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“Las dificultades de integración van mucho más allá de la religión: lo social es clave”

Doctor en Integración Europea por la Universidad de Valladolid (UVA) con premio extraordinario, Sergio Castaño es el autor de uno de los capítulos del libro ‘Desafíos de migración e integración de inmigrantes musulmanes en Europa’, en el que firma un análisis sobre las ciudades autónomas bajo el título ‘Ceuta y Melilla: integración o convivencia en una sociedad plural’.

Desde su punto de vista, ambas “podrían representar un modelo para la posible evolución de otras ciudades europeas en los próximos años”, pero “las políticas de integración de los ochenta y noventa no fueron lo suficientemente efectivas y ahora existe una clara división entre la parte de la sociedad identificada con la tradición europea y la otra mitad”, igual de española, pero “que vive de acuerdo con la herencia islámica”.

– Dice en su trabajo que Ceuta y Melilla no pueden ser consideradas un modelo de “integración”, aunque sí de “convivencia”. ¿Cómo delimita la diferencia entre ambos conceptos? ¿Las diferentes culturas sólo ‘cohabitan’ en ambas ciudades?

– Son muchos los académicos que tratan de analizar las circunstancias sociales que se dan en diferentes países y el avance hacia la integración en contextos multiculturales. Si observamos la situación de las principales ciudades europeas, se puede comprobar cómo, a pesar de que se han tratado de poner las bases, solo en determinados contextos socioculturales podemos hablar de verdadera integración. Generalmente lo que se da es una convivencia basada en el respeto mutuo, pero en pocos casos hay una integración. La convivencia podría estar en un escalón superior a la ‘cohabitación’, pues requiere de la existencia de espacios comunes y de cierta interacción. Cuando se cohabita, esa interacción queda mucho más reducida, y se limita al reconocimiento mutuo, que, en muchos casos, ni siquiera significa un respeto por el otro, sino solo aceptación de una realidad.

–¿A qué se refiere cuando habla de “las dificultades” de los musulmanes para “participar en la vida pública”?

– Hasta ahora, los gobiernos de Ceuta y Melilla han estado liderados por partidos políticos nacionales, que han sido los que, aún reconociendo la necesidad de otorgar un espacio a la comunidad musulmana, han mantenido las tradiciones cristianas, en unos casos, y seculares, en otros, a pesar de las permanentes reivindicaciones por parte de los musulmanes por introducir sus costumbres y tradiciones en la vida cotidiana. Esta situación podría cambiar en los próximos años si los partidos políticos que representan los intereses de los musulmanes ceutíes y melillenses consiguen mayor representación en la Asamblea.

– En Melilla sí existe una referencia a la pluralidad lingüística de su población en el Estatuto. No así en Ceuta, donde el mero hecho de dar cierto reconocimiento a la lengua materna de la población musulmana se ha convertido en una anatema. ¿Hacerlo hubiera sido una de esas medidas políticas más allá de la “improvisación” que parece echar en falta en su análisis?

– Hay que reconocer que el Dariya es la lengua hablada por un alto porcentaje de los habitantes de Ceuta. Ahora bien, su reconocimiento como lengua oficial podría ir más allá de la mera repercusión social, y convertirse en un tema de debate político nacional e internacional, pues Marruecos aprovecharía esta circunstancia para insistir en sus reivindicaciones sobre el territorio. No obstante, considero, que el reconocimiento o no de la lengua no va a impedir que el Dariya se extienda cada vez más entre la población ceutí, pues atendiendo a la evolución demográfica en unos años la población de origen marroquí superará a la de origen peninsular. La cuestión lingüística puede generar muchas controversias, y haber reconocido antes el Dariya habría generado reacciones negativas entre los votantes del Partido Popular. Los políticos se esfuerzan por mantener el estatus quo y solo avanzan en sus políticas de reconocimiento cuando la situación obliga a ello, actuando, por tanto, de forma reactiva e improvisando.

– Este año Ceuta ha caído de nuevo en otra batalla de la ‘guerra de festivos’ por la negativa de Vox y los recelos del PP a reconocer también como no laborable la Pascua de fin de Ramadán. ¿Ese tipo de gestos desde las instituciones son determinantes, tienen una influencia real y directa, trascendente, sobre cómo se relaciona y se integra y se siente aceptada la población de todas las comunidades?

– Ceuta desde hace siglos fue un bastión cristiano en el norte de África. El reconocimiento de festividades musulmanas llevará a la confirmación de la realidad, y es que la religión más practicada en Ceuta no es la católica, sino la musulmana. Hablamos de días especiales para los musulmanes. Cuando uno viaja y vive en otro país es consciente de la aceptación de los usos y costumbres de otros países y de la imposibilidad de mantener ciertas celebraciones. Sin embargo, aquí estamos hablando de musulmanes españoles que reivindican la posibilidad de celebrar sus fiestas religiosas. Así abrimos un controvertido debate. España desde hace décadas es un país secular en el que la religión permanece en un segundo plano. Sin embargo, la mayoría de los días festivos se identifican con la religión. Cada vez más, España avanza hacia la multiculturalidad, que en el caso de Ceuta es mucho más acentuada. Ahora bien, ¿sería conveniente reconocer como fiesta oficial los días claves del calendario musulmán?. O quizás sea más conveniente adaptar los calendarios y dejar la religión en la esfera privada para evitar estos conflictos. ¿Podríamos imaginarnos Sevilla sin el Jueves Santo, Santiago de Compostela sin el Jacobeo, Madrid sin San Isidro, o Valencia sin las fiestas de San José? Creo que no, al igual que en Ceuta, la tradición cristiana sigue muy presente y el reconocimiento de fiestas musulmanas podría suponer un agravio para aquellos que se identifican con la tradición cristiana. En cualquier caso, esos pequeños gestos, como la institucionalización de la lengua materna y de los días festivos de la población musulmana supondrían el reconocimiento de la realidad de Ceuta en nuestros días, con independencia del malestar que pudiera generar entre la población no musulmana.

– Al menos en el caso de Ceuta, la división geográfica de la población entre un centro eminentemente cristiano y unas barriadas total o cada vez más musulmanas ¿dificulta la integración? ¿Es causa o consecuencia de las reticencias que detecta en las dos comunidades a imbricarse de forma integrada?

– La división geográfica, pero, sobre todo, la gran distancia económica, cultural y social representan una barrera infranqueable. Las dificultades de integración van mucho más allá de la religión, o de las costumbres, y aquí juegan un factor determinante los aspectos sociales. Sin entrar en cuestiones étnicas, ni religiosas, la distancia social existe en todas las ciudades españolas, en las que los barrios habitados por los sectores con niveles de vida más elevados viven de espalda a las realidades que se desarrollan a escasos metros de sus casas. La pobreza, la marginalidad, la falta de expectativas hacen que esa división se acentúe, y que las dificultades de integración sean cada vez mayores.

– Esa separación se traduce también en los colegios, ya que en la escolarización prima la cercanía del domicilio familiar. ¿Ese debería ser otro campo en el que explorar medidas más innovadoras?

– Sin duda. Por cuestiones prácticas es lógico que se establezcan criterios de proximidad, pero, a la vez, esto genera un mayor aislamiento, pues las distancia entre ambas comunidades se empieza a percibir desde los primeros años. Es más, la mayor parte de los colegios concertados son gestionados por comunidades religiosas. Por tanto, ya desde niños los habitantes de Ceuta empiezan a ser conscientes de la realidad en la que viven y de las grandes distancias que separan a ambas comunidades.

– ¿La integración se puede enseñar? ¿Convendría, pese a la falta de competencias educativas de las ciudades autónomas, introducir contenidos curriculares ligados a la interculturalidad y su puesta en valor en las aulas de Ceuta y Melilla para prevenir el escenario de choque que augura?

– Sí, se puede enseñar, no hay más que ver cómo ha evolucionado la sociedad española en los últimos 30 años. Hoy podemos hablar de una sociedad tolerante, algo que no sucedía no mucho tiempo atrás. Sin embargo, con las condiciones socioeconómicas actuales en Ceuta, resulta muy complicado desarrollar programas de integración. El primer paso debería ser acabar con la marginalidad, ofrecer oportunidades profesionales para todos, algo realmente complicado. A partir de ahí se podría empezar a pensar en crear los mecanismos para concienciar a la población y avanzar en la integración.

– En su estudio duda que Ceuta y Melilla puedan ser un modelo exportable a otras ciudades europeas por su singularidad radical, pero ¿y en sentido inverso? ¿Hay políticas aplicadas en otras urbes, aunque sea sólo en determinados barrios, que las ciudades españolas deberían observar para aprender?

– Considero que la singularidad de Ceuta y Melilla, y el elevado porcentaje de población musulmana en comparación con otras ciudades europeas, hace complicado que se puedan exportar otros modelos que se están aplicando en países como Reino Unido, Bélgica, Francia o Países Bajos.

– Dice que “los esfuerzos deben dirigirse a reducir las diferencias sociales y económicas para generar una sociedad igualitaria”. ¿Dificultará la irrupción de formaciones como Vox su adopción? ¿Su auge es el reflejo precisamente del rechazo o del temor de los ‘cristianos’ a perder su posición histórica de control social, económico, institucional...?

– Esta claro que Vox no es un partido con un discurso que favorezca la integración, sino todo lo contrario. El discurso trata de resaltar la ‘españolidad’ de Ceuta y eso pasa por no reconocer la realidad de la ciudad en la que viven miles de musulmanes españoles.

– Su conclusión es muy pesimista: “La integración no es un objetivo realista en Ceuta y Melilla”. ¿Ni a corto, ni a medio ni a largo plazo? Si somos, como afirma, “un modelo para aprender a actuar en otras realidades europeas”, ¿se refiere a ser conscientes de lo que no hay que hacer?

– Cuando hablo de modelo, me refiero a que observando la evolución de Ceuta y Melilla se puede tener una referencia de lo que puede pasar en ciudades europeas en las que la población musulmana va tomando cada día más peso. Y si, en muchos casos se puede aprender de los errores, lo que no quiere decir que no se hayan tomado también decisiones acertadas en algunos momentos.

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