‘Divagación sobre el desengaño’

YO no se como se definirá el desengaño. Tampoco voy a meterme en Google para sacar célebres definiciones y citas rimbombantes para imitar a los pedantes. Yo sí sé que el desengaño es un estado del espíritu derivado del derrumbamiento de una realidad idealizada.

Tenemos los humanos una marcada tendencia a idealizar el mundo en que vivimos. Cuando digo mundo,me refiero a toda la realidad que nos rodea. Somos pedazos de realidades superpuestas cada una de ellas edificadas como podemos.

El problema estriba en que volcamos nuestra felicidad, nuestro amor o nuestra vida en alguien o en algo. Si esa entrega se cae, si ese amor no es correspondido sucede el desengaño, la vuelta a la realidad tal y como era y no como en su día la imaginamos.

Con frecuencia perdemos la esperanza o la ilusión de conseguir una cosa que deseamos o que algo o alguien no es como creíamos.

Llego a la conclusión de que cuando vemos que la realidad desmiente la ilusión que hemos puesto en algo recibimos una experiencia dolorosa que nos condiciona para siempre, descubrimos una verdad que pone fin a un error, tomamos conciencia de que la visión positiva de una cosa o de una persona era equivocada.

¿Es el desengaño un fracaso? A veces me he preguntado eso. ¿Fracasamos en la percepción de la realidad o es que el conjunto de la misma era siempre distinto a como creíamos?

No me quiero poner trascendente, ni mucho menos enredar la mañana de un domingo en la ciudad amada con tirabuzones de melancolía. A veces resulta que nos quedamos pendiente del dedo que señala a la luna y no somos capaces de ver la belleza de esta.

La melancolía viene de los empeños imposibles y a veces nos damos cuenta de cómo hemos malgastado energías observando la nulidad de nuestra realidad idealizada.

La luz, el color, el azul, el mar son señuelos que a veces nos embelesan pero que pueden ocultar la cara amarga de los desengaños.

El toparse de pronto con el desengaño nos acarrea primero el acíbar del descubrimiento,luego el silencio de los que nos rodean, después el olvido, por fin la soledad.

A veces es bueno aplicar el cauterio sobre las líneas que se escriben. El cauterio duele,molesta; pero el cauterio ejerce de sanador en la llaga que se abre. 

Miro al mar desde mi eterno banco del paseo marítimo y exprimo el limón agridulce de la eterna mañana. Al fondo, sigue impasible la acuarela añorada de la ciudad amada.

Que tampoco hoy le falte agua al elefante.

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