Las religiosas educan a 30 niñas de entre 9 y 17 años en una casa con normas que “todas acaban aceptando” l Todas han conseguido aprobar todas las asignaturas del pasado trimestre gracias a las clases de refuerzo.
Se agarró fuerte a la puerta. Gritaba en tamazight que no quería entrar en ese edificio, que era una cárcel. La religiosa se acercó a ella y le secó las lágrimas. Le pidió a una policía local que hablaba el idioma de la niña que le dijera que ése era su hogar y no una cárcel. La pequeña se relajó y entró en la que hoy es su casa, la residencia de la Divina Infantita. En este lugar no les hace falta que cambien la Ley del Menor. En su interior conviven 30 menores extranjeras abandonadas por sus familias. La puerta está abierta, pero ninguna de ellas desaparece. Ni se las ve deambulando por las calles. La casa tiene unas normas y “todas acaban cumpliéndolas”, asegura la responsable del hogar de Divina Infantita, la madre Celina Pérez. Pero, ¿por qué las niñas no se escapan de este centro como hacen otros menores varnoes en otros lugares de acogida de la ciudad? ¿Por qué aceptan las normas? La religosa asegura que su misión es que estas menores sientan de verdad que alguien se preocupa por ellas, que las quieren y que ése es su hogar, un sitio donde nadie les va a hacer daño.
La madre Celina destaca que dan mucho amor a las pequeñas. Puede parecer una tontería, pero asegura que les funciona. Esa pequeña que llegó hace cinco días al centro y que se negaba a entrar ha recibido las caricias y los mimos de las hermanas y de otras menores de Divina Infantita. En esta semana, ha aprendido a decir ‘madre’, ‘gracias’ y cuatro palabras más. En un mes, estará hablando castellano gracias a las clases de alfabetización, apunta la religiosa.
La responsable de Divina Infantita dice que su centro no quiere ser un ejemplo para el resto. No quiere criticar ni entrar a valorar cómo es el trabajo de otras instituciones que acogen a menores. De hecho les echa un capote y afirma que es muy difícil trabajar con la “agresividad” con la que llegan las menores al centro. La madre Celina explica que las niñas han vivido experiencias terribles y vienen de la calle, donde prima la ley del más fuerte. De forma que cuando entran en Divina Infantita, tiene que explicarles cómo es el nuevo mundo en el que van a vivir.
Hablar en lugar de gritar
Y es que uno de los trucos de la madre Celina es el diálogo. Cuenta que una de las chicas se rebeló contra las normas. Decidió salir cinco días seguidos del centro, cuando las normas dicen que sólo se puede los sábados y los domingos. La responsable de Divina Infantita se reunió con ella. Lo primero que hizo fue preguntar a la menor si se le había pasado la rabia y el enfado, porque quería hablar con ella. Y la niña le dijo que no entendía nada porque ella esperaba que le gritaran y que le pegaran por incumplir las normas.
La religiosa explica que las niñas se comportan con agresividad porque es lo que han aprendido en la calle y por ello, es difícil “manejarlas” en muchas ocasiones. Necesitan paciencia y amor. Pero tiene claro una cosa: Si grita a una de ellas porque hace algo mal, justifica esa violencia que utilizan las niñas para defenderse. Por ello, cuando hay un problema en esta casa, se pasa a dialogar con las menores para que comprendan qué pasa y por qué no pueden seguir con esa agresividad.
Horas y horas de charla llega a invertir esta religiosa para abordar los problemas que tienen las menores. Es la mejor forma de explicarles por qué hay que recoger el comedor tras la merienda o por qué hay que hacer los deberes de clase.
Quieren ‘papeles’
La madre Celina explica que las niñas llegan a Melilla buscando ‘papeles’ para irse a la península. Su objetivo es conseguir documentación española para poder ir a otra región. Sin embargo, cuando viven unos días en el centro, ya no quieren irse porque se sienten protegidas, afirma la religiosa. En Divina Infantita hacen hincapié en que éste es su hogar y por eso, nunca desean marcharse.
En esta casa se les enseña que sus actos tienen consecuencias que pueden ser negativas o positivas. El otro día una niña cogió el mando de la televisión y se negaba a cambiar el canal. Una educadora le pidió que acordara con el resto de compañeras qué programa iban a ver, pero ella reaccionó mal. Tiró el mando y todo lo que pilló alrededor. La consecuencia fue que la televisión estuvo apagada todo el día. La madre Celina asegura que la niña ‘rebelde’ fue a verla por la tarde para pedirle perdón. Dijo que no sabía por qué se había comportado así y también pidió disculpas a todas sus compañeras. Fue perdonada, pero la religiosa no levantó el castigo, porque fue una forma de mostrar a la menor que debe controlar ese genio.
La madre Celina asegura que es difícil educar a las adolescentes y más aún con las experiencias que tienen estas jóvenes, pero afirma que el truco está en que confíen en las religiosas como si fueran una familia de verdad. Y eso sólo se consigue con respeto.
Varias oraciones para Dios
La religiosa indica que es muy difícil para una niña adaptarse a unas normas que no comprende. Nunca han tenido una casa y no entienden que hay que lavarse el pelo, cepillarse los dientes o recoger la ropa del suelo. La madre Celina resalta que estas menores no saben nada de la cultura ni de la sociedad a la que acaban de llegar y aunque muchas quieren integrarse, desconocen cómo funcionan las cosas. Por ello, insiste en que hay que hablar con ellas. Indicarles por qué tienen que lavarse la cara al despertar o lavar los platos cuando terminan de comer.
Para que la adaptación de las niñas sea buena, es necesario tener mucha paciencia, asegura la hermana, pero también respeto hacia su propia cultura y religión. La religiosa recuerda el caso de unas niñas sirias que estuvieron en el centro hace unos meses. Estas pequeñas no querían ponerse ropa occidental y estuvieron durante unos días con chilaba y hiyah.
También comenta la madre Celina que hay niñas musulmanas que rezan por las noches su oración y que tanto la fe islámica como la cristiana conviven en el centro sin problemas. Explica que la capilla cristiana está siempre abierta y todas las niñas la respetan sin problemas.
En cuanto a la lengua materna de las niñas, la religosa resalta que se respeta, aunque insiste en que deben aprender castellano. Explica que cuando cumplan 18 años y salgan a la sociedad, van a tener que dominar el español.
La formación
Otra de las claves en las que insisten las cinco religiosas que viven con las menores es que hay que estudiar. Las niñas con menos de 12 años van al Reyes Católicos y el resto, al instituto a diferentes clases, desde cursos de la ESO a clases de cocina o programas de cualificación profesional inicial (PCPI) de comercio e informática. Todas tienen que tener herramientas para integrarse en la sociedad cuando salgan del centro, destaca la religiosa. Además, el trimestre pasado tuvieron una gran noticia: Todas las niñas habían aprobado todas las asignaturas. Es la primera vez que conseguían esto y se debe a las clases de apoyo que tienen las menores por las tardes. Cuentan con educadoras para Primaria, la ESO y alfabetización.
Por último, la madre Celina afirma que otras de las claves de que las niñas no quieran irse del centro es que es una casa pequeña. Afirma que esto permite a las hermanas tener un contacto muy cercano con ellas. Todas se llaman por su nombre porque no son números, asevera. En Divina Infantita hay 30 plazas para niñas que vinieron a Melilla para tener ‘papeles’ y que consiguen adaptarse a la vida de una sociedad española dentro de este hogar.
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