Estamos en la recta final de una investidura que el propio PP ya no esconde que está abocada al fracaso. Una “inventidura”, bromeaban esta semana los tertulianos del programa de Cuatro ‘Todo Es Mentira’. Si no fuera por todo el valioso tiempo que nos están haciendo perder podría resultar hasta gracioso. Pero esta deriva del PP empieza a ser esperpéntica, rozando lo antidemocrático; a todo ello esta semana se sumaba el ínclito Aznar con su llamada a la rebelión nacional. Ángels Barceló nos ha recordado en una de sus alocuciones radiofónicas el historial de mentiras del expresidente. Las que hicieran falta para gobernar en el pasado con el nacionalismo catalán y vasco, exonerar a ETA acuñándole el sobrenombre de ‘Movimiento de Liberación Vasco’, inventarse armas de destrucción masiva para llevarnos a una guerra injustificable, o la retransmisión durante días del peor engaño para disfrazar el peor atentado en este país. De nuevo, revestido todo del miedo etarra que el Partido Popular ha seguido utilizando hasta estas últimas elecciones.
Podría decirse que el actual PP es digno heredero de sus predecesores, experto en articular los miedos y las mentiras que hagan falta con tal de mantenerse o llegar al poder. Podría hasta argumentarse que en política es lícito y que hasta el maestro de la ciencia política, Maquiavelo, nos legó ya en el Renacimiento un tratado con las mejores recomendaciones para gobernar sofisticando los medios con tal de alcanzar los fines deseados. No obstante, las ocurrencias tienen sus límites, y la de la manifestación, concentración o mitin, según lo que tácticamente mejor se adapte al oportunismo ex témpore de la investidura fallida de Feijóo, clama surrealismo castizo, diría que berlanguismo. Acudir a la llamada a la rebelión de Aznar nos retrotrae a uno de los momentos más oscuros de la política internacional de nuestro país. A modo de medida preventiva contra una amnistía que aún no ha sido anunciada, ni articulada bajo ninguna propuesta concreta, nos pretende poner en alerta como ya hiciera contra esas armas de destrucción masiva que nunca existieron realmente. Esa prevención nos llevó a una guerra ignominiosa, y lo siguiente fue el primer atentado internacional de la historia en nuestro suelo. Lo único positivo de tan terrible estrategia fue acabar con el mandato de una derecha acostumbrada a pensar que se podía seguir engañando al pueblo español con mentiras calculadas, a pesar del dolor de las víctimas, o como siempre han hecho, a costa de ellas.
Han pasado casi 20 años desde que España reaccionara a las aventuras bélicas de ‘Mister Ansar’, renombrado así por su amigo G. W. Bush, el famoso ‘trío de las Azores’, que acabó arrastrando al PP de entonces de un Gobierno con mayoría absoluta a la oposición. Igual o menos venturoso resulta llamar a manifestarse dos días antes de la investidura de Feijóo, dando por hecho que va a fracasar, y que los españoles deben alzarse de forma preventiva, como contra las armas de destrucción masiva, a una futura investidura de Sánchez. Solo el narcisismo de un personaje tan perverso y delirante como Aznar puede comprometer a un actual líder del PP, desesperado y perdido, que ya no es capaz de controlar ningún tiempo político. Ni su peor enemigo le hubiera podido poner en una tesitura igual, obligándole a cambiar varias veces de formato para evitar sumar además errores del pasado, como la foto de Colón con Vox; sabiendo que el partido de extrema derecha le ha arrebatado cualquier oportunidad de hacerse con el Gobierno del país, aunque haya pactado gobernar con ellos en media docena de autonomías.
Entre tanta contradicción y falta de estrategia no podía faltar, para terminar de desmontar la investidura fallida de Feijóo, la figura que despunta desde el 23J para sucederle en el PP. Las pesadillas de este verano del cuestionado líder deben terminar todas las mañanas con ese coro de voces de la noche electoral llamando a una Ayuso, cuyo gesto, más que desaprobación, reflejaba cierta condescendencia y una sonrisita cómplice con lo que estaba sucediendo en Génova, ante el estupor de toda la terraza. La sucesora no se ha preguntado ni un solo segundo si su presencia en la otra manifestación, la de Barcelona, esta sí que cívica y no de partido, puede denigrar aún más el liderazgo de su Presidente. Ya solo falta el espectáculo de la arena del Congreso para terminar de desmembrar a un candidato al que se le ha quedado grande la política nacional. Y aún más grande un Partido Popular que continúa escenificando sus idus de marzo.
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