–¿Por qué entró en política?
–De alguna manera, por un enfado. Un día pienso que no se puede estar tumbado en el sillón con un mando a distancia viendo lo que ocurre. Entonces, me planteo participar para intentar cambiar las cosas. Es una cuestión de principios. Y me meto en Ciudadanos porque cae en mis manos su manifiesto, lo leo y prácticamente es lo que yo pienso. Lo suscribo y ahí empieza todo.
–¿Qué significa Melilla para usted?
–Nací en Melilla, mi familia de origen casi toda es de Melilla, estudié aquí, me fui fuera, volví, me casé... es todo; es mi tierra, es mi vida y es mi ciudad.
–¿Qué destacaría como bueno y como malo de esta ciudad?
–Lo bueno es que Melilla es muy distinta a cualquier ciudad, tiene mucho potencial. Lo malo, que ese potencial no se ha sabido exprimir, jugar con él y sacarle todo lo que da de sí. De alguna manera, ha estado abandonada. Los políticos que han ido pasando han mirado más su interés o interés de partido que la ciudad. No digo que no se hayan hecho cosas, pero se podría haber hecho mucho más.
–¿Qué oportunidades tiene?
–Es una ciudad multicultural, con muchos pareceres... y cuando hay mucha variedad de opinión y de concepción de vida lo importante, lo difícil, lo conveniente y lo acertado es que todo eso se conjugue. Y si se conjuga bien, sale un buen producto; una ciudad muy distinta a cualquier otra precisamente por eso. Si se conjuga mal, si no se hace bien, nos encontramos con radicalismos, populismos e historias que no benefician a nadie, y menos a los melillenses.
"Si conseguimos una frontera ordenada y segura, todo lo demás irá bien"
–¿Cuáles son los temas que requieren un abordaje prioritario?
–Lo más urgente de Melilla es sacarla del atolladero político en el que está. Hace años ya decíamos que necesitaba un cambio; ahora es prioritario, diría que vital. Es tan vital que, por decirlo de una forma gráfica, Melilla ahora mismo está en la UVI y hay que sacarla de allí. Cuando uno está muy mal en la UVI hay dos formas de salir: una es con los pies por delante, es decir, muy mal; y la otra es intentar recuperar la normalidad y seguir para adelante. Para recuperar esa normalidad hay que cambiar los actores que pueden posibilitar esa salida. Con las mismas políticas y con la misma gente, vamos a tener los mismos resultados.
–¿Es Melilla una ciudad de problemas, como parece que se ve desde fuera?
–No necesariamente. Melilla y los melillenses no tienen culpa de lo que se hace con ella. Melilla es una ciudad que está ahí y no depende de sí misma, sino de lo que se haga con ella. Entonces, el problema no es Melilla, sino lo que se hace con ella; la gente que tiene el poder de hacer o no cosas. Ese es el problema.
–Hay quien sostiene que es una ciudad pesimista, triste, de la que cada vez más gente se quiere marchar, ¿qué piensa?
–Cuando alguien no ve futuro o una salida a su tránsito por la vida, a su vida profesional, familiar, cuando su proyecto de vida ve que no puede desarrollarlo en el sitio que está, evidentemente, busca otro sitio. Lo que hay que hacer es ofrecer las facilidades para que esos proyectos de vida se puedan desarrollar. Melilla tiene una cara amable y todo el mundo que viene de fuera lo dice. Hay que buscar que el que nos visita se lleve un recuerdo agradable; y que quien está aquí no esté enfadado con el mundo porque no le permite hacer el proyecto de vida que pretende.
"Hay que buscar que el que nos visita se lleve un recuerdo agradable; y que quien está aquí no esté enfadado con el mundo"
–¿Con qué Melilla de futuro sueña Eduardo de Castro?
–Con una Melilla de todos los que vivimos aquí, que no sea crispada, con nuevos objetivos, que deje de mirar al pasado para ver al futuro y que se proyecte más allá de la frontera. Hay que darle ese impulso y venderla como una ciudad europea en África.
–Si llega al Gobierno de la Ciudad, ¿qué no se perdonaría no haber hecho al finalizar la legislatura?
–Si llegara eso, y no hago las cuatro o cinco cosas importantes del proyecto que haya que hacer, me sentiría frustrado y un fracaso. Pero no va a ocurrir: cuando me comprometo a hacer una cosa, intento llegar con resultados positivos. Lo que no pueda controlar no depende de mí, pero que a nadie le quepa duda de que cuando me meto en un proyecto lo acabo.
–¿Y cuáles serían esas cuatro o cinco cosas fundamentales?
–El punto más importante, alrededor del cual se mueve todo lo demás, es la frontera. Tenemos que hacer lo posible y lo imposible por que sea de verdad internacional. Tenemos que mimarla, potenciarla y que sea la contención de lo malo y totalmente permeable para lo bueno, que es mucho. Tenemos que facilitar que sea una frontera internacional por la que pasen personas y mercancías; por la que se facilite la llegada de gente de países colindantes, no solo Marruecos, que vengan a buscar algo que no tengan allí y nosotros se lo podamos ofrecer sin ningún problema. Lo que no puede ser es que tengamos una frontera caótica, con follones, con gente enfadada y con gente que causa muchísimos problemas. Si conseguimos una frontera ordenada y segura, todo lo demás irá bien.
–Según Cs, no cabe el muro que proponen otros partidos...
–No. Hay partidos que proponen, no sé cómo llamarlo... barbaridades... porque son cuestiones que no están con los tiempos. Por mucho que levantemos un muro, al campo no se le pueden poner puertas. Y la gente que está desesperada, si no puede saltar el muro, va a venir como están haciendo: entrando con pateras, usando el mar... y ya lo hemos visto. Cerca de Melilla tenemos las islas Chafarinas, que son españolas y están a unos metros... póngame todo el muro que quiera, que voy por allí, salto y ya está. Son ocurrencias, por decirlo suave, de gente que vive de un populismo bastante peligroso, que no es responsable de lo que está diciendo y que, desde luego, no va a ayudar para nada a que una ciudad como Melilla prospere porque lo único que quiere es radicalizar más aún si cabe la situación. Aquí lo que sobran son radicalismos, populismos y gente que dice que hay dos tipos de vida y ‘elija usted entre los cristianos y los moros’. No, mire usted, yo no voy a elegir entre el cristiano y el moro; yo voy a elegir una ciudad en la que quepa el cristiano, el moro, el hindú, el hebreo, el ateo y cualquier persona normal y decente que quiera convivir. Esta ciudad tiene que ser de todos. Si no, vamos muy mal. Así que el muro e historias extrañas, que además son imposibles, se deben quedar en América, con el señor Trump, y en México. Vamos a importar cosas importantes y no barbaridades de ese tipo.
"El muro e historias extrañas, que además son imposibles, se deben quedar en América, con Trump, y en México"
–Tras el 28-A, ¿cree que hay mucha gente pensándose el voto para el 26-M?
–Creo que el fenómeno de las elecciones generales, con la irrupción de estos partidos que quieren salvar la patria subidos en un caballo y levantando muros, ha llegado a su techo. Yo lo llamo, aunque suena un poco brusco, el voto del enfado, del cabreo. Los españoles, en su forma de ser, tienen eso: me enfado mucho, me cabreo y hago lo que a lo mejor no haría cuando lo pienso. Pero creo que la gente ya está pensando y que este tipo de políticas caen por su peso porque la ley de la gravedad les afecta como a todos, pero a ellos les afecta más porque el peso que tienen es tan pesado que caen, y caen antes que otros. Confío en la racionalidad de la gente y en que el ciudadano piense, analice la situación y vea qué es lo que realmente es lo lógico, lo racional, y se deje de entelequias que no van a ningún sitio porque las cosas que venden estos partidos son irrealizables, entre otras muchas razones, por cuestiones numéricas, porque para hacer esas cosas que dicen que quieren hacer necesitarían mayoría absoluta en el Parlamento, que no tienen. Si tuvieran la mayoría absoluta en un Parlamento, que Dios nos pille confesados.
–Estos días, Melilla ha sido noticia en la prensa de ámbito nacional. ¿Qué siente ante lo publicado?
–Tengo varios sentimientos. Siento vergüenza, siento rabia, siento impotencia porque no creo que Melilla y los melillenses nos merezcamos ese tipo de publicidad. Entonces, son sentimientos negativos, pero es que lo ponen muy difícil. Cuando hay gente que lo está pasando mal, cuando hay jóvenes que se están yendo de Melilla porque no tienen trabajo, no se puede consentir lo que sale en la televisión. No se puede consentir que el hijo de un presidente, que trabaja gracias a su padre, de asesor, no sé en qué lo asesora realmente, que gana lo que gana, se dedique a jugar con la necesidad y la miseria ajena prometiendo puestos de trabajo por votos o cualquier otra cosa. De eso en Melilla tenemos desde hace muchos años. Hay gente imputada. El otro día vimos que el número 10 de un partido está en los juzgados. Eso no nos puede gustar a cualquier persona decente y bien nacida. Me parece penoso que gente que tiene la oportunidad, que tiene lo que yo considero que es un honor, como es el servicio público y que te han elegido para que sirvas al ciudadano, se dedique a hacer esas cosas. Es vergonzoso y ni es ético ni estético; lo único que se merece es que la gente los eche al sitio desde el que han venido, que es la calle. Porque muchos de esos que hacen estas cosas viven de la política. Si mañana se les acaba el sillón, se les acaba la paga y se van a las colas del paro. Es lamentable, pero es así.
–Usted ‘pierde la cabeza’, sobre todo, con una persona...
–Es cierto. Tengo la fortuna de ser abuelo. Y es cierto: tengo una nieta que es una maravilla y, además, claro que se me cae la baba. Pero, además, como todo el mundo dice que se parece a mí... yo no lo veo, es bastante más guapa que su abuelo... pero sí, es una maravilla y es un aliciente para seguir luchando. Siempre he tenido presente una cosa: que mis hijas vieran a su padre como una persona que intentaba hacer bien las cosas, aunque también se equivocaba, y siempre me han visto trabajando; no me han visto holgazaneando o haciendo cosas que no se deben. Es lo que yo quería transmitir: trabajo, honradez, honestidad... con acierto y con equivocaciones, sin duda, nadie es perfecto. Ese es el futuro que quería para mis hijas y que quiero para mi nieta. Y me preocupa mucho que el futuro de mi nieta, aunque no vive en Melilla desgraciadamente para mí, sea agradable y se pueda desarrollar. Cualquier persona normal quiere eso para sus hijos y nietos. Para mí es muy importante la familia,creo que es la base de la sociedad. Hay una serie de criterios y de valores, como el respeto a los mayores o que las cosas no se regalan; nunca jamás a mis dos hijas les han regalado nada. Y es penoso porque aquí hay mucha gente que se cree que la vida es que te regalen un puesto de trabajo. Con eso hay que acabar. No lo aguanto ni lo permito. De ninguna de las maneras. Si no, ¿qué valores estamos transmitiendo? Lo normal es el mérito, la capacidad, el esfuerzo... Cuando algo te ha costado trabajo, es cuando realmente lo valoras. Por eso pasa lo que pasa: gente que no valora lo que tiene porque no le ha costado trabajo y se cree que eso es lo normal. No, eso no es lo normal. Y eso es lo que está acabando con la confianza de la gente en los políticos. Que sepan los melillenses que de los políticos de Ciudadanos ni uno tiene ese problema, entre otras cosas, porque el responsable, que soy yo, no lo consentiría.
"Aquí sobran radicalismos, populismos y gente que dice que hay dos tipos de vida y elija entre cristianos y moros"
–Le gusta destacar que en su lista van profesionales con un trabajo al margen de la política...
–Por eso cuando vamos por ahí los ‘naranjitos’ no somos tantos. Algunos, por ser candidatos, tenemos un permiso especial para hacer la campaña de las elecciones, pero hay gente que lo tiene y no lo ha cogido porque si se va de su trabajo, perjudica a sus compañeros. Esa es la responsabilidad. Sin embargo, verá grupos de otros partidos en el que todos o casi todos los que están trabajan para ese partido o en la Ciudad. A nosotros no nos paga nadie.
–¿Qué futuro le ve a la ciudad?
–El que quieran los melillenses. Por mucho que quiera hacer cosas positivas, si no tenemos la fuerza que nos dan los melillenses a través del voto, difícilmente podemos hacer nada. El problema es que si eligen a políticos que les van a causar problemas, se están equivocando. Luego vendrán los ‘madre mía’. Los cambios se hacen teniendo fuerza política, y para eso hace falta apoyos con votos.
–Su rincón favorito de Melilla es...
–Melilla la Vieja, por la Puerta de la Marina, por donde está la Escuela de Hostelería, por la mañana temprano, cuando está amaneciendo y con el suelo mojado. Es una imagen que tengo grabada desde hace muchos años.
–Es usted amante de la fotografía. ¿Cuál es su disparo preferido en Melilla?
–Mi foto preferida puede ser esa... o una donde haya una muralla, un arco o un túnel con siglos de historia, con un sol de Poniente, donde haya buena luz y el suelo mojado. Me encanta. Que transmita añoranza y belleza. La de un amanecer también es una foto que me gusta mucho.
–¿Una ruta imprescindible para un recién llegado?
–El centro histórico, por supuesto, Melilla la Vieja y la avenida Juan Carlos I terminando en la plaza de España y pasando por el Parque Hernández. Creo que pocas personas tienen un patrimonio modernista como el que tenemos nosotros. El centro de Melilla es una pasada. Cuando paseo y miro para arriba y veo los edificios, me acuerdo del paseo de Gracia, por ejemplo, de Barcelona, salvando las distancias porque aquello es bastante más grande.
–¿Cómo acabaría esta entrevista?
–Queremos seguir con una campaña limpia, que dejen de insultar y de decir barbaridades. No queremos entrar en ese barro porque perdemos siempre porque quienes lo usan son especialistas en la calumnia, en la injuria, en el desprestigio. No vamos a entrar ahí y queremos que los demás no lo hagan. Hay gente que el horizonte lo está viendo muy negro, de lo cual yo me alegro. Que acabe esto, que la gente diga lo que quiere y, en función de los resultados, actuar. El número de diputados que saquemos es fundamental; para la ciudad y para nosotros poder hacer lo que la sociedad está demandando. Lo tenemos muy claro: le vamos a dar la vuelta al calcetín.
–Ya ha dicho en esta campaña que Cs no va a apoyar, en caso de que sea necesario, ni a Imbroda (PP) ni a Aberchán (CpM). En ese escenario, ¿qué puede ocurrir?
–Lo que tiene que haber es cambio de caras y de Gobierno. No vamos a investir a Imbroda, tampoco lo hicimos en 2015. Imbroda tuvo la oportunidad de lavar su casa: le ofrecí un pacto por escrito, registrado en la sede del PP, con diez puntos. No le costaba nada porque no pedíamos entrar en gobierno, ningún sillón, ningún sueldo; pedíamos una serie de medidas y no quiso.
–¿Y eso ahora sería un ‘no’ a Imbroda o un ‘no’ al PP?
–’No’ a Imbroda.
–¿Y si hubiera cambio de caras?
–El señor Imbroda se tiene que ir por muchas razones. Ha demostrado su incapacidad para cambiar las cosas en esta ciudad. Y el señor Aberchán, sencillamente, porque está condenado. Tiene una condena que no es firme y que está en vía de recurso, pero si la otra vez le dijimos que no podía ser presidente porque estaba imputado, ahora con más razón. No son cuestiones personales, sino de ética política. Aberchán está condenado por el voto por correo; Imbroda, inhabilitado para nosotros porque lo único que está haciendo es destrozar esta ciudad. Somos un partido independiente y seremos lo que quieran los melillenses. Cuando nos sentemos a hablar, a ver quién hay. No podemos cambiar las cosas con la misma gente. No es posible. Para eso me quedo en la oposición. No he venido a seguir haciéndole el juego al Partido Popular de Imbroda. Seguro que hay gente capacitada para hacer las cosas de otra manera. Pues que coja las riendas. Conozco en CpM gente que quiere hacer cosas de otra manera; pues que coja las riendas.
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