Nasira vive en un inmueble antiguo afectado en todas sus alturas Desempleada y con dos hijas a cargo, busca un nuevo hogar ante el temor a nuevas réplicas del seísmo.
La vida de Nasira ya era lo suficientemente difícil antes de que el terremoto que sacudió la ciudad el pasado lunes la complicara aún más. Sin empleo, con dos hijas a cargo y sin ningún allegado que pueda prestarle ayuda, los embates del seísmo han avivado la amargura de su existencia.
El edificio en el que vive, ubicado en la calle Barceló, cerca del Rastro, ha sufrido severos daños en todas sus alturas, incluida la planta baja que habita. Es de construcción antigua, como muchos inmuebles de la zona.
“A los vecinos de arriba se les ha caído la mitad de la casa y se han tenido que ir. Al final, me voy a quedar yo sola aquí”, lamenta Nasira conteniendo a duras penas las lágrimas.
Al igual que tantos melillenses, esta mujer salió con sus hijas precipitadamente hacia la calle en la mañana del lunes tras sentir el temblor de tierra.
Huida hacia el parque
“Muchos nos fuimos hasta el Parque Hernández”, relata, y añade que estuvieron dando vueltas “hasta las 8 de la mañana”, cuando volvieron a su domicilio. Sin embargo, los Bomberos no les permitieron la entrada ante la posibilidad de nuevos desprendimientos.
“Estuvimos así hasta las tres de la tarde. Entonces vino un técnico, vio la casa y dijo que no había peligro”. Sin embargo, Nasira y sus hijas sienten miedo. La vivienda muestra grietas de consideración en las paredes y también en su minúsculo patio interior, al que además se precipitó parte del techo de uralita que lo cubría.
“Aunque nos digan que no hay peligro, tenemos miedo a seguir aquí. Mi hija mayor (tiene 20 años) no puede aguantarlo y se va a dormir a casa de una amiga”. Pero Nasira y la hija pequeña, de 12 años, no tienen a donde ir.
“No me quedan familiares. Mi padre se murió, mi madre también. No tengo a nadie”.
Sin posibilidades
La falta de un dictamen técnico que confirme que la vivienda padece desperfectos de consideración deja a Nasira sin opciones de que los servicios sociales le faciliten un nuevo techo.
Según afirma, en la mañana del jueves acudió a sus oficinas en busca de ayuda. “Me contestaron que no podían hacer nada hasta que les manden un papel los Bomberos. Entonces, me dijeron que mientras me buscara otra casa. ¿Y cómo la encuentro? Ya he ido a agencias a buscar pisos de alquiler y en todas me echan para atrás porque no tengo nómina ni cuenta bancaria”.
Nasira afirma que sobrevive con una paga de 260 euros. “Los servicios sociales me dan 200 para que pueda pagar la casa”, continúa, explicando que su alquiler cuesta 350 euros. “Luego hay que pagar luz, agua, los 100 euros al año del catastro... Al final me quedan 20 euros para nosotras al mes”.
Fotos de los desperfectos
Cuando acudió a las oficinas de los servicios sociales, Nasira presentó fotografías de los desperfectos en su domicilio. No le sirvió de nada. “Me dijeron que me buscara otra casa por el mismo precio”, algo que indignó a la mujer.
“En las agencias no me quieren alquilar pisos porque no tengo nómina. Pero, aunque la tuviera, no hay casas por el mismo precio que ésta. Las hay por 500 o 600 euros. Y luego tienen pisos vacíos. ¿Por qué nadie nos ayuda a los pobres?”
Nasira recuerda el ataque de pánico que sufrió la madrugada del miércoles al jueves, cuando, tras sentir una réplica del seísmo, ella y su hija menor salieron a la calle.
“Eso pasó a la una y volvimos a casa a las tres menos cuarto. Teníamos miedo, pero ¿dónde iba a dormir mi hija? En la carretera? La niña tiene asma, no puede respirar bien. ¿Qué podemos hacer?”.
La desesperación se ha adueñado de su estado de ánimo. Su hija es consciente de ello y corre a abrazarla rompiendo a llorar. La madre intenta animarla. No soporta ver sufrir a la niña.
“En la tele dicen que nos van a ayudar, pero al final nada nos llega a los pobres. Como siempre”. Y sentencia: “Esto es todo lo que me ha dado Melilla”.
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