Donde dije digo...

Continúan llegándonos quejas sobre la biblioteca pública de Melilla, que ha vuelto a cambiar sus horarios de apertura a un mes de que se celebren oposiciones en la ciudad y los estudiantes se metan de lleno en los exámenes de junio.

Pese a que en su página web mantiene que abre de nueve y media de la mañana a doce de la noche, fines de semana incluidos, un cartel pegado en la biblioteca advierte de que desde el fin de semana pasado sólo está disponible los sábados por las mañanas, de 9:30 a 13:30 horas, y los domingos por la tarde, de 16:00 a 21:00 horas.

Estábamos satisfechos porque la Ciudad Autónoma había hecho un esfuerzo económico importante y había escuchado la demanda de quienes necesitan estudiar fuera de sus casas, pero en cuanto nos decuidamos, cambiaron de palo para rumba.

Ojalá el donde dije Digo digo Diego fuera lo único que preocupa a los usuarios de la biblioteca pública de Melilla. Por varias vías nos llegan las quejas del mal estado de las taquillas. Yo, por ejemplo, no pude subir a estudiar la semana pasada porque no había sitios disponibles para dejar la mochila.

Al mal estado de esas taquillas se suma el hecho de que la biblioteca está exigiendo a los usuarios identificarse con nombres, apellidos y número de teléfono para poder dejar sus pertenencias.

Además, un cartel advierte de que quien pierda una llave deberá pagar el cerrajero. Estamos sentando cátedra no sólo al ignorar la Ley de Protección de Datos sino también porque la Administración amenaza con obligar a los ciudadanos a pagar de su bolsillo una multa que no sabemos si podemos recurrir o si existe alguna ordenanza municipal que la regule.

También sientan muy mal a los usuarios de la biblioteca las malas maneras que supuestamente emplean con ellos cuando son sorprendidos en un pasillo contestando a una llamada de teléfono o enviando un mensaje de voz.

Ser más papistas que el Papa ha llevado a exacerbar los ánimos hasta el punto en que no faltan quienes reprochan a la Ciudad que se gaste un dineral en la fuente del río y no sea capaz de separar dinero para arreglar las taquillas de la única biblioteca pública que tenemos en Melilla.

El problema aquí es que la biblioteca es de titularidad estatal y está gestionada por la Ciudad Autónoma. En todo caso deberíamos afear a nuestros representantes en Madrid que al menos durante la pasada legislatura no hayan reclamado más inversiones en instalaciones públicas que fomenten la lectura en nuestra ciudad. Estamos olvidados y lo notamos ahora porque muchos no encuentran sitio para estudiar para las oposiciones y los exámenes de junio.

Este miércoles, que fue festivo, no había agua en la biblioteca. Y durante toda la semana las salas están a reventar por las tardes porque al ser tan pequeña no consigue cubrir la demanda.

En cuanto a las supuestas malas maneras empleadas contra usuarios de la biblioteca, sería interesante saber si existen requisitos mínimos para la contratación de personal. No se trata de cubrir vacantes sino de buscar personas idóneas que sepan mantener la cordura de cara al público y que no se dediquen sólo a señalar lo que no se puede hacer sino que hagan todo lo que está a su alcance para solucionar los problemas.

Visto lo visto, seguiremos pendientes de la biblioteca pública de Melilla. No queremos que nos sigan dando gato por liebre.

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