–¿Qué recuerdos tiene de sus años de facultad?
–Con mucha nostalgia. Eran años en los que nuestra generación tenía una visión idílica de la sociedad en el futuro, de la que queríamos ser, no sólo testigos, sino protagonistas. Las jornadas, no sólo en clase, sino también en la cafetería, preparando las clases y trabajos con otros compañeros, son para mí de los mejores recuerdos de esa época.
–¿Qué le ha reportado a nivel personal o profesional?
–A nivel personal, muy buenos amigos, muchos de los cuales aún conservo. Siendo además la mayoría de Melilla, es muy fácil encontrarse y recordar con añoranza anécdotas de ese tiempo. A nivel profesional, además de la oportunidad de obtener mi titulación de Maestro y optar a mi actual puesto de trabajo, haber podido tener como profesores a personas que conocían muy bien la realidad educativa de la ciudad y sus necesidades.mo maestra sino como persona.
–¿Cree que fue más sencillo estudiar en Melilla porque es una facultad más pequeña y poder tener un mejor contacto con otros alumnos y profesores?
–Posiblemente. El hecho de ser una facultad pequeña, facilitó crear un clima familiar, en el que incluso con compañeros y profesores de otras especialidades, era fácil tener un contacto cercano.
–¿Cómo fue su experiencia con sus maestros?
–Muy buena. En nuestra especialidad, una con poca demanda en aquel entonces, el número de alumnos era muy pequeño en comparación con otras especialidades. Unido al hecho de la cercanía con la mayoría de los profesores, hacían que las clases se asemejaran a reuniones de amigos. Era algo que te hacía sentir muy cómodo y seguro.
–¿Qué lección puede aplicar aún a pesar del paso de los años y la incorporación de las nuevas tecnologías a las aulas?
–La secuenciación del entonces llamado DCB (Diseño Curricular Básico)-en el que se recogen los contenidos que los alumnos deben aprender- sigue siendo aún parte fundamental del diseño del proceso de enseñanza/aprendizaje. Determinar qué enseñar atendiendo a las capacidades reales de los alumnos, es primordial. Y eso era algo, en la mayoría de las materias del magisterio, muy exigido. Pero que en mi posterior práctica docente se mostró muy necesario conocer y dominar.
–¿Tuvo algo que ver su experiencia en la universidad para entrar en el mundo sindical?
–Cuando yo estudiaba en la facultad, las perspectivas de incorporación a la Función Pública Docente eran escasas. La convocatoria de Oposiciones era muy pobre. La acción sindical del momento era muy activa en ese sentido, y seguíamos con atención sus logros. Por lo tanto, puedo decir que sí, que mi experiencia previa con el sindicalismo fue positiva. Quizá por eso, cuando tuve la oportunidad de tener un papel activo en el mundo sindical, no lo dudé.
–¿Su impronta como maestro también se ve en sus acciones en el sindicato?
– Yo creo que a la mayoría de los maestros se nos nota, en mayor o menor medida, nuestra profesión. En mi caso, no en pocas ocasiones, explicando cualquier asunto a algún afiliado, me han dicho con mucha simpatía: "Ahora lo he entendido. Se nota que eres maestro”.
–¿Qué hay que hacer en Melilla para que no sea la última en datos de Educación?
–Sin lugar a dudas, aumentar la inversión económica. Mi experiencia profesional, y más aún ahora a nivel sindical, me ha mostrado que la implicación y la profesionalidad de los trabajadores de la Enseñanza en Melilla está más que probada. Incluso con los escasos recursos y las altas ratios, su trabajo es siempre muy profesional. Pero es necesario que esas condiciones laborales mejoren. Necesitamos nuevos centros, para disminuir las ratios: el tiempo que un docente puede dedicar de manera individual a un alumno está muy condicionado, lógicamente al número de alumnos. Y este hecho es clave en los resultados de aprendizaje.