Hay tres puestos de golosinas para los Reyes Magos que, desde hace unos 30 años, se colocan en el centro de Melilla. Primero, en la calle Margallo y, los 12 últimos, en la plaza Comandante Benítez. Este año, sin embargo, la Ciudad Autónoma los ha trasladado a la calle García Cabrelles, junto al mercado del Rastro, y los comerciantes están bastante molestos con la decisión.
“El cambio de ubicación nos ha afectado a todos mucho, nos ha machacado”, explica uno de ellos, Nayim Boulalá, quien ha avisado de que van a sufrir “unas pérdidas enormes”. De momento, en cuatro días, él no ha llegado a los 400 euros de ventas y aún tiene que hacer frente a una inversión de 5.000 ó 6.000 euros en caramelos.
Boulalá lamenta que la gente desconoce su nueva ubicación, ya que, pese a los intentos de la Policía Local de despejar la calle para que los coches no aparquen, los puestos están “muy escondidos” entre el mercadillo.
La razón que les ha dado la Ciudad Autónoma para colocarlos allí este año son las obras de la calle Margallo, que obligan a desviar el tráfico, pero recuerda el comerciante que el año pasado estuvieron sin problemas en la plaza Comandante Benítez y también había obras. Esgrime Boulalá que ellos no molestan a nadie y anota que en la plaza hay un puesto de castañas.
Aunque han intentado hablar con el consejero de Medio Ambiente y Naturaleza, José Ronda, y con el coordinador de los puestos para que les dejen cambiar la ubicación, aunque sea los dos últimos días –el 4 y el 5 de enero-, no se ha aceptado su propuesta. “No lo quieren entender”, lamenta.
Otro de estos comerciantes, Mohamedi El Farkachi, cree que la gente aún no sabe que han trasladado su ubicación unos metros más arriba, acostumbrados como estaban a verlos en la plaza.
Así, coincide con su compañero en que los puestos no están visibles y en que “las ventas están fatal” después de tres días sin apenas beneficios y lo único que se le ocurre es que, como la situación no cambie, no les quedará otra que llevarse los caramelos a la cabalgata y tirarlos allí. El Farkachi no sabe cómo lo va a hacer para recuperar la inversión, similar a la de Boulalá.
Este comerciante resalta otros inconvenientes de su nueva ubicación, como es que las hojas de los árboles de la calle caen sobre las golosinas y hay que estar limpiando continuamente, o que el pasillo entre los puestos es “muy estrecho”, de apenas un par de metros, por lo que prevé que en la previa de Reyes pueda “formarse un caos de gente”, porque no van a poder ponerse todos a pedir caramelos. “Ya verás lo que va a pasar aquí el día 5. ¿Cómo van a comprar caramelos con tan poco espacio?”, se pregunta.
El Farkachi no entiende, además, por qué sí se pueden montar los puestos en la calle O’Donnell y en la Plaza de las Culturas sin problema, con luces navideñas incluidas, y que a ellos, que llevaban muchos años en el lugar, los hayan “tirado al fondo”.
Para colmo, el comerciante ha lamentado que, en fin de año, llegaron dos policías diciendo que, “por orden del consejero”, tenían que cerrar a las ocho en vez de a las doce. Otra faena.
Boulalá tiene claro que, tal como informó al coordinador, después de casi 30 años con el puesto, en 2025 no repite. Y lo explica de la siguiente forma: “Porque lo han hecho de tan mala manera y con tal mala leche que parece que nos están obligando a irnos. No tienen interés en que se ponga nadie y no quieren escucharnos ni ayudarnos.”
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