La frontera, por el bien general de los melillenses, tiene que abandonar los titulares de las noticias, al menos, de aquellas informaciones de carácter negativo. Para ello debe volver cuanto antes la normalidad a los pasos entre Melilla y Marruecos y a la valla. En las últimas semanas ambas zonas han sido escenarios de continuos sobresaltos. Primero fue la valla fronteriza, con las entradas masivas. Y en los últimos días, los sucesos se han trasladado a Beni Enzar y Farhana.
En el caso de la inmigración ilegal, las llegadas han disminuido considerablemente desde hace semanas. Este logro, según insiste el Ministerio del Interior y los responsables políticos de la Administración central y local en Melilla, se debe en parte a la colaboración de las autoridades del país vecino. En cambio, es difícil mantener el mismo argumento cuando el problema es garantizar el paso seguro y ágil por los puestos fronterizos. En este caso, los policías nacionales y guardias civiles se ven obligados a actuar en total soledad, con una ínfima colaboración de sus compañeros marroquíes y sin posibilidad de poner un pie en ‘tierra de nadie’ para acabar con los altercados que atentan contra su propia seguridad e interrumpen el paso de personas, vehículos y mercancías. Aquí aún estamos lejos de contar con argumentos para defender como cierta la colaboración ‘ejemplar’ de la que habla el Ministerio del Interior.
Mientras llega el apoyo marroquí, la Delegación del Gobierno ha decidido tomar la iniciativa y reorganizar el denominado ‘comercio atípico’. Habitualmente, el paso de estas mercancías se dejaba para el Barrio Chino. Sin embargo, en las últimas semanas los porteadores se habían trasladado a otros puestos fronterizos, en especial, a los de Beni Enzar y Farhana. Esta circunstancia explica en parte los incidentes registrados en ambas zonas últimamente. Por ello es necesario que tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional redirijan el tránsito de mercancías y normalicen nuestro lado de la frontera. Debemos tener ordenada nuestra casa antes de intentar poner reglas en el patio de vecinos, sobre todo si tenemos que dar ejemplo a un país como Marruecos. No podemos exigir coherencia y rigor al otro lado de la frontera si aquí variamos las normas sin saber muy bien los motivos ni a qué tipo de intereses estamos sirviendo. Para entender qué ocurre en la frontera hay que tener siempre presente que cada vez que se despistan un poco los responsables políticos, el interés de algunos particulares se acaba imponiendo al interés general. Ocurre en el lado marroquí y en el lado español.
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