Hamza tiene 18 años y hace tres años que llegó a Melilla desde Marruecos. Es alto, delgado y tiene una expresión tranquila en el rostro. Cuenta que estuvo dos años y medio en el centro de menores de la Purísima y que ahora está trabajando en un restaurante.
Además de su empleo, es uno de los jóvenes que forma parte de Nana, una asociación sin ánimo de lucro que promueve la formación a través de las herramientas que proporcionan las artes escénicas, como el baile. “Llevo haciendo teatro con Natalia casi tres años”, contó Hamza, que además, aseguró que “el teatro nos ayuda muchísimo porque nos enseña educación, nos enseña valores y gracias a esto ahora nos conoce mucha gente y hemos estado en Got Talent ”.
“La vida de un niño que estaba o está en un centro de menores es un poquito difícil. Hay que encontrar trabajo, una casa donde dormir, entre otras cosas”. Para él esta es la etapa más difícil, ya que cuando son menores están bajo la tutela del Estado, pero al cumplir la mayoría de edad se tienen que enfrentar solos a los desafíos de la vida adulta en un lugar con una cultura y un idioma diferentes. Hamza enseñó su N.I.E. , donde está escrito que no está autorizado a trabajar, además de tener un permiso de residencia de un número de meses en los que es una ardua tarea hacerse un hueco en Melilla. Y el dato que más podría limitar su búsqueda de alquiler y trabajo es su dirección: carretera de la Purísima. Natalia Díaz, presidenta de Nana, explicó a El Faro que el centro de menores tiene una fama “injustificada”, pues asegura que se cuentan bastantes relatos que no son “ciertos”. Todo esto dificulta a estos jóvenes buscar casa, por todos los estigmas que hay hacia estos menores.
Hamza cree que los menas no necesitan solo una oportunidad, sino “muchas” para poder trabajar y estudiar. “Se puede salir adelante, pero cuando cumplimos 18 años, ahí es donde más necesitamos ayuda”, indicó Hamza. “Nadie confía en nosotros, diciendo que somos menas, que somos ladrones ¿Por qué no confían? Nosotros también somos personas. Tenemos nombre. Nadie nació sabiendo y no debemos juzgar por lo que sabemos. Nadie sabe lo que tenemos dentro, lo que tenemos en nuestro corazón”, declaró Hamza. Sobre cómo se siente al ser juzgado, relató que “es difícil de contarlo. Si vas por la calle, la gente dice ‘mira, por ahí viene un mena’ y esconden los bolsos y los móviles ¡Venga ya! ¡Menas menas! No paran de usar esa palabra, nosotros también somos personas”, manifestó con la voz entrecortada.
Él cree que se puede salir adelante estudiando, trabajando y luchando por “sus sueños”, pero que es “muy difícil” si no hay alguien con ellos apoyándolos. Hamza aseguró a ellos los apoya la asociación Nana.
Asia, otra chica de la asociación, es de Rabat y se fue con 13 años de su casa. “De momento” no sabe nada de su familia y cuenta que está “bien” en España. Vive en un centro de menores, estudia cocina y por la tarde va a baile. “Hay chicas buenas y chicas malas. Es responsabilidad de cada una cómo le gusta vivir”, contó sobre la vida de una menor extranjera en Melilla.
Sobre sus aspiraciones, quiere ser “diseñadora de vestuario” y llevar este trabajo a Marruecos, porque, según Asia, le falta igualdad de género porque no tratan a los niños y a las niñas por igual . “Las chicas no pueden llevar pantalón corto y no pueden trabajar en lo que trabajan los hombres”, explicó Asia. En las clases de baile y teatro, aseguró que hacen sentirse “bien” y le evita “pensar en los problemas” que tiene.
“Creo que los derechos de los niños es que somos todos iguales, que la niña pueda hacer la profesión que ella quiera, que el niño también, que un chico pueda vestir de rosa y una chica de “, aseguró Asia. Si ella pudiera decidir, pondría más centros para menores, pondría normas y les dejaría elegir el colegio que les gustase.
Natalia Díaz explicó que las actividades de artes escénicas que realizan en la asociación les da una oportunidad “de tener una voz”. Tras seis años trabajando con menas, Díaz cree “que han logrado sensibilizar sobre la existencia de estos niños y estas niñas y demostrar que se puede trabajar con ellos y que tienen muchísimo valor”.
Díaz, que conoce de cerca la problemática de estos menores, relató que aunque estén tutelados por la Ciudad Autónoma, muchos siguen en contacto con sus padres, lo que puede dificultarles su vida en Melilla. “Es complicado para ellos, pero tenemos que seguir ayudándoles, para Nana es como una forma de vida”, aseguró Díaz
“El mensaje que quiero dejar a los niños es que hay que luchar por los sueños, si quieres puedes”, manifestó Hamza. Asia recuerda “que todos somos iguales, los que viven en su casa y los que viven en centros. Todos tenemos pies, mano ojos, pies,...”.
Al final, solo quieren se les trate como lo que son: menores.
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