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Hace 20 años, once personas fallecieron arrastradas por las aguas del depósito
El calendario marcaba el 17 de noviembre de 1997 cuando Melilla sufrió una de sus mayores tragedias. Los depósitos de agua, situados a escasa distancia de Tiro Nacional, reventaban y desataban una riada de terribles consecuencias.
El agua se llevaba todo a su paso. Unos 25 millones de litros arramblaron con todo lo que se encontraban en su loca carrera cuesta abajo. Las imágenes segundos después de la catástrofe eran dantescas. Un claro ejemplo, el de las calles del Rastro, donde coches volcados, empantanados en un río de lodo, daban cuenta de la magnitud de la catástrofe.
Verónica es vecina de Tiro Nacional y lleva dos décadas contemplando la mole de cemento que marcó para siempre su vida y la de multitud de melillenses. Fueron once las víctimas mortales. Entre ellas, su hermana, embarazada de ocho meses, y sus dos sobrinos: una bebé de tan solo un año y un niño de cinco.
Fue tras caer la noche de aquel aciago 17 de noviembre, cuando Verónica y sus familiares recibieron la peor de las noticias. Los cadáveres de su hermana y los dos pequeños habían aparecido. La niña, en los brazos de su madre; el niño, aferrándose a la mano de quien le había dado la vida, junto a la que se mantuvo hasta el final.
El Faro acompañó ayer a Verónica al lugar donde se originó su desdicha y la de tantas familias. Ve los depósitos a diario: al salir de casa, al coger el autobús, al dar cualquier paso. Y esa visión no le recuerda a los seres queridos muertos, sino al horror que siguió al estallido de aquella montaña de cemento.
Verónica pide que la autoridad competente derribe esos depósitos, una zona cero abandonada que sólo le trae terribles recuerdos. Y tiene derecho a ello. Quizá si algún día desaparecen los restos de aquella catástrofe, las heridas comiencen a cerrarse.