La mujer y su marido llevaban un año sin luz eléctrica y no podían pagar 350 euros por el alquiler de un cuarto insalubre habilitado en el hueco de una escalera de la calle Pablo Neruda de Ataque Seco.
Hasta para nacer hay que tener suerte. Un bebé de apenas un mes de vida, fue desahuciado ayer, junto a su madre, su padre y sus tres hermanas pequeñas, de un bajo insalubre ubicado en la calle Pablo Neruda de Ataque Seco.
La familia llevaba mucho tiempo sin poder pagar los 350 euros que el casero les pedía por un pequeño cuarto de apenas 10 metros cuadrados, habilitado en el hueco de una escalera.
Los seis vivían sin luz eléctrica desde hace un año y no tenían dinero ni para comer. Por más que la madre, llorando, se empeñaba ayer en dar el pecho al bebé, la leche no le bajaba. Por eso los propios policías nacionales que acudieron junto a los agentes judiciales a efectuar el desahucio, terminaron comprando comida a los niños y a la mujer.
A la familia se le notaba el hambre en los ojos. Sin embargo, ni los pequeños ni su madre mostraron especial interés por el desayuno que les preparó una vecina, Fatiha Elouassani. Es lo que tiene acostumbrarse a no comer. Mientras menos alimentos se ingieren, menos ganas se tiene de ingerirlos.
De hecho, las niñas pequeñas, vomitaron los bocadillos que les prepararon. Sus estómagos no aguantaron la comida de camino a la oficina de los Servicios Sociales del barrio de la Victoria.
Un desahucio doloroso
Para los agentes judiciales y de la Policía Nacional, que llevaron a cabo el desahucio, el de ayer puede que sea uno de los más doloroso que hayan visto hasta el momento.
Pero la ley es la ley y está para cumplirse. Sin embargo, una de las representantes de la Justicia que acudió ayer al desahucio, explicó que si al recibir la orden de desalojo hace un mes, la familia hubiera recurrido, se habría ahorrado pasar por el mal trago de quedarse con cuatro niños en la calle, porque los Servicios Sociales habrían previsto qué hacer.
¿Cómo recurre un auto de desahucio por impago de alquiler una madre marroquí que no habla español, no tiene papeles y no sabe leer ni escribir? Para ella, las ventanas que entreabre la justicia siempre estarán cerradas.
Ni una palabra, ni un lamento
La madre que ayer fue desahuciada de su casa con su marido y sus cuatro hijos no dijo una sola palabra. La mujer de 30 años se sentó en un rincón de un portal vecino a llorar su desgracia.
Su marido, un hombre mayor que ella y también de origen marroquí, pero con permiso de residencia en Melilla, echó a correr al ver llegar a la Policía Nacional.
Las vecinas que acudieron a ayudar a la familia de alguna forma lo justificaban. “Es un hombre muy temeroso. Va recogiendo colillas de cigarrillos por la calle y si alguien se le queda mirando, se asusta y se pone a temblar”, comantaron a El Faro.
En efecto, el marido estaba escondido, hecho un manojo de nervios, en una de las calles cercanas al pequeño cuarto insalubre del que acababan de desahuciar a su familia.
A petición de El Faro, se acercó a la Policía y un agente le explicó en tamazigh qué debía hacer para poner a salvo a su mujer y sus hijos.
El hombre escuchaba, como en otro mundo, y finalmente decidió quedarse a cuidar de sus pertenencias, mientras la vecina Fatiha Elouassani llevaba en su coche a su mujer y a sus cuatro hijos a la oficina de los Servicios Sociales del barrio de la Victoria.
Sus enseres, un frigorífico, un colchón y algo de ropa, estaban a la vista de todo el barrio en un rincón de la calle Pablo Neruda.
Fue lo único que la Policía sacó del cuarto insalubre en el que la familia vivía sin dinero para poder pagar el alquiler.
La vida y la crisis han jugado una mala pasada a la familia de Rahma Zbakh, pero le ha demostrado que no está sola. Al menos tres vecinas y los agentes de la Policía Nacional ayer le tendieron la mano.
Bienestar Social y ONGs, con las manos atadas
La Consejería de Bienestar Social no puede hacer nada por Rahma Zbakh, la madre marroquí de 30 años, que junto a su marido y sus cuatro niños pequeños, durmió ayer en la calle por no tener dinero para pagar el alquiler de un cuchitril por el que un casero le exige 350 euros mensuales que ni ella ni su marido pueden pagar y que, además, el piso no lo vale.
Según explicó ayer a El Faro la consejera María Antonia Garbín, la mujer se acercó a la oficina de los Servicios Sociales del barrio de la Victoria y allí los funcionarios no pudieron prestarle ningún tipo de ayuda porque es marroquí, el marido tiene el permiso de residencia en Melilla caducado desde 2007 y ninguno de los niños, aunque han nacido todos en el Comarcal, tiene papeles. “No podemos hacer nada por los indocumentados”, lamentó.
Este periódico se puso en contacto también con Cruz Roja para saber si podía ayudar a la familia de Rahma Zbakh y desde la organización no gubernamental aseguraron que nada pueden hacer por casos como el de esta madre marroquí desahuciada en Melilla. “Las ONGs que ayudan a indocumentados saben que están cometiendo un delito”, señalaron a El Faro.
Desde Cáritas, por su parte, dieron algo de esperanza a este diario y aseguraron que estudiarían el caso. No obstante, explicaron que ellos no tienen dinero para pagar el alquiler a todas las familias necesitadas de la ciudad, que son muchas, y que cuando lo hacen es con dinero de la Consejería de Servicios Sociales y por recomendación de ésta.
Estamos ante el pez que se muerde la cola. Los niños de Rahma Zbakh han nacido en España, pero no tiene papeles porque al nacer recibieron la nacionalidad de la madre. Son marroquíes, aunque no hayan pisado Marruecos en su vida.
Por delante tienen un futuro incierto. Los Servicios Sociales y las ONGs están desbordados. La crisis se ha ensañado con las familias más vulnerables y casos como el de esta madre marroquí se quedan solución.
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