrar, como si fuera el ‘obispo’ de Melilla. Pero yo soy un pobre cura de pueblo... (risas). Una cosa que no queremos hacer ningún sacerdote y que maneja la vicaría es un proceso de nulidad de matrimonio... Hay cosas que nunca las he hecho.
Y también se trata de coordinar un poco la labor y la tarea pastoral de toda Melilla. Gracias a Dios todos los sacerdotes nos llevamos bien y voy a intentar que cada día nos llevemos mejor. Hay un clima bueno. Vamos a intentar los sacerdotes católicos incidir en que la vida cristiana en Melilla esté presente.
Otro mundo es el de las cofradías. Nunca he tenido ningún problema, pero yo sé que el mundo cofrade de Melilla tiene sus peculiaridades. De momento, en mí van a tener un gran colaborador aunque no me puedan pedir más de lo que yo no pueda dar según el reglamento de la Diócesis. Pero los contactos que estoy teniendo con ellos son muy cordiales. Por lo general soy un hombre muy dialogante. Me puedo enfadar como todo el mundo, aunque soy incapaz de irme a dormir si estoy peleado con alguien.
Le aseguro que en el primer año de los que esté aquí en Melilla, el tiempo que Dios me conceda, voy a ver, oír y callar para ir aprendiendo.
De hecho, les he dicho a mis compañeros sacerdotes que me ayuden porque, aunque sea el vicario, no soy un experto en este cargo. Pero no voy a hacer cosas raras en Melilla. El primer año nadie va a decir que es que han cambiado muchas cosas. A raíz de lo que yo vea, luego iremos analizando, hablando y consensuando con todos.
Una de las cosas que hablé el otro día con mis compañeros, por ejemplo, son las confirmaciones. Es algo propio del vicario. Este año van a ser en el Sagrado Corazón, pero posiblemente, el año que viene yo me desplace a cualquier parroquia, porque lo lógico es que eso se haga en cada de ellas. En primer año voy a mantener la costumbre, pero en los siguientes ya iremos viendo. No son cosas esenciales, pero pueden dar un cambio de fisionomía, de apertura y de cercanía que es lo que yo voy a intentar por encima de todo.
–¿Alguna vez ha perdido la fe?
–Bueno, perder la fe nunca. Es más, sin fe sería una persona que va a saltar al vacío desde un puente. Puedo tener dudas, tener crisis y preguntarme el porqué de las cosas muchas veces. Esto de mi familia (su hermano y su madre fallecieron con tres meses de diferencia y hace menos de un año de ello) ha sido un golpe muy duro, sobre todo, lo de mi hermano. Me costó asimilarlo y eso que estuve con él en sus últimos días de vida. Es algo que te marca y te hace más humano, indiscutiblemente. Pero también te preguntas: Señor, ¿por qué esto tiene que ser así? En el altar, lo que no quería era que mi cuñada y mis sobrinos vieran su muerte como una especie de castigo y que pensaran: ¿Qué hemos hecho nosotros para merecer esto justo cuando mejor iban las cosas? Creo que nuestra vida es como un tapiz. Nosotras lo vemos del revés y Dios lo ve al derecho. Él sabrá lo que ha hecho con los hilos, pero nosotros sólo vemos nudos. Nunca he perdido la fe, aunque sí que me he enfadado mucho con él. Eso te lo puedo garantizar.
En la época que estuve en el Hospital Materno Infantil de Málaga, cada vez que se me iba un niño, me subía por las paredes. Mantengo relación con padres de niños que fallecieron. De hecho, me acuerdo de una familia que enterré a una niña que perdieron y luego tuve la suerte de bautizar a un niño que llegó. Ahí hay muchas emociones. Siempre digo que el Materno Infantil fue mi cruz y mi luz. Pero no perdí la fe. Sí que tuve mis dudas, mis crisis, mis contratiempos y dificultades... No todo es un camino de rosas y ni en el terreno de la fe ni por supuesto en la vida de un sacerdote. Yo siempre comparo la vida de un sacerdote con un matrimonio. El amor no se me da hecho, lo tengo que hacer cada día igual que cada día tengo que pedir el pan nuestro. Es exactamente igual porque tengo que pedir la fe, el amor y la entrega de cada día y no dar nada por supuesto.
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