Centenares de niños participaron en el Parque Hernández en un espectáculo lleno de fantasía y de personajes muy curiosos
“Papá, ¿has visto como mi libro no miente? ¡Los dragones existen!”, así le replicaba ayer un niño a su padre mientra veía el desfile de personajes mágicos por el Parque Hernández. Al padre del pequeño le dio un ataque de risa, pero no pudo negar lo evidente: Un dragón rojo gigante paseaba frente a ellos. Además, escupía fuego, como el que aparece en el libro de ese niño. Y es que ayer el Parque Hernández se llenó de la magia del teatro y de los espectáculos callejeros. El buen tiempo favoreció que centenares de niños se acercaran a esta actividad organizada por la Consejería de Cultura, y que tuvo que retrasarse del sábado a ayer por culpa de la lluvia. Aunque los componentes de este teatro estaban encantados con el cambio. Había mucho público en el parque y fue de lo más participativo en todas las acciones.
Espectáculo cercano
Además del gran dragón, los actores dieron una vuelta por el parque en otros vehículos muy particulares, como peces gigantes, grades aves y una especie de zancos que hacían volar por los aires a los personajes. El teatro de calle comenzó con un desfile, en el que los pequeños alucinaron al ver al dragón escupiendo fuego y a cuatro bailarinas que danzaban casi a la misma altura de las palmeras. Un payaso en monociclo y tres personajes muy raros en mitad del recorrido eran otras de las atracciones de este desfile.
Tras pasear por el parque, los grandes animales y monstruos se quedaron en un lado y comenzaron los espectáculos individuales. Cada artista de este teatro de calle tenía diez minutos para sorprender, entretener y divertir a las familias. La primera en animar al público fue una payasa que se dedicó a bailar con todos los niños que fueron a verla. Con ella llevaba una maleta y consiguió que los pequeños la ayudaran con este equipaje hasta que comenzó su 'show'. La pobre payasa estaba triste porque buscaba una pareja, así que comenzó a elegir entre los padres a sus candidatos para ser su novio.
No sólo esta payasa dio el espectáculo, también lo hicieron dos jóvenes que hacían meditación mientras se sostenían sólo con la fuerza de sus brazos a una altura considerable, así como los malabaristas y saltimbanquis que enseñaron a los niños a subirse en unos zancos y a andar viendo las cosas de una perspectiva más alta a la que están acostumbrados.
La magia, la ilusión y la fantasía se entremezclaban entre actuación y actuación. Un músico demostró que con algo de habilidad, unas copas y un poco de agua, se podía interpretar una sinfonía. También fue muy divertida y sorprendente la actuación de una mujer dentro de una burbuja y el taller de globoflexia en el que los pequeños aprendieron a hacer pelucas con globos.
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